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–Son mis hermanos-mis ojos se centraron en ella procesando las palabras que acababa de decir ¿hermanos?¿por eso la última regla?¿ellos no sabrán nada de las cosas turbias que hace su hermana?–Roseanne vivirá con nosotros a partir de ahora-les comunicó y los tres abrieron los ojos sorprendidos, los entiendo, si Alice llegara a la casa con una extraña y nos dijera eso yo le montaría un show y de los grandes–Toma asiento-asentí y me senté al lado de la más pequeña.

–Hola-me sonrió y yo apreté su mejilla, es muy tierna, tanto que hasta se sonrojó–¿Podrías cortarme la carne? aún no he aprendido-hizo un puchero y me derretí de la ternura.

–No la molestes Irene, yo la cortaré-regañó Jennie pero yo negué.

–Está bien, lo haré, no me cuesta nada-le aseguré y asintió avergonzada, toda esta familia es jodidamente tierna exceptuando a Lalisa, ella no pertenece aquí.

–Gracias, antes la que lo hacía era Lili, pero después de que nuestros padres murieron se alejó de nosotros-contó con los ojos cristalizados y provocando miradas tristes en los otros dos menores–la extraño mucho aunque esté aquí-confesó en un susurro.

–Irene no debes decir esas cosas-la reprendió Felix jugando con su comida y sin mirarla.

–¿Sabes?-tomé sus manos entre las mías dándole pequeñas caricias–mi madre murió cuando yo tenía trece años, era la más apegada a ella y me dolió mucho cuando ocurrió, sobre todo porque mi hermana Alice se alejó de mi, me sentía sola, pero con el tiempo me di cuenta que ella también sentía dolor y que solo se alejó para que yo no lo notara, hay personas que no saben expresar lo que sienten y por eso también sufren, no importa en que momento, tú di lo que sientes porque a veces puede ser demasiado tarde y te puedes arrepentir-terminé de hablarle y besé su frente, me sentía identificada con la pequeña, sé lo que se siente perder a alguien que quieres y no es fácil afrontarlo. Dejé el plato frente a ella y empezamos a comer, estaba deliciosa, se parecía mucho a la que cocinaba mi abuela, se sentía ese sabor a hogar, a familia, a amor.

–¡Dios, nunca había visto a una mujer comer con tantas ganas!-exclamó Manoban con el ceño fruncido.

–¿Es que acaso las mujeres con las que andas no comen?-pregunté con obviedad, la comida es mi debilidad, nunca he entendido a esas mujeres que no comen para mantener la línea.

–Pues no, esas chicas aunque tengan hambre no comen, se hacen las finas solo para sorprender a mi hermana-comentó Felix encogiendose de hombros–Tú come, de todas formas vivirás aquí y no te quedaría más opción que asaltar el refrigerador en la madrugada-rió y Jennie con él, me sonrojé y tomé agua para bajar la vergüenza. Terminamos de comer sin decir una palabra más.

–¿Me arroparías?-preguntó Irene jugando con el borde de mi vestido.

–Claro princesa, vamos-le extendí mi mano para subir las escaleras y ella la tomó–Supongo que la tuya es la que tiene la I rodeada de flores-asintió y entramos a la habitación al lado de la mía–ponte el pillama en lo que yo preparo la cama-entró al baño y quité las cobijas acomodando las almohadas, se acostó y la tapé dándole un beso en la frente.

–¿Y un cuento?-puchereó haciendome reir, me senté a su lado y suspiré.

–Había una vez una princesa hermosísima pero muy malvada y arrogante que todos odiaban por lo que vivía sola en su palacio, solo un par de personas aún permanecían a su lado porque podían ver la calidez oculta en su corazón. Un día tormentoso una ancianita tocó las puertas del palacio en busca de refúgio pero la princesa se lo negó, la anciana no era más que una poderosa bruja que la hechizó con estas palabras «En tu corazón abunda la oscuridad, eres incapaz de sentir afecto por alguien por lo que te condeno a vivir como una bestia hasta que logres que alguien pueda amarte y tú amar de vuelta, tendrás hasta que el último pétalo de esta rosa caiga para lograrlo, si no permanecerás convertida en bestia para siempre» concluyó el embrujo y desapareció entre la neblina, dejando solo a su paso una bella rosa azul-terminé con una sonrisa viéndola dormir, me levanté y salí de la habitación encontrándome con Jennie en el pasillo.

–¿Qué pretendes con esto?

–No entiendo-aclaré cerrando la puerta de Irene.

–Te lo diré más claro, si piensas irte demaciado rápido no permitas que Irene se apegue a ti, es pequeña, no soportaría perder a alguien más, se está ilusionando contigo, por favor no le rompas el corazón-explicó con voz suave calmándose un poco.

–Tranquila Jennie, no tengo planeado irme pronto, cuidaré de ella, lo prometo-sonreí y ella asintió.

–Gracias Roseanne.

–No hay por qué, y puedes decirme Rosé, lo prefiero así-apreté su hombro en señal de confianza, mamá solía llamarme así, entiendo sus preocupaciones, estos chicos necesitan de alguien que los cuide y los apoye, que esté con ellos y que pueda contestarle sus dudas, y por lo que parece Manoban no es esa persona–Y, puedes contar conmigo para lo que sea, si algún día quieres hablar con otra chica aquí estoy, sé que debes tener muchas amigas pero hay veces que necesitamos a alguien mayor para que nos guíe y nos de buenos consejos-sus brazos rodearon mi cuerpo y correspondí de igual forma sobando su espalda.

–Está bien-dijo cuando nos separamos–Que descanses Rosé.

–Que descanses Jennie-me despedí y entró a la habitación en diagonal a la mía, hice lo propio y me saqué las plataformas encontrando un pillama verde sobre la cama con una nota «póntela y duerme» bufé y me saqué el vestido y el sujetador poniéndome la que ella había dejado, quité el cobertor de la cama y me acosté tapándome hasta el cuello, espero que el día de mañana sea mejor que el de hoy.

Catty glance (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora