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–¿Cómo aprendiste primeros auxilios?-inquirió cuando estaba terminando el vendaje haciéndome sonreír, ella nunca se había preocupado por saber algo de mi, al menos nunca me lo había preguntado directamente.

–Mi mamá era doctora, y aunque no me gustaba me obligó a aprender, me dijo que si me gustaban las armas tenía que saber curar una herida de bala, ‹debes saber sanar el daño que provocaste› fueron sus palabras textuales, y tenían un significado más profundo que el que se entiende a la primera, pero en esa época era muy pequeña para darme cuenta-finalizé con una sonrisa plasmada en mi rostro, recordarla siempre me hace feliz y me da tranquilidad, es una paz diferente a la que estamos acostumbrados, es más familiar.

–Era una mujer muy sabia-sonrió Lalisa y no sé si es porque es la primera vez que la veo haciéndolo, pero me pareció la más bonita que alguna vez haya visto, es una sonrisa infantil, achica sus ojos y abulta sus mejillas, algo que no encaja para nada con la personalidad que le muestra a todos–Al parecer tuviste una familia muy feliz.

–Estaba bien, al menos antes de que mamá muriera, después todo se derrumbó, mi hermana casi no me hablaba y ahora menos porque está enamorada de ti-sus ojos se abrieron grandes apartando luego la mirada–y papá me acusaba de estar loca, incluso intentaron que viera un psicólogo y ahora cree que es mejor que me aleje de la familia, que para ellos yo estoy muerta-la primera lágrima se deslizó de mis ojos pero la sequé rápidamente, me prometí no volver a llorar por lo mismo, y es una promesa que pienso cumplir–¿y tu familia?¿qué sentiste cuando viste a tus hermanos por primera vez?-me acomodé mejor en el sofá apoyándome en mi brazo para verla directamente a los ojos.

–Viví ocho años en un horfanato, unos días después de cumplir diez los señores Manoban me adoptaron, creí que por fin tendría una familia pero nunca estaban en casa-el corazón se me encogió en el pecho al escucharla, había sufrido más de lo que mostraba, la había juzgado sin conocerla, pero tampoco tengo toda la culpa, ella se ocultó de mi y de todos los que la quieren–a Jennie la trajeron cuando tenía dos años y le prometí que la cuidaría-llevé mi mano a su mejilla limpiando una pequeña lágrima que se escapó de su ojo izquierdo, contuve la respiración esperando su rechazo mas me sorprendió cuando en vez de apartarme apoyó su rostro en la palma de esta–después llegó Félix, tenía cuatro y debido a un trauma que sufrió a causa de sus padres biológicos no hablaba ni nos permitía acercarnos, pero con el tiempo y gracias a la insistencia de la pequeña Nini conseguimos que mejorara. Por otra parte a Irene la abandonaron en el hospital-el parecido de la historia de la pequeña con la suya fue lo que la atrajo, sintió la necesidad de protegerla al igual que con los otros–por sus pocas probabilidades de sobrevivir.

–Pero lo hizo y ahora es una niña sana, gracias a ti, le diste una familia-comenté al ver la aflicción en su rostro, me estaba arrepintiendo de haber preguntada, creó que removí heridas que aún no están cerradas por completo.

–No es así, ser una Manoban es lo peor que le pudo haber pasado, a los tres, esta familia es un pozo oscuro, te absorbe hasta no dejar nada de ti, hasta hacerte perder la cabeza por completo-su respiración errática y su cascada de lágrimas hacían a mi corazón partirse, sentía que se me desgarraba el alma con solo verla así, me sentía morir.

–Ahora eres tú la cabeza de esta familia, eres tú quien decide que hacer y que no, eres tú la que tiene la oportunidad y el poder de cambiar su legado-sonreí.

–Hoy no, mejor empiezo por algo más importante y a mi alcanze, mis hermanos van primero, así debió ser siempre-sorbió su nariz correspondiendo de la misma forma–Necesito esos antibióticos y calmantes ahora, la herida está comenzando a doler-hizo una mueca de dolor intentando tocarse la venda pero antes de que lo hiciera la golpeé «suavemente».

–No la toques-reprendí mirándola con molestia mientras me ponía de pie para buscar las pastillas, podía sentir su mirada sobre mi durante el corto trayecto, respiré profundo cogiendo el vaso con agua dándome cuenta de que estoy temblando.

–Entonces cuando me bañe ¿como lo haré?¿me ayudarás también a bañarme o algo así?-está bien, no es mala, pero sigue siendo una idiota, instintivamente pateé su pierna al mismo tiempo que gritaba por mi vida.

–¡Solo era una broma, no tenías por que pegarme!-gritó sobándose la parte afectada y me sentí mal, pero no es del todo mi culpa, si Lalisa no hubiera SIDA una idiota desde el principio, tal vez, y solo tal vez, no habría reaccionado así.

–Tómate eso-demandé en un susurro con la cabeza agachada, rió tomando las cosas y dejando una suave caricia en el dorso de mi mano que solo logró que mis mejillas ardieran aún más, las acuné cerrando los ojos intentando tranquilizarme.

–Señorita Lisa, señorita Rosé-llamó CL tocando la puerta y asomándose después por esta misma–venía a informarles que la cena ya esta lista y los niños ya esperan por ambas en el comedor-informó y luego se fue dejándonos solas otra vez.

–Ve tú primero, yo tengo una llamada que hacer antes, después los alcanzo-comentó regresando a su escritorio, asentí suspirando.

–Te esperaremos pero por favor no demores mucho, los pequeños no pueden comer tan tarde. Y..¿irás esta noche a escuchar la historia?-inquirí con el alma en un hilo, si retrocedía en su comportamiento lo que pasamos y nos contamos hace unos minutos solo quedaría como una fantasía, un sueño que nunca se haría realidad.

–Claro que estaré allí, lo prometí ¿no?-asentí con una sonrisa y le di la espalda saliendo del despacho.

Catty glance (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora