O C H O

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Dedicado a mi querida y especial lectora: Yesenia Martínez. Disfruten ustedes también, y gracias por leer.💋

Julio Martínez

Todo estaba tan alarmante como ver un tranquilo lugar sin alboroto alguno, sabiendo que ese lugar es todo, menos eso.

Comencé a desesperarme, y, sin darme cuenta, tenía tras de mi, la que hace poco me había dado una bofetada y yo le había respondido igual, o peor. La madre de Jules comenzó a preguntarle a los chicos si le habían visto llegar, todos negaban con la cabeza, pero yo hallé otra respuesta; su bolso, y de él se veía la punta de un papel, avancé hacia el bolso y saqué el papel amarillo y bien doblado de allí, lo desdoblé, mis ojos se abrieron tanto como los de la señora polo al leer conmigo la carta, decía lo siguiente:

"Te confías de él y ese es el peor error de todos los que cometes... confiar en el que a tu lado habita siempre."

El papel tembló en mis manos, yo comencé a sudar y sentirme fría al mismo tiempo, y ni hablar de la señora polo, está mujer había ahogado un grito, que de no ser por la voz de la directora que comenzaba a dar su discurso, todos escucharían. ¿Pero que era todo esto? ¿Quien estaba detrás?

—¡Oh! Mi Jules, ¿donde estás?— escuché la señora polo llorar en bajo, tapándose la boca con ambas manos. Sus ojos estaban llenos de horror, de pronto quise reconfortarla con un abrazo, pero mi orgullo ganó, como siempre.

—¿Desde cuando no le ve?— preguntó Laura inquieta.

—Desde ayer a las 5:00pm, se ha ido mientras yo andaba en el supermercado.

Laura resopló varios rizos de su cara, y observó todas las esquinas del salón, pero fue el mismo resultado: no estaba. Jules no estaba. Entonces temía decirlo. No quería decirles que nos habíamos citado allí, en unos minutos, hoy. Hoy. Y qué no estaba. Me había dicho que estaba ahí, en el salón de acto, justo donde Laura, su madre y yo, estábamos.

—Si ese es su bolso, volverá por él, a lo mejor está en el baño.— comentó Laura, teniendo lógica en eso, pero eso no consiguió calmarme, mucho menos a su madre. Jules era estudiante estrella, jamás llegaba tarde y el discurso ya llevaba unos 10 minutos.

—Iré al baño, déjenme comprobarlo.— dije y sin esperar un " te acompaño" siquiera, me fui.

Cuando llegué todo estaba en un profundo silencio, uno aterrador de echo, como aquellas típicas escenas donde el asesino te espera en una de esas puertas que abres, te sorprende y te clava el puñal. Así se veía.

Abrí la primera puerta: nada.

La segunda: nada.

Y en la tercera... ahí estaba.

Justo ahí estaba escrito el nombre; Jules Aníbal, y lo que más me aterró fue la tinta con que estaba escrito su nombre...

Era sangre. Posiblemente de ella. Eso significaba tanto que el solo pensarlo, me iba en lágrimas.

<<Jules, carajos ¿qué te hicieron?>> me pregunté a mi misma retrocediendo unos pasos.

Ella me había contando tanto, que de pronto desconfié aún más en Laura, y... su primo, ¿Adrián? Tanto esconder su nombre, tantas extrañas miradas y el comportamiento entre ambos.

Me pegué la mano a la frente, ya no sabía qué diablos pensar.

Solo cerré mis ojos tratando de encontrar algo lógico, algo que ayudará y diera con todo esto que parecía igual de raro que despertar después de una pesadilla donde te habían asesinado mil veces.

Al cabo de unos segundos mi teléfono vibró.

Rápidamente lo busqué en mi bolso, pensando en una sola persona: Jules, ella y nada más. Pero al desbloquearlo no di con ese pensamiento, estaba en él chats de Jules y decía lo mismo debajo del perfil; últ vez: 9:45 am y nada más. Hacia más de una hora que no se había conectado al whatssap, le escribí al Twitter y tampoco hubo señales allí, en su red favorita.

El mensaje era de Adrián, lo que no llegaba a entender eran las diversas sensaciones que sentía cuando le hablaba o le tenía cerca, era como si el mismo las seleccionara y las hacía salir una por una con cada acto de él. Me sentía... ¿dominada? Si, quizás.

Mi chico cruel: Te deseo un bonito día, linda.

Ni siquiera le respondí, ese mensaje me había puesto la piel de gallina, no me calmó tal mensaje, me aterró aún más de echo, lo sentí así.

—Espero y no te estés gastando una broma, Jules. Esto es alarmante, da miedo no risa.— dejé un mensaje de voz a su número.

La impaciencia se apoderó de mí a gran paso, y ahí estaba la Liza frágil y llena de miedo, devorando sus uñas y moviéndose de un lugar a otro.

—Por favor, aparece. Esto es de muy mal gusto.— insistí dejando un nuevo buzón.

Es que esas letras escritas en el baño no podían transmitirme la horrible sensación de que Jules ya estaba en manos de un asesino o peor aun, asesinada. ¡No! ¡No! ¡Jules no, no a ella! Comencé a llorar sin parar.

Me aterraron mis pensamientos.

Observé de nuevo cada puerta, con detenimiento, en busca de alguna otra pista, entonces ahí estaba... su anillo de compromiso tirado en una esquina del baño. Jules estaba en problemas, o estuvo pero debía buscar más y no encerrarme allí a llorar.

Y si, si. Las lágrimas son parte de un desahogo profundo y liberador, pero nada se arregla con derrumbarse a llorar. Nada.

Salí dispara hacia donde me esperaban Laura y la señora polo.

—¿Que hubo?— lanzó Laura ansiosa de una respuesta, pero la señora polo pareció leer mi expresión, solo desvió la mirada y rompió a llorar.

—Nada.— negué con la cabeza, mintiendo. maldita sea no podía decir la verdad de una vez.

Es que ni yo quería admitir lo que pasaba realmente. No quería enfrentar la realidad.

Pocos minutos después de un profundo silencio, se escucha un papeleo proveniente de la tarima donde estaba la directora, ella buscaba y leía hasta que por fin dio con uno, lo supe en cuanto sonrió.

—El primer lugar es para Jules Aníbal.— dijo llevándose un estruendoso aplauso de la multitud de estudiantes, su madre también se unió al aplauso, y aunque me diera cierta felicidad que la nombraran como la mejor estudiante de la facultad, sentía un vacío grandísimo en el pecho, y decepción al mismo tiempo, su apuro porque llegara aquí era ese, quería que viera cómo le daban el primer lugar y lo festejaba con ella, compartiendo de sus logros, éramos buenas amigas, me sentí tan decepcionada de mi, que no fui capaz de reaccionar. Me había ido con Laura.

Todos esperaban que Jules pasara, ansiosos. Se armó un cuchicheo, todos observaba a su madre curiosos, sabían que algo no andaba bien y yo también.

Algo pasaba, Jules jamás se iría sabiendo que un lugar se ganaría y con ello trofeo, medallas y las felicitaciones de los demás, Jules no se iría. Algo malo sucedía.

Y ahí fue cuando no quedó más que buscar de Jules...

Una gota de sangre golpeó la punta de la nariz de quien ahora nombraba otra chica, consiguiendo que todos dejasen de aplaudir y pasaran a estar confusos y a la vez alarmados.

El muchacho que acaba de nombrar a otra joven, se tocó la nariz y cuando vio de qué había quedado manchado su dedo, comenzó a temblar y lentamente llevó su mirada al techo.

Todo sucedió tan lento como un paso de una tortuga.

Todos vieron.

Todos gritaron.

Aquello no era suicido. Quedó claro.

Jules cayó del techo con una soga atada a su cuello, su cabello era un desastre y parecía empapado de sangre al igual que su vestido blanco, habían cientos de heridas en su cuello y brazos, sus ojos ni siquiera estaban allí, era cruel la imagen.

Cruel su muerte.

Y cruel el asesino.

HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora