Capítulo 11

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Me levanté de un brinco al oír un ruido fuerte. El aire frío que me recorrió la columna y las cortinas qué se movían de forma tenebrosa me hicieron entender que había sido la ventana la que me había despertado. El viento soplaba con fuerza y las hojas de los árboles iban de un lado a otro. Un olor a humedad invadió la casa. Era probable que hubiese llovido.

Encendí la lámpara de la mesita de noche y la habitación se iluminó.

No vi a Geydi por ningún lado, así que me pregunté desde qué hora había quedado dormida, pensé por unos segundos, hasta que entonces recordé lo exhausta que estaba luego de durar unas horas en la cárcel, me había duchado y alimentado desde que llegué a casa, seguramente quedé dormida luego de subir a mi habitación y recortarme en la cama.

Miré el reloj. Maracaná las tres en un punto de la madrugada. El sonido del viento era lo único que se escuchaba. La corriente de aire frío que entraba por la mi ventana hizo que las sábanas estuvieran heladas.

Me acerqué a la ventana, con pasos cautelosos, el miedo hacia que mi corazón latiera como loco, pero debía acercarme y cerrarla, para más seguridad.

Y entonces lo recordé...

Mi padre había condenado esa ventana desde aquel suceso.

Mi cabeza dolió al instante y un escalofrío me envolvió.

Habíamos decido condenarla, ¿a caso mi padre la abrió en las horas que no estuve?

Respondí rápidamente mi propia pregunta:no. Él sabía lo peligroso que era y mi padre no era de aquellos padres que cambiaban de opinión, era más bien, de aquellos retos. Pero, entonces, ¿quien lo había hecho?

Respiré profundo y me acerqué a la ventana.

El aire me azotó en el rostro con fuerza, despeinando aún más mi cabello enredado. Mi piel se erizó al instante en que vi una sombra que reposaba bajo un árbol.

Había alguien allí y me observaba.

Inmediatamente cerré la ventana, esta vez con el pestillo, la tranqué para que no pudiese abrirse desde fuera. Mis dedos temblaban, sentía que las palpitaciones de mi corazón provocarían un colapso, y que, dentro de unos minutos, moriría.

Las Luz de mi lámpara parpadeó unos instantes hasta que se estabilizó por completo, y ahí, en la mesita de noche, había un papel doblado.

Me quedé paralizada, intentaba comprender qué demonios sucedía, porque se sentía como esas escenas en las películas de terror, donde estás a punto de ser acuchillada. Observé toda la habitación con detenimiento, todo parecía estar en orden, la puerta estaba cerrada, pero... ¿ese papel, quien lo había puesto allí?

Volví a tirar un vistazo a la ventana, no podía ver a través de ella, la cortina negra me lo impidió, pero eso no borró el pensamiento de que esa sombra era de alguien, había alguien y estaba segura.

No podía estar tranquila hasta saber si había o no alguien. Daba por cierta la sospecha, pues me sentía observada; en cada paso, lo sentía cerca, era tenebrosa la madrugada, se sentía como una pesadilla.

Había un profundo silencio.

No había ruidos, ni siquiera los pájaros producían su típico sonido.

Llevé mis manos a mi cuello, buscaba el collar, pero no estaba, no estaba en el momento que más necesitaba de él. Era esa mi protección, mi madre me había hecho prometerle que jamás me lo quitaría porque era ese mi refugio, pero no estaba. No estaba.

La desesperación y angustia me consumían con rapidez, intentando ahogarme.

Mi pecho subía y bajaba sin parar y cada vez más rápido.

El papel seguí allí.

Me debatí entre tomarlo y leerlo o simplemente salir corriendo en busca de papá. Pero algo me amenazaba, algo me advertía que lo mejor era callar y ser silenciosa, algo muy malo podría pasar.

Entonces pasó... un fuerte viento golpeó la ventana, provocando que por una pequeña abertura, entrara suficiente aire para que el papel que tanto dudé si tomar o no, rodara y reposara justo al lado de mis pies.

No me quedaba opción, tenía que leerlo.

Cerré mis ojos con fuerza y decidí armarme de valor y tomarlo.

Me agaché y desdoblé el papel que temblaba en mis manos, había una caligrafía muy alineada y fina, decía: "No intentes cruzarte en mi camino, podría llevarte a tu peor y más cruel perdición".

Entonces las luces se apagaron...

HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora