— Me engañó, yo lo sabía, nunca debí hablarle, simplemente me debí quedar a leer y ya. — con las manos sobre la cabeza y recargado en el comedor, se lamentó por el tiempo perdido — ¿cómo pude caer en algo tan infantil? creyéndole a un perfecto desconocido y además hablándole de mí. Qué patético y desesperado fanático soy. Por suerte ya lo eliminaron.
Y hablando del eliminado, no se tomó nada bien haber sido expulsado injustamente. Pero antes de apelar en la app, decidió descargar su ira en el verdadero culpable.
— Tengo que llamar a ese imbécil. — gruñó marcándole a su manager, quien contestó bastante rápido.
— ¡Helloooo! — saludó con su típico entusiasmo ensayado.
— ¿Qué pasó con la dedicatoria?
— Hey, qué mal educado, primero debes saludar.
— Hola Pariston, ¿porqué mierda no agregaste lo que te pedí? y encima cambiaste todo, ¿qué te sucede?
— Mira, estoy un poco ocupado, ¿qué tal si lo hablamos en persona? te mando cita, ¡cuídate! — colgó de inmediato.
— Infeliz... — negó Chrollo a la vez que procesaba la información y en un segundo, todo tenía sentido, la visita, el celular bajo la almohada, el momento en que lo dejó solo para ir al baño y su insistencia para que no tomara el celular hasta que regresó del club — ah, ya entiendo... él bloqueó a Kurapika.
En casa del rubio, este seguía estupefacto ante el reciente descubrimiento.
— Al menos ya no me siento triste, pero me enfurece que idiotas en internet lleguen a este extremo con tal de llamar la atención. — bloqueó la pantalla y se levantó de la silla — Ni hablar, iré a preparar la cena, necesito descargar mi energía antes de que lleguen los... — guardó silencio un segundo y se quedó parado al lado de la puerta.
— Shh, que no te escuche. — susurró Killua caminando de puntitas, al abrir lentamente la puerta.
— Hola chicos, ¿cómo les fué? — saludó el rubio asustandolos.
— Diablos, es Kurapika, él siempre nos detecta. — se quejó el albino — con Leorio funciona todo el tiempo.
— Los escuché desde que se acercaron a la puerta ¿qué hicieron ahora? — Kurapika sabía que cuando se portaban así, habían hecho alguna travesura.
— Eh, yo no, Killua... — Gon quiso explicarlo pero se quedó callado tras resentir el trayecto que tuvieron saliendo del colegio.
— ¿Y bien? ¿qué ocurre? — seguía esperando el Kurta cruzando los brazos.
— Me expulsaron de la escuela. — confesó el albino directamente.
— ¿Qué? estás bromeando.
— Quisiera que fuera así, pero no. Además llamaron a mis padres.
— ¿Porqué? ¡no pueden hacer eso! — alegó el rubio que había firmado un acuerdo de tutoría.
— Sí pueden, porque mi tutor jamás llegó a la junta.
— Dios... me olvidé por completo... — por sus distracciones no tomó atención ni importancia a esa junta, ahora la culpa también recaía en él.
— Ya no importa. Mañana vendrá mi hermano a recogerme y volveré a casa.
— ¿Qué? ¡no! ¡ellos no tienen el derecho después de cómo te maltrataban!
— Kurapika, ya déjalo así, nuestro juego familiar es una basura, ¡no te engañes! — Killua se encontraba tan mal con el asunto que empezó a desahogarse a costa de herirlo con sus palabras — somos 4 buenos para nada intentando vivir juntos en un departamento de renta que apenas podemos pagar, tú eres un retraído social que no aporta nada, Gon está reprobando todas las materias, y Leorio apenas puede con su estudio de medicina, somos una carga y lo mejor es que reduzcamos esa cifra.
— ¡Pero esa no es la solución!
— Ya lo decidí. No seré un estorbo para nadie, volveré con mi familia.
— ¡Tú eres nuestra familia! — insistió Kurapika tratando de convencerlo de quedarse.
— ¡¡No trates de reemplazar a tus padres con nosotros!!
— Killua... — Gon se cubrió la boca como si él mismo hubiese dicho aquello, cruzó el límite pero ya era tarde.
Kurapika se mordió el labio y sus ojos se llenaron de lágrimas, lo que había dicho el chico le destrozó el corazón.
Para evitar quebrarse frente a ellos, salió de la casa sin detenerse.
— Kurapika, ¡no te vayas! — imploró Gon desde la puerta.
— Voy a empacar. — dijo Killua alejándose de Gon.
Killua entró a su cuarto, el cuál compartía con Gon. Aunque era duro para él, sentía que debía dejarlos, pero lastimar a Kurapika no era su intención, haberlo visto a punto de llorar le causó mucho más remordimiento que haber sido expulsado.
— No quiero irme... — lloró abrazándose a una almohada, amortiguando el sonido de su voz quebrada — no quise herirlos... lo siento... lo siento... tengo miedo de volver... no dejen que me vaya...
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ABOOK
FanfictionKurapika instaló una aplicación para lectores con tal de evitar las redes sociales, sin embargo, entre los grupos de su autor favorito conocerá un peculiar usuario que lo hará desear salir de casa nuevamente. Ninguna restricción le impedirá que se...