D I E Z

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—Hija.— la voz de mi madre me detuvo antes de salir disparada por la puerta trasera.—¿A donde vas?

Odiaba no ser un poco más cuidadosa al dar un paso cuando me escapaba de casa.

—Quedé con Laura en el parque.— mentí.

—Liza, sabes lo peligroso que es...— su voz estaba cargada de miedo.

—¿Peligroso?

Ella asintió con la cabeza mientras que yo reía amargamente de la situación, mi madre no sabía qué tenía a una asesina como hija, porque eso era; una asesina.

—No tardaré, lo prometo.— dije para calmarle, pero no obtuve éxito, más no podía detenerme, debía ir tras mi objetivo: terminar con mis sospechas y descubrir si eran ideas mías o lo cierto.

—Cariño...— mi madre volvió a interrumpir mi salida, parecía tan preocupada y tensa que le brindé una sonrisa intentando desaparecer sus miedos.— tomemos un café, hace mucho que no lo hacemos, yo... bueno ¿te apetece?

Ni siquiera lo pensé, esa podría ser la última vez en que compartiéramos un café juntas, y no, no me sentí triste porque merecía todo, menos la libertad.

Disfruté el café con mi madre, luego le di un beso en la mejilla como despedida, lo que en realidad era una costumbre, pero me aseguré de que ese día sea diferente al resto, porque no estaba segura si regresaría.

Habían pasado tres semanas después del entierro de Jules, tres semanas llena de búsquedas por parte de la policía, búsquedas sin éxito, ¿cómo es que podía suceder algo así? Que un asesino se saliese con la suya, y que tuviera un pueblo fundido en un trauma, la prensa y su función eran una mierda.

Pensé que algo así jamás volvería a pasar en aquel pueblo, pero Sophia y Geidy no habían acabado con el asesino, y justamente ese, buscaba yo.

Nadie salía de sus casas. Todos estaban consumido por el miedo y la angustia.

Había decidido ir a casa de Laura, sin avisarle, quería dar con mi objetivo: encontrar a Adrián.

Ese chico era un misterio puro, pero luego del cruel asesinato de Jules, había desaparecido por completo, ni siquiera recibía mis mensajes, le llamé y me enviaba al bufón sin parar, como si con la muerte de Jules, él también se hubiese ido, y eso, eso me dejaba mucho qué pensar.

No era una estúpida, jamás creía en las excusas que inventaba Laura sobre su ausencia, ¿donde podría estar trabajando si todo estaba cerrado por motivo de un nuevo "toque de queda" precisamente por asesinos que andaban sueltos, matando a sangre fría y sin parar? Le hacía creer que si, pero no me tragaba sus mentiras, si era yo, una asesina suelta que aún no encontraban por falta de pruebas y por la ausencia de huellas en los cadáveres que dejé en aquel Yacuzzi. Y a decir verdad, dudaba de si podrían encontrar alguna pista.

Los aeropuertos estaban cerrados, incluso el pequeño pueblo también, nadie podía irse o escapar.

Llegué a la enorme casa de Laura, toque insistentemente hasta que Laura apareció.

El cielo estaba oscuro, un viento frío chocaba contra mi piel, haciéndome estremecer y erizarme el bello, y unas fuertes gotas comenzaban a caer del cielo.

—¡Déjame pasar, estoy helada!— grité abrazándome a mi misma.

—Claro liza, permite...ah!.— gimió al ejercer fuerza y luego abrir algunos candados dificultosos.

Su cabello estaba hecho un desastre pero se veía igual de atractiva, y su rostro inundado en pecas, era un toque final a un físico poderosamente atractivo y hermoso.

—¡Sí que estás helada!— exclamó en cuanto entré a su apartamento.— espera aquí, iré por un abrigo.—volvió a decir y desapareció por el pasillo.

Al cabo de un minuto, apareció y me extendió un abrigo con buena tela, me quedó desahogado pero calmó mis temblores a causa del frío.

—¿Me brindas un chocolate caliente?

—Si, ya lo tenía pensado.— respondió Laura yendo de inmediato a la cocina.

—¿Que sabes de tu primo?— lancé acercándome a la cocina.

Ella apartó un mechón de su rostro, y continuó concentrada en lo que hacía, ni siquiera me dirigió la mirada.

—El...él está en el campo.— dijo en una risa cargada de nervios, me vió asentir y volvió a añadir: —Ya sabes, ayuda a su abuelo siempre que tiene esas grandes cosechas.— hizo un gesto que me causó risa, pero su mentira más.

Laura estaba muy convencida de que sus mentiras yo me las creía como una tonta adolescente cree que se han enamorado de ella y que solo tienen ojos para ella. Pero le seguí el juego, le hice creer que sí, cuando todo era no.

—Descuida, no tenemos ningún compromiso, pero extraño las calientes conversaciones y sus juegos en la cama.— sonreí y puse cara de pervertida. Algo que si era, pero en esos momentos fingía.

Laura, por otra parte, parecía algo inquieta con mi declaración, y algo en mi cabeza me gritaba que Laura, quizás, podría sentirse atraída por su primo, muchas de sus actitudes lo confirmaban.

—Supongo que no tiene tiempo.— se encogió de hombros como si fuese obvio y yo no lo quería ver así.

—¿Y si ya no quiere hablarme?— fingí estar muy preocupada por ello, y ella pareció creerlo.

—Te vas con otro, por ahí hay un montón de chicos a los que estoy segura que le gustas, Adrián no lo es todo.— respondió.

Le gustaba, y quizás se lo tiraba de vez en cuando, y no la culpaba, él estaba muy bueno y ellos decían vivir solos allí, Laura por la facultad y Adrián para cuidarla.

—Quizás si.— le di la razón.— pero... ¿te ha dicho cuando regresa?

—Quizás tarde unos meses más, no lo sé.

<<Ya no será necesario que me mientas, yo sabré lo que quiera, verás que si, Laurita.>> dije para mis adentros.

Saqué las tazas fingiendo ayudar, ella no intervino y fue lo mejor para mi plan, con sumo cuidado disolví unas pastillas en su taza, una que en poco tiempo la pondría a dormir y yo iría en busca de información a su habitación, y otros sitios en la casa. Y sucedió, mi plan se dió con éxito, al cabo de un rato, Laura había tomado su chocolate y se había quedado dormida, tan dormida como un bebé de un mes.

Fui por el mismo pasillo en qué había llegado ella, y al fondo, estaba su enorme habitación. Estaba decorada como la de una niña frustrada con el color rosa. Todo estaba en su puesto, ordenado y muy limpio. Comencé abrir gavetas y a rebuscarlo todo, pero no había nada allí que aclarara mis sospechas.

Solté aire por la nariz y me dispuse a salir, aún quedaba una habitación, pero antes de salir de allí, algo llamó mi atención; era un bolso de piel, estaba colgado en la pared, aunque muy alto, me estiré unas veces y no lo alcancé.

Algo podía haber allí, algo súper importante, pues era el bolso más abultado de todos y parecía único de un asesino, así que busqué algo que pudiera servirme y me subí encima de, y pude alcanzarlo, el bolso estaba en mis manos y pesaba un montón.

Sin dar tiempo a que Laura despertara o alguna visita llegara, abrí el bolso.

Había muchas cosas allí, pero lo impactante no era un maquillaje, ni relojes caros, y mucho menos el collar de oro que había, lo alarmante no era nada de eso.

Lo que llamó mi atención fue un móvil, uno que reconocí mucho antes de encenderlo.

Era el móvil de Jules...y eso sí que era alarmante.

HeridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora