18.- ¿Discusión familiar?

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— Me engañó, yo lo sabía, nunca debí hablarle, simplemente me debí quedar a leer y ya. — con las manos sobre la cabeza y recargado en el comedor, se lamentó por el tiempo perdido — ¿cómo pude caer en algo tan infantil? creyéndole a un perfecto desconocido y además hablándole de mí. Qué patético y desesperado fanático soy. Por suerte ya lo eliminaron.

Y hablando del eliminado, no se tomó nada bien haber sido expulsado injustamente. Pero antes de apelar en la app, decidió descargar su ira en el verdadero culpable.

— Tengo que llamar a ese imbécil. — gruñó marcándole a su manager, quien contestó bastante rápido.

— ¡Helloooo! — saludó con su típico entusiasmo ensayado.

— ¿Qué pasó con la dedicatoria?

— Hey, qué mal educado, primero debes saludar.

— Hola Pariston, ¿porqué mierda no agregaste lo que te pedí? y encima cambiaste todo, ¿qué te sucede?

— Mira, estoy un poco ocupado, ¿qué tal si lo hablamos en persona? te mando cita, ¡cuídate! — colgó de inmediato.

— Infeliz... — negó Chrollo a la vez que procesaba la información y en un segundo, todo tenía sentido, la visita, el celular bajo la almohada, el momento en que lo dejó solo para ir al baño y su insistencia para que no tomara el celular hasta que regresó del club — ah, ya entiendo... él bloqueó a Kurapika.

En casa del rubio, este seguía estupefacto ante el reciente descubrimiento.

— Al menos ya no me siento triste, pero me enfurece que idiotas en internet lleguen a este extremo con tal de llamar la atención. — bloqueó la pantalla y se levantó de la silla — Ni hablar, iré a preparar la cena, necesito descargar mi energía antes de que lleguen los... — guardó silencio un segundo y se quedó parado al lado de la puerta.

— Shh, que no te escuche. — susurró Killua caminando de puntitas, al abrir lentamente la puerta.

— Hola chicos, ¿cómo les fué? — saludó el rubio asustandolos.

— Diablos, es Kurapika, él siempre nos detecta. — se quejó el albino — con Leorio funciona todo el tiempo.

— Los escuché desde que se acercaron a la puerta ¿qué hicieron ahora? — Kurapika sabía que cuando se portaban así, habían hecho alguna travesura.

— Eh, yo no, Killua... — Gon quiso explicarlo pero se quedó callado tras resentir el trayecto que tuvieron saliendo del colegio.

— ¿Y bien? ¿qué ocurre? — seguía esperando el Kurta cruzando los brazos.

— Me expulsaron de la escuela. — confesó el albino directamente.

— ¿Qué? estás bromeando.

— Quisiera que fuera así, pero no. Además llamaron a mis padres.

— ¿Porqué? ¡no pueden hacer eso! — alegó el rubio que había firmado un acuerdo de tutoría.

— Sí pueden, porque mi tutor jamás llegó a la junta.

— Dios... me olvidé por completo... — por sus distracciones no tomó atención ni importancia a esa junta, ahora la culpa también recaía en él.

— Ya no importa. Mañana vendrá mi hermano a recogerme y volveré a casa.

— ¿Qué? ¡no! ¡ellos no tienen el derecho después de cómo te maltrataban!

— Kurapika, ya déjalo así, nuestro juego familiar es una basura, ¡no te engañes! — Killua se encontraba tan mal con el asunto que empezó a desahogarse a costa de herirlo con sus palabras — somos 4 buenos para nada intentando vivir juntos en un departamento de renta que apenas podemos pagar, tú eres un retraído social que no aporta nada, Gon está reprobando todas las materias, y Leorio apenas puede con su estudio de medicina, somos una carga y lo mejor es que reduzcamos esa cifra.

— ¡Pero esa no es la solución!

— Ya lo decidí. No seré un estorbo para nadie, volveré con mi familia.

— ¡Tú eres nuestra familia! — insistió Kurapika tratando de convencerlo de quedarse.

— ¡¡No trates de reemplazar a tus padres con nosotros!!

— Killua... — Gon se cubrió la boca como si él mismo hubiese dicho aquello, cruzó el límite pero ya era tarde.

Kurapika se mordió el labio y sus ojos se llenaron de lágrimas, lo que había dicho el chico le destrozó el corazón.

Para evitar quebrarse frente a ellos, salió de la casa sin detenerse.

— Kurapika, ¡no te vayas! — imploró Gon desde la puerta.

— Voy a empacar. — dijo Killua alejándose de Gon.

Killua entró a su cuarto, el cuál compartía con Gon. Aunque era duro para él, sentía que debía dejarlos, pero lastimar a Kurapika no era su intención, haberlo visto a punto de llorar le causó mucho más remordimiento que haber sido expulsado.

— No quiero irme... — lloró abrazándose a una almohada, amortiguando el sonido de su voz quebrada — no quise herirlos... lo siento... lo siento... tengo miedo de volver... no dejen que me vaya... 

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