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–Lalisa ¿quienes son ellos?-pregunté mirándola fijamente en busca de respuestas pero solo me ignoró como suele hacer la mayor parte del tiempo, mas mi molestia se vió opacada por la preocupación al ver una gran mancha en la manga de su traje de un tono más oscuro y al seguirla no pude evitar tapar mi boca para no gritar, se distinguía mucho mejor en su camisa blanca, es sangre–Estás herida-exclamé perdiendo la voz por unos segundos, mis ojos escocían y quería llorar  no lo entiendo he visto sangre y heridas antes pero nunca me había afectado de esta forma.

–Lo sé-contestó como si nada, con su mismo tono indiferente, odio esa parte de ella, la odio mucho, odio que no se preocupe por los demás, que no se procupe por ella, que solo le interese su estúpido trabajo.

–¡Lo sabes, lo sabes!-golpeé su brazo por suerte la bala le dió en el izquierdo o la hubiera lastimado–¡lo sabes todo pero sigues siendo lo suficientemente estúpida como para no ver que le haces daño a los demás con tus palabras!-la golpeé otra vez haciendo que perdiera momentaneamente el control del auto.

–¿¡Acaso nos quieres matar!?-gritó al recuperarlo volteando unos segundos para encararme.

–¡Sería lo mejor, saldría del infierno que es mi vida y los niños se librarían de ti y todo el daño que les haces!-refuté con la respiración entrecortada, quizás sería mejor morirnos para acabar con toda esta mierda, las lágrimas salieron de mis ojos, me siento agobiada, como si me estuviera ahogando en un lago sin superficie, que por más que intente salir no lo logro, me duele porque la quiero. Tapé mi boca al darme cuenta de lo que había pensado y lloré con más fuerza, no puede ser, seguro estos confundida por todo lo que está ocurriendo, no la puedo querer, a ella no. Ninguna dijo ni una sola palabra después de eso hasta que llegamos a la mansión.

–Señorita Manoban los niños ya están en la casa, ¿ustedes están bien?-preguntó Nam con sutileza tras ver mi rostro hinchado y su brazo sangrando.

–Sí Nam, pero ¿en la casa esta el botiquín con todo lo necesario?-indagué y él asintió, le sonreí en agradecimiento y alé a Manoban del brazo al interior de la casa donde se encontraban los pequeños bastante asustados.

–¡Lili estás herida!-exclamó Irene abrazándola por la cintura.

–No es nada-contestó apartándola y dirigiéndose a su despacho, las ganas de golpearla regresaron a mi con más fuerza, ¡¿cómo puede ser tan fría? es solo una niña! La iba a seguir para reclamarle cuando un agarre en mi brazo me detiene, Jennie me había sujetado y ahora me miraba con súplica y preocupación en sus ojos.

–No la dejes sola, nunca ha tenido alguien que la cuide y tú eres la única «extraña» a la que ha dejado entrar en nuestras vidas, y eres la única en esta casa a la que se abre aunque sea de una forma casi imperceptible-lloró apretando sus labios–cuídala por favor, es más sensible de lo que crees, solo tiene miedo-terminó y regresó con sus hermanos dejándome más que confundida, no sabía que hacer, que decir o como reaccionar, suspiré dando una última mirada a donde se fue Lalisa y me encaminé al baño, cuando encontré lo que estaba buscando entré al despacho encontrándola con un torniquete en el brazo y un vaso de wisky pegado a sus labios, llegué hasta ella y se lo quité dejándolo sobre el escritorio.

–¡¿Qué mierda haces?!-se levantó golpeando la mesa con sus manos.

–Siéntate en el sofá-mandé con firmeza luego de haber cubierto este y el suelo frente a el con nailon–¡Qué te sientes!-exasperé sentándome y colocando el botiquín en un pequeño banquito; la pelinegra me obedeció a regañadientes–¿Quieres que utilize anestesia?-pregunté después de quitarle el torniquete y verla hacer una mueca de dolor.

–No-«bien» musité quitándole el saco y la camisa, al principio puso un poco de resistencia pero al ver mi insistencia se dió por vencida, se quedó solo en un top deportivo azul oscuro, acaricié su brazo buscando la entrada y salida de la bala entre toda la sangre.

–Hay agujero de entrada pero no de salida, la bala aún sigue adentro, tengo que hacer una pequeña insición para poder extraerla-conté parándome y trayendo tres botellas de alcohol de su bar personal–será mejor que te las tomes para aguantar el dolor-las dejé frente a ella cogiendo la botella de desinfectante y gasas, las unté y las pasé por la zona para limpiarla, a estas alturas ya se había bebido una de las botellas, suspiré, espero que no sea de esos que se ponen pesados cuando se emborrachan. Cuando la tuve lo más visible posible la agrandé con el bisturí haciendo un corte perfecto, limpié las pinzas y las introduje bajo su piel buscando la bala, al encontrarla la saqué echándola en una diminuta fuente metálica, la segunda botella estaba vacía y la tercera más abajo de la mitad. Ensarté el hilo en la aguja y cosí la herida lo mejor posible, no quería que le quedara una cicatriz, volví a limpiarla para terminar vendándola con mucho cuidado–Ya está listo-le informé recogiendo el desastre Lalisa me observó sin decir nada, sus mejillas sonrosadas, sus pupilas dilatadas y ojos vidriosos me indicaban que estaba ebria, no le puedo dar los analgésicos ahora, tendré que decirle los horarios cuando esté sobria, recogí el nailon y tomé el botiquín dispuesta a irme pero su voz me detuvo.

–No te vayas-arrastraba las palabras debido al alcohol pero eran lo suficientemente entendibles–no quiero que te vayas, quédate conmigo-se puso de pie intentando caminar pero perdió el equilibrio y casi cae al suelo si no es porque después de soltar lo que tenía en mis manos logré cogerla en mis brazos.

–Estás ebria, es mejor que no hagas ningún movimiento brusco o te podrías lastimar-la regresé al sofá sentándome con ella al negarse a soltarme.

–Solo no te vayas, quédate conmigo.

Catty glance (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora