Geydi.
—Por favor, no me dejes más tiempo aquí.— Sophia lloraba desesperada, sus manos estaban atadas pero trataba de extenderla hacia a mi, quería correr hacia ella, pero algo me lo impedía; mis pies.
Me uní a su llanto.
—Sophia, ¡Perdona mi torpeza!— agaché la cabeza llena de vergüenza.— Yo... yo no puedo moverme.— susurré muy bajo sin poder creerlo, Sophia estaba a escasos centímetros de mi, podía desatarla y acabar con todo, estábamos sola en aquel lugar tan extraño donde solo se escuchaban nuestros gemidos y el ruidoso llanto de ambas.
—Geydi, hazlo. Puedes moverte.— me animó hacerlo, entonces me lo propuse mentalmente.
Y abrí los ojos.
—¡Oh! Cariño, al fin despiertas.— gritaba mi madre en mi pecho.—Creí que ibas a morir
—Pero... Estaba con Sophia, iba a ayudarla, yo... iba a ayudarla.— rompí a llorar desconsoladamente, no podía creer que había sido un puto sueño. No, no podía ser.
—La están buscando hija, ahora lo importante es que luego de 7 horas, despiertas.— mi madre intentaba sonreír pero la verdad es que su labio inferior temblaba sin parar y sus mejillas estaban tan hinchadas que era evidente que se había pasado esas 7 horas en llantos y sin dormir, pues sus ojos estaba rojos e hinchados igual.
Mi cabeza dolía y sentía mi garganta muy seca, apenas podía hablar. Mamá pareció notar que tenía sed y me dió un poco de agua, consiguiendo que me relajara solo un poco.
—Sophia corre peligro, mamá.— dije y mi voz se escuchó, esta vez, ronca. —Sophia, ella... ella corre peligro mamá.— dije mirándole directamente a los ojos, mamá se asustó y un escalofrío nos arropó, pude ver la piel de mamá erizarse, ella sabía que no había nada incierto en lo que decía, era una cruda realidad; Sophia corría peligro.
Iba a morir, de no ser por el sueño que había tomado lugar en mi mente, moriría. La voz de Sophia me animó a vivir un poco más, a despertar luego de 7 horas, ¿cómo llegué al hospital? ¿En qué momento dejé a Sophia en manos de un cualquiera? siempre estábamos juntas, debíamos estarlo ahora, ¿que había pasado? Rompí en llantos una vez más, estaba al borde, muy al borde, cómo pérdida y sin salida, me sentía la peor; miserable, traicionara y egoísta ser humana, si es que podía llamarme "humana".
El doctor llegó luego de unos minutos en silencio, donde mamá me había dado el espacio para llorar y desahogarme, solo me tenía envuelta en sus brazos, acariciando mi cabello suavemente y le agradecía. Estaba harta de palabreríos, quería ver las cosas solucionadas y no que me lo anden prometiendo.
—Buenos días.— la suave voz del doctor llamó nuestra atención y nos separamos para escucharle.— por favor, firme la de alta de su hija.— volvió a decir extendiendo un bolígrafo sobre una hoja llena de letras y una raya vacía al final.
Los doctores siempre sonríen, aunque todo esté mal y sepan que su paciente está muriendo o le queda poco tiempo, e incluso, sonríen cuando van a la sala de espera y dicen a unos familiares que nerviosos y desesperados, esperan noticias y no mala, muestras su sonrisa débilmente y luego dicen las palabras más duras e inesperadas: La operación fue un éxito, pero el paciente falleció. ¿Eso les enseña la medicina o es una parte de la psicología? Tiene que ser.
Retiraron el aparato de oxígeno que estaba en mi nariz y el suero que estaba en mi brazo, en una silla de rueda me llevaron hasta el taxi que mamá había llamado.
—Gracias a Dios que un chico te encontró, hija. Ibas a morir.— susurró mi madre acariciando mi mejilla.
—¿Que chico, mamá?
—Ha dicho que se llama, Evan.— dijo y rápidamente rebusco algo en su cartera.— te ha dejado su número, dice que en cuanto despierte, le llames.— me extendió un papel y lo tomé.
Mis ojos se abrieron como platos, el papel comenzó a temblar en mis manos, un torrente de emociones me tomó por sorpresa, estaba feliz y esperanzada, pero también estaba asustada, muy asustada.
—Mamá, ¿llegué con mi móvil al hospital?
Mi madre negó con la cabeza pero luego dijo: —Evan dijo que no lo llevabas, ¿lo haz perdido?— preguntó confundida.
—¡Mamá, no!—Exclamé.—He dejado el móvil en el sitio que Sophia está, posiblemente secuestrada.
—Tenemos que avisarle a la policía para que lo rastree y den con el paradero de Sophia.
Mi madre marcó rápidamente a la policía y está respondió al instante, y salieron de donde se encontraban para conseguir la ubicación del móvil, era muy probable que estuviera en casa de Evan, y que allí aún estuvieran Sophia y el, porque estaba más que segura que estaba viva y secuestrada.
Después de unos minutos llegamos a nuestro hogar, mis hermanos me recibieron en un fuerte abrazo y luego me brindaron un pastel, del que solo pude darme unos bocados para complacerlos, pero en realidad obligaba a mis estómago a recibir algo que no quería, yo solo quería ver a Sophia viva y poder expresarle cuanto lo sentía, y abrazarla.
El nerviosismo se había apoderado de mi.
El padre de Sophia había llegado, se me cayo la cara llena de vergüenza, no podía siquiera mirarle a los ojos, sabía que la curiosidad nos había ganado una vez más y que habíamos salido por nuestras propia cuenta tras un asesino peligrosamente silencioso, uno que ni siquiera rastros de su identidad, dejaba. Pero ya le habíamos conocido. Sophia y yo éramos una. Siempre tenía que ser así; juntas para todo y en todo. Mayormente si una tenía un problema, la otra también. Nuestros padres estaban cansados con nuestras problemáticas en la facultad, pero a decir verdad, siempre nos buscaban el lado, no éramos nosotras las que íbamos a buscar conflicto, pero en este caso, solo en este, las verdaderas culpables si habíamos sido nosotras, por no querer dejar en manos de la policía todo, y tomarlo nosotras.
—No.— dije en voz alta, tomando por sorpresa a todos.— a mi no me van a dejar aquí.
—Gey, es peligroso cariño.— dijo mi madre acercándose a mi para tomarme por los hombros y calmar mis impulsos.
—No mamá, yo voy a ir.—la aparté y pase a su lado.
—¡Hija!— le escuché llamarme y volteé a ver.
—Voy a estar bien.— le aseguré, teniendo en cuenta las baja probabilidades de que todo marchara bien realmente, no sabíamos que nos esperaba a continuación, ¿un mal de heridos? ¿O la banda de asesinos que posiblemente Adán tenía? Estábamos a la que fuera.
—Tú... tú me salvaste la vida, Evan.— corrí a los brazos de un chico que no conocía más que su nombre pero me había salvado la vida y está era una tercera vez que le veía, me sentía más que agradecida, aunque avergonzada también por mi actitud en el cementerio la primera vez que le vi.
Me envolvió en un cálido abrazo y pasó la mano por mi cabello.
—Me alegra verte bien, Geydi.— dijo aún sosteniéndome en sus brazos, sentía cómo sonría, era un buen chico.— casi mueres, te encontré tirada en la carretera en horas de la madrugada.
Me aparté de el rápidamente y le miré directamente a los ojos.
—¿Reconoces aquella carretera?
—Si, por eso me ofrecí de ayuda a la policía.— respondió y casi salto de alegría.
Íbamos a encontrar a Sophia y esos malditos desquiciados iban a pagar por todas.
Una patrulla de la policía se encontraba frente a la casa en que vivía, solo habían cuatros policías, mi tío, padre de Sophia, Evan y yo.
La policía habían mandado refuerzos, me sentía respalda y con las fuerzas necesarias para un enfrentamiento, que, sería lo menos que haría por Sophia, aunque le había dejado sola.
<<Vamos por ti, mi querida Soph. Vamos por ti cariño.>> cerré mis ojos con fuerza y me lo prometí a mi misma.
![](https://img.wattpad.com/cover/247972873-288-k459665.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Herida
Mistério / SuspenseCristina Wiltom lo sabía todo. Fue herida como las demás, pero se había llevado todo lo que sabía a la tumba, dejando en manos de Sophia clein, un inquietante, desesperante y terrorífico misterio que resolver. Sin pruebas era imposible confirmar y c...