El día de la tradicional posada Kurta, ubicada en lo profundo del bosque, Chrollo se presentó con sus padres, y Pariston no llevó a nadie, quería ganarse la admiración del líder de la familia, un anciano que llevaba un bastón.
La atención de dicho líder se centró en el azabache, quien a pesar de no haber estado interesado en ir, terminó por ser el centro de atención, su conversación profunda y carismática agradaba a cualquiera que lo escuchaba.
— Nos alegró mucho conocerlos, — agradeció el líder a los padres de Chrollo — ustedes y su hijo pueden venir aquí cuando quieran, nos agradaría que formaran parte de nuestro clan.
— Es un gran halago, — dijo el padre del jóven, apoyando levemente la mano sobre el hombro de su hijo — Chrollo es un buen muchacho.
A lo lejos, una mirada enrabietada los asechaba, el hombre que estaba más entusiasmado por asistir había sido rechazado por el líder y el resto de Kurtas se alejaban de él.
Lo odiaba, los odiaba, a todos, sin excepción, a ese viejo, al clan, a Chrollo. Por quitarle la atención que buscaba, la aprobación que quería.
Pero se vengaría. Después de todo, ya estaba preparado para un escenario como ese.
— Pairo — llamó el adolescente de apenas 12 años a su amigo, que estaba sentado afuera de la enorme casa — ¿porqué no estás adentro?
— Kurapika... no vinieron niños de mi edad, estoy aburrido. — contestó cruzado de brazos, decepcionado.
— ¿Y yo? — se le acercó sonriendo — ¿te parezco aburrido?
— ¡No es eso! — se apenó Pairo, que tenía 10 años — pero pensé que habría alguien más para conocer y jugar.
— Olvídalo, juguemos tú y yo. — convenció Kurapika, quien siempre estaba dispuesto y lleno de energía.
— ¡Sí! ¡¿qué jugaremos?! — se levantó del suelo rápidamente.
— Mmm... — se detuvo un momento a pensarlo — ¿qué te parece las escondidas?
— ¡Está bien! — aceptó.
— ¡Entonces yo contaré primero! ¡pero no te vayas muy lejos! y no se vale entrar a la casa. — advirtió al menor.
— ¡Sí! ¡sí! ¡empieza ya! — apuró Pairo saltando ansioso por comenzar.
Kurapika se dió la vuelta y ocultando la vista en el muro de la casa comenzó a contar.
— Uno, dos, tres...
Solían contar 10 segundos para no tener tiempo de ir tan lejos.
Culpaba a la falta de luz, a los sonidos del bosque, al ruido del clan reunido en casa del abuelo que era una especie de templo, porque no encontraba a su amigo, tras 30 minutos de cuidadosa búsqueda.
— ¿Pairo? ¿dónde estás? te dije que no fueras muy lejos. — dijo un poco preocupado, escuchando ruidos en lo profundo del bosque, no le asustaba entrar, Pairo se había perdido muchas veces y siempre lograba encontrarlo, por eso jugar escondidas era su juego favorito.
Lo cierto era que Pairo no tuvo intención de irse lejos, se ocultó tras un barril de madera a unos 20 metros de distancia.
— Hola pequeño, ¿estás perdido? — le preguntó un hombre extraño al verlo.
— No, estoy jugando. — respondió incómodo, si ese tipo se quedaba allí, sería descubierto rápidamente.
— Ya veo, ¿y qué estás jugando?
— Escondidas, no hagas ruido. — regañó en voz baja haciendo que el hombre se agachara.
— No lo haré. — susurró detrás de él — Es más, te ayudaré a ocultarte mejor — dijo acercando sus manos sin que el niño inocente lo notara — donde nadie te encuentre.
Por esa razón, Kurapika tuvo que empezar a rastrearlo, logró reconocer bajo la luz de la luna, el tabardo que llevaba puesto, atorado entre las ramas de un árbol seco, entonces escuchó pasos en la oscuridad.
— ¡Pairo! ¡sal ya! ¡tenemos que volver! ¡estamos muy lejos de la casa! — caminó en dirección a donde escuchó el ruido, apoyándose en el tronco de un árbol al sentir que resbalaba, frente a él había un pozo en el casi caía, asomó la cabeza cuidadosamente, todo el alrededor tenía ese olor característico. A sangre. — ¿Pairo? — reconoció gracias a la luz brillante de la luna, pero el niño no se movía — ¡No! ¡¡No!! — gritó horrorizado y después una voz lo sorprendió por detrás.
— Es su culpa, no quiso jugar conmigo. — salió de las sombras mostrándose ante el rubio.
— ¡¿Que le hiciste?! — se enfadó dedicándole un gesto de total repulsión y odio.
Sin embargo, al igual que el otro niño, sus ojos no habían cambiado de color.
— Que decepción, la leyenda no era cierta, te hice enojar y tus ojos no se han vuelto rojos. Ese niño ni siquiera veía bien, más basura que desechar, me dan asco las personas falsas. — Sin previo aviso empujó fuertemente con el pie al rubio, haciéndolo caer al pozo.
Se asomó asegurándose de que había muerto y al no ver señales de movimiento, desapareció en la oscuridad.
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ABOOK
FanfictionKurapika instaló una aplicación para lectores con tal de evitar las redes sociales, sin embargo, entre los grupos de su autor favorito conocerá un peculiar usuario que lo hará desear salir de casa nuevamente. Ninguna restricción le impedirá que se...