24.- Uno menos

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Esa noche, la cena sabía más insípida de lo normal, aunque era la misma pizza que encargaban siempre, había dos trozos de sobra que nadie quería comerse.

— Somos un desastre. — dijo Leorio en voz baja — debí ir a esa reunión y pedir otra oportunidad.

— Leorio, no era tu responsabilidad, era la mía y volví a fallarte, lo siento... — el rubio se mordió el labio intentando no llorar.

— Tampoco es tu culpa — tocó su hombro tratando de calmarlo — voy a llamar a un amigo que es abogado, nos puede ayudar a denunciar a sus padres.

— Si hacemos eso, igual no volveremos a verlo, se lo llevarían a un orfanato. — dijo Kurapika sin ánimos.

— Sería un poco mejor que dejarlo en esa violenta familia. — justificó Leorio.

— Tienes razón, pregúntale qué podemos hacer. — aceptó Kurapika antes de recoger los platos, notando que Gon no había comido nada. — todo va a estar bien, lo solucionaremos.

Gon asintió y se encerró en su habitación, después de todo, era quién lo estaba pasando peor tras la ausencia su mejor amigo.

Kurapika entendía ese sentimiento de vacío y dolor, así que evitó hacer más comentarios al respecto.

— ¿Qué tal el trabajo? — cambió de tema el estudiante de medicina.

— Normal, me nombraron vicepresidente en mi primer día— respondió con tono sarcástico.

— ¿Estás bromeando? — rió Leorio.

— No, mira esto — le mostró su tarjeta empresarial.

— Santo... dios, Kurapika, ¡esa es una gran noticia! ¿porqué no estás gritando de felicidad?

— Porque... no lo sé... no me parecía un motivo para festejar si falta uno de nosotros, acepté el trabajo porque ya no quiero estar en casa perdiendo el tiempo mientras todo esto sucede, no pude evitar que Killua se fuera pero al menos ya no tendrás que preocuparte por el dinero.

— Kurapika, el dinero nunca me ha preocupado — dijo Leorio un poco ofendido — no quiero perderlos, sé que mis estudios consumen mucho tiempo e inversiones, pero creo que estás de acuerdo conmigo en que si no podemos lograrlo juntos, no tiene sentido. — guardó la pizza sobrante en el refrigerador y después sintió a Kurapika abrazándolo por la espalda.

— ¿Qué vamos a hacer? — estaba aterrado, tampoco quería ver desintegrado el pequeño grupo.

— Por ahora, lo mejor que podemos hacer es continuar y buscar la manera de ayudar a Killua. — propuso Leorio seriamente — Recuerda que su familia está vinculada con asesinatos.

Nuevamente, educado en casa, con tutores estrictos, padres perfeccionistas, hermanos violentos y heridas abiertas.

Tras un riguroso castigo, Killua Zoldyck estaba de regreso en su habitación de penumbra, escuchando las discusiones y gritos de su disfuncional familia.

Sobre un pequeño escritorio había una tablet nueva para él.

— ¿De verdad piensan que así los voy a perdonar? — renegó encendiendo el dispositivo.

Sus padres acostumbraban darle regalos en forma de disculpa, casi nunca le prestaban atención y lo mantenían bajo control con la ayuda dd sus múltiples mayordomos.

Millonarios y prestigiosos, tenían que mantener a raya a cada uno de sus hijos, sobre todo al más rebelde.

Comenzó a usar la tablet intentando comunicarse con Gon, pero no podía hacerlo, no había manera de descargar redes sociales ni juegos online.

— Está asegurado por un sistema de control parental. — dijo Illumi entrando a la habitación sin su permiso. — No puedes contactar con tus amigos nunca más, olvidalos, no te traen nada bueno.

— ¿Y ustedes sí? — se molestó Killua.

— Somos tu familia, tienes que estar donde perteneces.

— No los considero familia.

— Ese es tu problema. Mañana llega tu nuevo tutor, usarás la aplicación que viene ahí por defecto, te aseguro que encontrarás algo de cultura para que olvides a esas personas.

— ¡No quiero estudiar! — gritó enfurecido con lágrimas de ira cayendo de sus ojos — ¡quiero jugar con Gon! ¡quiero comer pizza con mis amigos! ¡quiero ir a casa!

— Estás en casa. — dijo Illumi sin importarle el llanto de su hermano, salió de la habitación y cerró con llave, asegurando el encierro el albino.

— ¡Los odio! ¡odio vivir aquí! ¡lo odio!

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