34.- Estás despedido

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— ¿Porqué estás aquí? ¿sabes qué hora es? — Chrollo abrió la puerta de mala gana al ver a Pariston del otro lado.

Unos momentos más tarde realmente lamentó haberlo dejado entrar.

— No firmaré. — negó el azabache cruzándose de brazos con una expresión muy molesta.

— ¿Qué dices? — Pariston arqueó una ceja, era la primera vez que Chrollo se negaba a aceptar una de sus propuestas con tanta imponencia.

— No quiero que otra empresa me patrocine, reanuda nuestro contrato con los Nostrade. — su enojo no era para menos, el escritor estaba siendo casi obligado a deshacer permanentemente su contrato.

— ¿Porqué tanto interés en esa empresa? — indagó Pariston usando un tono particularmente tétrico, dando pasos por la habitación hasta llegar al escritorio personal dónde había todavía una carta privada a medias — ¿acaso te llamaron para amenazarte? — tomó la carta tras leer de reojo un pequeño fragmento — ¿o... seducirte?

— Cuidado con las palabras que utilizas. — se ofendió Chrollo al verse descubierto su pasatiempo.

— Cuidado con las personas que te relacionas.

— Muy tarde, ya me relacioné contigo.

— ¡Por favor, Chrollo! ¡¿y todo lo que hago por ti no es nada?! — Pariston subió el tono, aquello iba en serio.

— Estás siendo demasiado injusto, tenemos que hablar de esto, sé directo conmigo ¿porqué quieres aislarme del mundo? ni siquiera tengo acceso a las noticias y eso ya es mucho decir.

— Me preocupa tu salud mental, si leyeras los comentarios que hacen algunas personas malintencionadas sobre tí, terminarias en terapia. ¿Crees que no recuerdo lo mal que estabas hace unos años?

— No tiene nada que ver con lo que estás haciendo. — reclamó intentando quitarle la carta de las manos.

— Vaya, — agitó la hoja tras su espalda — ¡¿entonces ya no te importa la memoria de tus difuntos padres y quieres terminar igual que ellos por culpa de un romance de internet?!

— Te advertí que no volvieras a mencionar ese tema. — Chrollo le tomó del cuello de la camisa, a un paso de salirse de control.

— No me dejaste otra opción. — respondió Pariston sin temor alguno — Tienes que abrir los ojos.

Chrollo sabía por dónde iba el asunto y cuáles serían las consecuencias si hacía lo que planeaba en ese instante, esperó unos segundos y soltó al hombre dorado.

— Claro, tienes razón.

— Por fin refrescarte la memoria sirve de algo, — sonrió satisfecho   regresándole la carta, creyendo que había ganado nuevamente — ahora, con respecto a la película...

— Estás despedido.

El silencio conmemoró su trono en la habitación durante unos segundos, Pariston parecía haberse congelado, su sonrisa desapareció de golpe y miró a Chrollo con una expresión vacía que denotaba el peor de los escenarios aproximándose.

— ¿Perdón? — preguntó dándole la oportunidad de cambiar sus palabras, pero en cambio, lo refutó con fuerza y autoridad.

— ¿Eres sordo? — le entregó la carpeta con el contrato nuevo que intentaba hacerle firmar — toma tus cosas y lárgate, se acabó.

Esa larga sonrisa que representaba la falsedad del brillante manager no existía más,  la guerra fría estalló.

— ¿Crees que te puedes deshacer de mi tan fácil? me debes la vida, ¡LITERALMENTE! ¡por mí es que llegaste a dónde estás! ¡por mi eres un ídolo de la escritura! ¿y piensas que puedes echarme así nada más?

— Sí, prefiero mi libertad antes que tu comodidad.

— ¿Libertad? JAJAJAJAJAJAJAJA — río como todo un psicópata — Chrollo, amigo, de hecho, siempre habías tenido libertad.

— No te entiendo pero tampoco me interesa. Vete de una vez o llamaré a seguridad.

— Bueno, que te conste, tú así lo quisiste. — sentenció dirigiendose a la puerta para salir, no sin antes, dejar clara su jugada — Te visitaré cuando estés tras las rejas, asesino.

Abandonó el edificio dejando al escritor a solas, guardando la carta en un cajón, su plan funcionó, todo sería un desastre.

— Igual ya me lo temía. — dirigió su mirada a un espejo ovalado colgado en la pared, despreciando su propia imagen — después de todo, lo amabas antes que yo.

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