Capítulo 9

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Sam

Durante toda esta semana solo a habido una cosa que ha ocupado mi mente, Leo. Debe de estar enfadado, frustrado, puede que incluso piense que ha sido él quien ha hecho algo malo, cuando no es así.

Lucía lleva llamándome toda la semana pero la verdad la estoy ignorando, aún sabiendo que está a tan solo unos minutos andando. Me dice de salir pero le he puesto excusas, aunque ya se me están empezando a acabar.

La puerta de mi cuarto se abre bruscamente antes de escuchar una voz.

— Sam, vamos a salir y no me vas a poner ninguna pega, así que vístete y vamos para mi casa.

Al mirar hacia la puerta veo a Lucía algo desesperada porque yo salga. Supongo que es hora de salir, a parte, llevo seis años sin quedar con ella por aquí y creo que ella lo hecha de menos.

— De acuerdo.

— No, no, tú vas a saaa... ¿Qué has dicho?— su cara de confusión me da risa.

— Es hora de salir de aquí... Es verano y hay que disfrutar ¿no?

— Al fin. 

***

Mientras caminamos por las calles vamos hablando, es increíble que me siga acordando de el camino que siempre hacía para ir hasta su casa.

— ¿Sabes que hay alguien que te está esperando?

Esperándome, ¿a mí? Niego con la cabeza.

— ¿Como que no? Tú lo amas y él a tí.
En cuanto dice eso me pongo a pensa y me doy cuenta en ese mismo instante.

— Toby...

— Ya pensaba que te habías olvidado de él...

— No podría. Si te soy sincera, tengo muchas ganas de volverlo a ver.

— Creo que hoy se va a poner muy contento... Por cierto, hoy te vas a quedar a cenar en mi casa.

— Como digas, tu mandas.

Nada más pasar la verja de su casa siento como si recordara todo, cada momento que había vivido allí, cada momento en el que había entrado como si fuera mi casa, las conversaciones con su familia. Es una cosa que en estos seis años no he podido tener.

Mientras subo las escaleras tras ella se me hace extraño, en parte vuelvo a sentir lo que sentí el primer día que pasé por esa puerta, el miedo de conocer en aquél momento a sus padres, y ahora el miedo de que no les guste que yo haya vuelto.

En cuanto Lucía introduce la llave en la cerradura escucho unas uñas rascar el suelo en dirección a la puerta muy rápidamente y cuando esta se está a punto de abrir se escucha un mini golpe contra la puerta.

No sé como este pequeñajo no se ha comido ya toda la casa.

En cuanto entramos pasa de Lucía y viene directo a mí, salta antes de que yo me pueda agachar a acariciarlo.

— Eh, eh... tranquilo...— digo mientras lo atraigo hacia mí—. Yo también te he hechado de menos enano.

Al levantarlo en mis brazos lo único que busca es mi cara para darme besos.

— Te lo he dicho— se acerca a las escaleras— ¡Ya estoy en casa!— grita—. Ve al salón, enseguida voy.

— Bien, me llevo a este monstruito conmigo.
Aunque dejo a Toby en el suelo él me sigue hasta él salón y se sube al sofá junto a mí.
Tras unos minutos alguien llama a la puerta y Lucía va corriendo. 

Escucho que habla con alguien pero no sé con quién. La verdad, me da curiosidad saber quién es, pero podría ser el cartero.

Escucho la puerta cerrarse y unos pasos que se dirigen hacia el salón, hacia mí. Intento no darle importancia cuando veo que hay una persona más.

— ¿Sam?— los ojos de Adriana se abren como platos al verme.

Aunque para mí también es sorpresa que ella esté aquí, creo que yo me lo esperaba mucho más que ella.

— Se que sorprende...— digo con una sonrisa en la cara.

Me levanto del sofá y rápidamente viene a abrazarme.

— ¿Por qué no has avisado?

— Digamos que no he salido mucho desde que he llegado...

— Lleva algo más de una semana— dice Lucía y yo la amenazo con la mirada.

— Deberías haber avisado

Veo que Adriana se queda pensativa por un momento antes de volver a hablar.

— ¿Cuanto tiempo tenemos hasta que te vuelvas a ir?

La pregunta en parte me sorprende, se me había olvidado que ella no sabía que había venido para quedarme.

— Sobre eso...— Adriana me mira preocupada, mientras que Lucía tiene una cara de superioridad detrás de ella—. No me voy a volver a ir, he venido para quedarme.

— ¿Es enserio?

— Sí.

La cara de Adriana cambia de felicidad a tristeza.

— Me da un poco de pena que no estemos todas, Sam...

— Tranquila, se lo que ha pasado...

— Pero ahora que has vuelto... puedes volver a reunir el grupo— dice Lucía con una sonrisa en la cara.

¿Reunir el grupo? Todas juntas de nuevo... como antes...

En ese momento solo se me vienen a la cabeza peleas entre nosotras constantemente.

— No creo que yo pueda hacer algo así.
— Sí, si que puedes— me dice Adriana—. Todo esto pasó porque te fuiste, ahora que has vuelto... Todo volverá a ser como antes.

— ¿Queréis que vuelva a ser todo como antes?— me miran sorprendidas cuando esas palabras salen de mi boca.

— ¿Tú no?

Me siento en la esquina del sofá.

— No sé si vosotras tenéis los mismos recuerdos que yo... pero yo lo que recuerdo son siempre peleas por una cosa o por otra... Desde que cada una va por su lado no os he oido quejaros ni una sla vez— aclaro—. Obviamente me encantaría poder estar con todas en el mismo espacio, compartiendo momentos, risas y todo, pero estábamos ya muy mal, no os separasteis porque me fui...

— Eso si que es cierto, pero creo que no nos dio tiempo a saber escucharnos— dice Adriana—. Ese fue nuestro fallo.

— Ahora podríamos cambiarlo... Podríamos empezar de cero, saber comunicarnos...

— Intentémoslo, no hay nada que perder.

En ese momento alguien toca el timbre.

— Justo a tiempo— dice Lucía yendo hacia la puerta.

Desde el salón solo se escuchan gritos y más gritos de la calle.

— Espero que lo que nos tengas que decir sea importante, la verdad no me apetece estar aquí— esa voz me suena muy familiar.

— Creo que ninguna queremos estar aquí...

— Mira, a mí me da igual, dinos lo que tengas que decir ya y dejanos irnos.

Las tres voces son familiares, y por las broncas se quienes son... No me alegara conocerlas por eso... pero supongo que no hay otra forma.

Adriana sale rápidamente del salón hacia la puerta, dejándome a mí sola en la sala.
Los gritos siguen y siguen en el jardín delantero de la casa.

Algo se cruza por mi cabeza, me levanto y echo a andar por el pasillo hasta la puerta de entrada.

Para cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo me veo a mi misma con la mano en la manilla de la puerta, parada bajo el marco y todas mis amigas mirándome sorprendidas.

¿Y Si Tienen Razón? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora