S I E T E

4 1 0
                                    

Luego de unos minutos en el camino, me detuve en seco frente a la facultad, sin saber muy bien si estaba o no, bien. Si me arriesgaba demasiado o no, pero lo hice. Aunque temía que la policía diera con mi paradero, con alguna huella o algo que me relacione. La policía era muy experta en conseguir lo que se proponía, y en este caso, las familias pedían justicia por sus muertos, haciendo huelgas frente a la estación, con carteles, arrojando piedras consiguiendo impactarla en algún cristal, decían que no iban a parar hasta dar con el asesino.

En aquellos momentos solo podía ser: nervios, desesperación, angustia y miedo.

Pero intenté calmarme con algunas respiraciones profundas, mentalizándome que tenía que entrar allí de una buena vez y buscar la ayuda de Jules.

Cerré mis ojos un momento mientras pensé en moverme, justo ahí, unas manos se posaron firme en mi hombro, consiguiendo un sobresalto.

—Pero que...

—¿Qué?—Adrián sonrió con cierta malicia.—¿te pegué un susto?—su profunda mirada me atravesaba el alma y esa característica voz tan sensual, ni hablar.

—¡No!— me apresuré a decir.—Bueno yo... yo, solo estaba distraída. Sí, eso.— volví a decir acompañado de una risita cargada de nervios. Que mal mentía. Esperen...¿por qué estaba sonrojada y sentía palpitar algo en mi entrepierna? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

—Acabas de llegar, ¿tan mal fue la noche?—jugueteó con las palabras, ya sabía que se refería a lo del sexo que tuvimos.

—Lo contrario.— respondí igual de juguetón que él.

Él solo sonrió. Dejando a la vista esa sonrisa tan de ángel, prometiendo cosas de un puro demonio.

Aparté la vista de él para concentrarme en Laura que salía de un auto.

—Hola Liza, ¡Que bonita estás!— gritó envolviéndome en un abrazo.

Lo que necesitaba, un abrazo. Pero... ¿bonita? Sí que me ve con los ojos del amor.

Le devolví el gesto, era tan dulce.

—Bueno, gracias por traerme, ya debes irte.— dijo en dirección a Adrián.

—Si, yo... yo debo irme.— Rascón la parte de atrás de su cabeza, luego observó a todos los lados posibles y de último fijó su mirada en mi, artículo un: No vemos luego y desapareció tan rápido que me generó una mayor confusión, ¿Que se traían estos dos? Acaban de encontrar dos cadáver en su casa, ¿y así actuaban? Esto tenía que ser una broma. Tenía que ser.

Antes de que pudiéramos decir algo más, una voz nos interrumpió.

Era la madre de Jules.

—¿Liza, donde está mi hija?— caminaba furiosa en mi dirección, sus ojos chispeaban una furia indescriptible, pero... ¿a mi me preguntaba que donde está su hija? ¿A mí? No puede ser.

Su mano aterrizó en mi mejilla tan fuerte como las bofetadas que me daba mi madre, pero no me quedé con el rostro girado a la izquierda, en vergüenza menos.

—¡Tranquilícese señora polo!—fue esa mi respuesta, acompañada de una bofetada tan fuerte como la de ella.

Indignada, llevó su mano a su mejilla, la observó un segundo y luego me miró con asco.

—¡Tú!— me señaló con un dedo.— Tú eres la que provocas que mi hija salga a fiestas sin mi consentimiento.

Reí con amargura ante su absurda acusación. Ósea... había asesinado dos personas en una noche, era mucho peor que sonsacar a una chica de 21 año. ¿Pero Jules a qué fiesta iría? Se había negado a ir conmigo.

—Su hija es mayor edad, hace y sale cuando quiere, yo no la obligo, ella es quien decide, ¿no cree?— respondí dando un paso al frente y alzando la barbilla. —Será mejor que aprenda a conocer su hija.— escupí las últimas palabras con cierto desafío y no le gustó.

—Cómo te atreves a...— su mano quedó suspendida en el aire, Laura la sostenía con firmeza y fuerza de una mujer.

—¡Ya basta!— gritó.— nos están viendo como chicas de patio, será mejor que busque a Jules en algún aula, debe estar tomando clases a esta hora.— volvió a decir, bajo suavemente la mano de la señora polo sin desviar ni un segundo la mirada, y esta se calmó.

Pero algo dolió en mi mente. Retumbaron tantas preguntas que ninguna se ató a una posible respuesta. Jules había mantenido una conversación conmigo minutos antes de llegar. Su madre hablaba de que no había llegado a casa desde ayer, y me había dicho que tenía que ver algo en el salón de actos, o diablos, no...

Aparté algunos estudiantes que se atrasaban en mi camino al salón de actos. La señora polo, Laura y otros corrían detrás de mi averiguar que pasaba.

Cuando entramos todo estaba de lo normal, pero...judes no estaba.

Nota del autor:

¡¿Qué?! ¿Donde está Jules?

~ Julio Martínez

HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora