17.- Expulsión

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— ¿No llegó el tutor? — interrogó la directora a la profesora del chico.

— No, me temo que nadie vino.

— Llama al muchacho. — ordenó sacando de su escritorio la carpeta con sus documentos.

La maestra asintió obediente y se dirigió al aula donde se encontraba, entre juegos y risas, los alumnos pasaban el rato hasta que ella entró.

— Bien, chicos, por favor, anoten la tarea de mañana que proyectaré en el pizarrón — pidió encendiendo su laptop y mientras el proyector mostraba la imágen, ella aprovechó el silencio — excepto tú, Killua, te llaman en dirección.

El silencio incómodo no se hizo esperar, Gon cruzó una mirada triste con él, sabían lo que eso significaba.

— Killua Zoldyck. — leyó su nombre en el archivo con sus datos — como tus tutores no vienen a las juntas y tampoco accedieron a hablar conmigo tras tu último reporte, lograste el máximo límite de suspensiones e incumplimiento de normas de la escuela. Por lo tanto, no me dejas más opciones — le entregó una hoja firmada por ella donde sentenciaba su castigo — quedas expulsado permanentemente de este colegio. Te pido que recojas tus cosas del casillero y le avises a quien esté a tu cargo que tus padres irán por ti.

— ¿Qué? — la sangre se le fué a los talones al escuchar lo último. Sus padres ni siquiera sabían dónde estudiaba ni con quién vivía, el terror lo invadió entero.

— La irresponsabilidad que han demostrado tus cuidadores es tal que me he visto obligada a comunicarme con tus padres, Killua, tus amigos no son tu familia, tienes que regresar a tu hogar.

— ¡Pero...

— Eso es todo. Retírate.

Como al chico Zoldyck se le formó un nudo en la garganta, tomó la hoja y salió de la dirección, se dirigió a su casillero y guardó lo que más le importaba en su mochila, el resto de libros y artículos escolares los dejó regados por el suelo hechos pedazos.

Esperó a Gon en la entrada pero no dijo nada en todo el camino y aunque eran tan buenos amigos, el moreno prefirió no hacer ningún comentario, pues durante ese que parecía un eterno trayecto a casa lo escuchó sollozar con la cabeza agachada.

Killua jamás había llorado así y sabía que no era por la expulsión, algo malo estaba por pasar.

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