Capítulo 44

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Sam

Caminamos por el aeropuerto. Leo me lleva tomada de la mano, asegurándose de que lo voy siguiendo. Nos lleva un rato el salir de allí y llegar a la calle.

Cuando pisamos la calle, hace mucho frio y él me suelta un segundo la mano para coger su teléfono.

— Mi madre me ha mandado un mensaje de que no puede venir a recogernos, así que vamos a tener que pillar un taxi.

— Como tú digas.

Me abrazo a mi misma para darme un poco de calor y no tiritar del frio.

En cuanto me ve me abraza para que no tenga tanto frío.

— Te he dicho que te dejaba uno de mis abrigos, por lo menos hasta que compraras uno.

Se aparta un segundo y se quita la mochila de la espalda, empieza a buscar dentro y no tarda mucho en sacar una sudadera mía una suya y otro abrigo no muy gordo.

— No me entraba el abrigo grande en la mochila pero sí estas dos sudaderas y este abrigo, aunque no sé ni como.

— Igual es porque llevas una mochila grande.

— No es tan grande.

— Es casi de mi altura— protesto.

— Es que eres pequeña— me cruzo de brazos y le doy la espalda.

Leo me abraza aún con las cosas en las manos y me hace girarme hacia él.

— Póntelo, no quiero que te enfermes.

Tomo las cosas con un poco de rabia y me voy poniendo las dos sudaderas y el abrigo.

Tengo suerte de que Leo sea más alto que yo y su sudadera me quede ocho veces más ancha y el abrigo igual.

— ¿Mejor?

— Sí.

No pasa mucho tiempo hasta que aparece un taxi para llevarnos a la casa de su madre.

Estoy todo el trayecto mirando por la ventanilla del coche observando la capa de nieve que cubre las calles.

La verdad, creo que es la primera vez que voy a pasar las navidades como las de una película, todo nevado... Lo único que falta es mi familia, pero en las películas siempre tiene que haber algún drama.

El taxista se para frente a una casa, toda nevada, decorada con luces navideñas, se puede ver que tiene la chimenea encendida por el humo que sale de la casa.

Al salir del taxi me quedo mirando las casas y las calles, tod esta completamente nevado.

— ¿Estás lista?— pregunta Leo a mi lado.

Lo miro sin decir ni una sola palabra y él clava los ojos en mí.

Oigo como el taxi sigue su camino, Leo toma mi mano y yo agarro la maleta que tengo a mi lado.

— Va a ser genial, créeme.

No digo nada mientras caminamos por el jardín delantero de la casa hasta llegar a la puerta.

Leo toca el tiembre y su madre no tarda mucho tiempo en abrir la puerta.

— Qué bien que estáis aquí— dice nada más abrir la puerta—. Mi niño, no sabes como te he echado de menos.

— Mamá, ella es Samantha, mi novia.

Su madre me mira con los ojos bien abiertos y con una sonrisa en su cara.

— No sabes cuanto me alegro de conocerte, Leo me ha hablado mucho de tí por teléfono.

Lo miro sorprendida y él aparta la mirada ha otro lado.

¿Y Si Tienen Razón? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora