"Es un arte ser lobo y tener piel de oveja recién nacida."
—Julio Martínez—Sophia... deberíamos te-ner- cui-cuidado— Geydi me detuvo tomándome suavemente por el hombro, su voz temblaba tanto que le dificultaba formar una oración, yo también sentía la adrenalina apoderarse de mi, me sentía invitada a un juego, uno muy tentador y con consecuencias aterradoras y peligrosas, pero solo había que tener algo en cuenta: Saber cómo jugar.
Me giré encontrándome con su mirada de horror, —¿Sabes a qué le temo?— tragué saliva antes de que pudiera, cualquier palabra, atascarse en mi garganta.— a morir sin descubrirlo.—
—Sophia...—susurró mi nombre tan bajo que de no ser por el silencioso pasillo en el que ambas estábamos, no hubiera escuchado.
—¡No!— la detuve de inmediato.—No quiero escucharte decir lo mucho que temes, no quiero contagiarme, no de miedos e inseguridad, ¡Basta ya!— dije mirándole directamente a los ojos, con potente autoridad y seguridad.
Geydi mordió su labio inferior con nerviosismo y luego posó su mirada en el suelo, —Vayamos.— consiguió decir sin tartamudear, y me alegré de haberle transmitido un poco de valentía.
—¡Vamos! A doblado a la izquierda.— dije tirando de su brazo y está, en seguida, siguió mis pasos.
Doblamos por el mismo pasillo en el que había doblado él. Mi corazón palpitaba muy fuerte, estábamos muy cerca, entonces recordé lo que él asesino me había dicho aquella noche, recordaba claramente, había dicho que no podía escapar por más que intentase huir. —¿Y si es esto una trampa?— Geydi volvió a detenerme, nerviosa.
Le miré unos segundos y observé a todos lados, asegurándome que nadie estuviese por allí, —Tengo un arma en la mochila.— dije y llevó sus manos a su boca, intentaba callar cualquier exclamación.
—¿Que hiciste para ocultarla del seguridad que revisa cada estudiante al entrar?— la sorpresa era clara en sus ojos, los tenía muy abiertos, como si estuviesen a punto de salir de su lugar.
—Geydi, ¡No es momento de hacer preguntas!— susurré con evidente enojo y desespero.—¡Deja ya de detenerme!—
Doblamos a la derecha, y no paralizamos por completo en frente de seis pasillos de casilleros, eran muy largos pero lo más extraño era el profundo silencio que reinaba allí, era siniestro, el vello se me erizó.
—¿Estás segura que lo haz visto entrar por acá?
—Sí-si, yo... lo he visto dirigirse hacia acá.— respondió Geydi en mi oído, entonces caí en una horrible realidad... estos eran los casilleros que estaban reparando, los que aún ningún estudiante utilizaba, y lo peor: aún no habían instalado las cámaras de segura, ¡Maldita sea! Nos había engañado fácilmente. Pero Geydi aún no se había percatado de lo que yo sí, así que me aseguré de recuperar mi postura y no darle más tiempo a que el miedo nos hiciera retroceder a ambas.
—Escúchame bien.— empecé a explicar.— debemos separarnos, tú vas a ir por el pasillo derecho y yo por el izquierdo, no tendrá escapatoria.— Geydi prestó atención, pero negaba cada cosa que decía, no quería entrar en el acuerdo.
—Yo... no creo que esto sea buena idea.
Ignoré lo que acaba de decir y rebusqué en mi mochila algo para que se defendiera.
—Ten.— tomé su mano y dejé un largo y bien afilado puñal y le obligué a empuñarlo.— escóndelo donde te dé facilidad sacarlo para acertar cualquier golpe, ¿Me entiendes?— me miró fijamente y asintió, luego llevó el puñal a su espalda y empezó a caminar justamente donde le había indicado, así que sin más, también me dirigí al pasillo que decidí tomar.
Parecía la típica escena de una película de terror, donde se separaban y sólo una regresaba con vida, pero estaba segura de que esta escena no terminaría de tal forma, Geydi era, incluso, más caliente que yo, actuaba rápido, no esperaba un movimiento, no esperaba ser golpeada de primero.
Mientras caminaba, me asegurada de que cada paso que daba emitiera el mínimo sonido, cuidadosamente observé cada pasillo, no había señales de que alguien andará por allí, pero aún quedaban más pasillos; largos, parecían, incluso, ser un maldito laberinto difícil de encontrarle salida, como un jodido nudo sin punta, de pronto algo se estrelló suavemente en uno de los casilleros, parecía proceder de la fila que tenía delante, así que me quedé inmóvil donde estaba.
Era inquietante.
Veía películas de misterio pero jamás consideré la idea de vivir, tan siquiera una de esas tenebrosas escenas.
Me atreví a dar un paso hacía delante...luego otro.
Estaba cerca, muy cerca, los lastimosos latidos de mi corazón, lo avisaban.
Respiré profundamente y pesadamente, intentado calmar mis nervios.
¿Que ha pasado? ¿A caso ha atacado a Geydi? <<No, no, no. Ha sido otra cosa, no eso.>> dije para mis adentros, cerrando con fuerza mis ojos.
Otro paso...
Llevé mi mano al borde del casillero que me daba la vista al otro lado, el metal estaba tan frío que me hizo querer apartar la mano. Llevé mi otra mano a la parte trasera de mi bolsillo y sostuve el arma mientras que, por una pequeña abertura veía lo que sucedía... el chico que habíamos estado siguiendo hasta acá, sostenía una chica rubia por sus caderas, estaban sumergidos en un beso. ¿Qué diablos? la conjunción me invadió.
Era nuevo, al menos en la facultad sí lo era, le veía muy poco, si acaso una vez a la semana, pero... ¿quien era la chica que con tanta posesión sostenía? ¿Su novia? O, no, no era su novia, era su nueva víctima, llevé mis manos a mi boca para ahogar un grito de horror, ahora sí que estaba horrorizada, Geydi apareció a mi lado, ni siquiera había sentido su presencia hasta que tocó mi hombro, apartándome del lugar donde tenía mis ojos posados observando lo que sucedía allí.
—Ella- ella es Cristian, sí, conozco muy bien su melena rubia.— susurró Geydi a mi lado, cuidadosamente bajo.
Su voz era apenas, un hilo.
—¿Cristian?— estaba realmente confundida, ¿no era ese nombre de chico?
—Sophia, acércate, ven.— dijo Geydi desesperada y al mismo tiempo angustiada.
Mi ojos se abrieron cuando vi lo que la chica tenía en sus manos, ¡No! ¡No! Quise gritarle que no debía acertar su muerte, no de aquella manera, qué no debía dejarse engatusar y engañar de unos ojos grises, de un chico guapo, quise gritarle que recibir aquella rosa era su sentencia de muerte, era un aviso, que era arrojarse a un vacío.
La chica sonrió al instante en que él tomó su mano a la llevó a su miembro que estaba muy notable y en forma de curva, y de inmediato la sonrisa del chico se ensanchó al ver que se inclinaba ante él y desabrochaba su jean con rapidez y obvio desespero.
Era la misma sonrisa que había visto en la biblioteca, era, sin dudas, él, el chico que nos había encerrado a mela y a mi.
El que había asesinado a mela en el hospital.
¡Maldita sea, era él! Me repetía a mi misma, pues había visto claramente la rosa que le había entregado a la que Geydi decía llamarse Cristian, era la misma que tenía Cristina en su palma clava, era la misma que tenía mela, era el mismo juego, y el número de víctimas aumentaba y se acercaba a tres, en la misma ciudad.
—Eres encantador, Adán.— dijo observándole desde abajo, mientras, con sus manos, masajeaba su miembro.
Geydi estaba ruborizada, en shock e inmóvil, solo veía la escena sin despegar la mirada, sin tan siquiera pestañear.
¿Adán? ¿Era ese su nombre, Adán?
Definitivamente no, no podía ser que una chica cualquiera obtuviera tal información, no.

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Herida
Mystery / ThrillerCristina Wiltom lo sabía todo. Fue herida como las demás, pero se había llevado todo lo que sabía a la tumba, dejando en manos de Sophia clein, un inquietante, desesperante y terrorífico misterio que resolver. Sin pruebas era imposible confirmar y c...