Capítulo 10

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Respiraba con dificultad, sentía escalofríos y notaba como sudores fríos bajan por mi frente, ese era el efecto de lo que había visto.

—Sophia... Es-es cierto, él— su rostro empalideció.—ha vuelto.

Mi padre corrió hasta a mi y me envolvió nuevamente en sus brazos, Geydi también se unió.

—¡No! Esto, esto no puede ser cierto.— mis llantos eran más fuerte cada vez, era horrible la imagen de Mela.—¡No! — grité desesperada, el nerviosismo me arropaba, la voz me temblaba y de no ser porque mi padre y Geydi me sostenían, caería de rodillas y el suelo sería mi nueva vida.

—Necesitamos que todos permanezcan en sus hogares durante la semana.—dijo un reportero, habla rápido pero preciso y claro, —Recuerden; ventanas abajo, puertas cerradas y asegúrense de no salir. Anda un asesino suerto.— concluyó y la vieja televisión, se apagó al instante en que terminó dicha noticia. ¿Cómo habían entrado asesinarla en le hospital? ¿Es que acaso no había nadie allí? ¡Maldita sea! ¿!Donde estaban su familia!? ¿Donde?

Cerré mis ojos con fuerza, intentando calmar los temblores de mi cuerpo, y la furia que me corría en las venas, más no tuve éxito.

Mela había sido asesina brutalmente. Algo me hacía entender que quizás ella había visto algo que yo no, pero ya no tendría la forma de saberlo. Se había ido.

—No lo merecía, ella no.— susurró Geydi rompiendo en llantos.

—Toda va estar bien, tranquila.— comentó mi padre que pasaba su mano por mi cabello suavemente.

El cadáver reposaba en la camilla. Ensangrentado y lleno de heridas horrendas.

Las autoridades presentaron las fuertes imagines sin dejar nada cubierto, pues por eso prohibían que los menores de 15 años vieran el televisor, podría ser frustrante para personas sensibles u homofóbicas.

La chica tenía cientas de heridas en la piel.

Sus ojos no estaban allí. Estaba echa un desastre y tuve que llevarme las manos a la boca para ahogar un grito desgarrador ante tales imágenes que pasaban por mi vista. Era un horror verle así. La camilla estaba llena de sangre, y una que otra gota caían de las heridas de sus brazos y la palma de su mano, donde se encontraba la rosa marchitada.

No entendía el mensaje que quizás quería transmitir el asesino con clavarle una flor en la palma de la mano a sus víctima, si, a sus víctima a porque era esta la segunda chica asesina en la ciudad y tenía todo en común con la otra chica y quien sabe cuántas más había asesinado si nadie le conocía y su aspecto no era igual a los que vivíamos en Londres, nacidos aquí, parecía, más bien; venezolano. Eran diferentes los rasgos físicos y otras cosas que no le identificaban como uno nacido aquí.

Todos en aquella cárcel lo habían tomado a la ligera, como si no les afectara tal asesinato, un cruel asesinato, uno muy cruel e injusto, esa chica nunca le hizo mal a nadie.

Lloré, me sentí culpable. —De no ser por mi maldita curiosidad, esto quizás no hubiera pasado.— dije.

Geydi se apartó unos centímetros de mi cuerpo y pasó a mirarme confundida.

—Fui a la biblioteca. Quería saber más sobre el asesinato de Cristina y, mela me siguió.— volví a decir para aclara la confusión que había creado en ella, mi padre sólo guardó silencio, lejos de la realidad, que ahora, era una muy dolorosa y nos tenia muy alarmados.

—Sophia, mela tenía el cuerpo arañado, tenía las mismas heridas que...— dijo llevándose las manos a la cabeza, parecía querer intentar alejar cualquier voz en su mente.

—!Cristina, sí! Son exactamente las mismas, papá.—terminé de completar lo que Geydi intentó decir.

Mi padre se giró y posó sus ojos en los míos.

Era claro el miedo. Temía y sentía el inmenso peligro que corría mi vida.

—Es él. La chica tenía una rosa clavada en la palma de su mano, la misma que tenía Cristina.

—¡No puede ser, no!— exclamé horrorizada.

De pronto se escucharon unas voces al fondo, los policías se acercaban a mi celda.

—¿Sophia Clein?— preguntó uno de ellos, este tenía otro tipo de vestimenta y supuse que tenía que ver con algún carga mayor que el de los demás.

—Si, soy yo.— respondí.

—Usted queda en libertad, las acusaciones han sido descartadas luego de que confirmáramos la aparición de un asesino en serie.— comentó y nos señaló la puerta por la que debíamos salir.

Geydi tomó mi mano y posó su mirada en la mía, —Será mejor que nos cuidemos.— dijo.

No sabíamos lo que nos esperaba tras salir por aquella puerta, resé un padre nuestro y apreté el crucifijo que colgaba en mi pecho... —líbranos del mal—

HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora