Sam
Es la primera vez que le llevo la contraria a mi madre y, la verdad, se siente muy bien.
Mi padre intenta apartar a mi madre antes de que se acerque mucho a mí y se pone él entre nosotras.
— Samantha, por favor, vuelve a casa, vuelve con nosotros— me pide mi padre manteniendo las distancias.
— No— se vuelven a sorprender cuando escuchan eso salir de mi boca—. España ya no es mi lugar.
— Estuviste años pidiendo que volviéramos— mi madre se rie irónicamente.
— España era mi lugar, hasta que conocí esta ciudad, hasta que los conocí a ellos, hasta que me conocí realmente a mí misma. Ahora este es mi sitio— digo atreviéndome a dar un paso más hacia ellos.
— Venga Samantha, eres una cria, no vas a conseguir nada— dice mi madre riéndose.
Justo cuando dice esas palabras se me viene a la mente una cosa que me dijo antes de salir de fiesta.
— Una noche, antes de que yo saliera de fiesta me dijiste algo que recuerdo a la perfección, eres lo bastante mayorcita para hacer lo que quieras, y ahora me dices que soy una cria... ¿Por qué no te aclaras? Yo estoy haciendo lo que quiero, como me dijiste.
La miro algo desafiante.
— Mayorcita para algunas cosas— replica mi madre—. No sabes nada de esta vida, no tienes ni un miserable trabajo, no te vas a poder permitir pagar la universidad y el piso.
— Sí que tengo un trabajo— le recuerdo.
— A sí, uno de camarera— se echa a reir—. ¿Sabes cuanto vale la universidad?¿En serio crees que un trabajo de camarera te va a dar para pagarla, junto con el piso?
Ahora la que me echo a reir soy yo.
— ¿En serio te creiste esa mentira?— resoplo—.Sí es cara, pero el trabajo no es de camarera, de hecho el trabajo que os mencioné cuando vine aquí era falso, yo no trabajaba de camarera ni mucho menos, yo me ganaba mi dinero, de modelo, cosa que vosotros no aceptaríais.
— ¿Otra mentira más?¿Cuando te vas a cansar de mentirnos Samantha?
Mi padre niega con la cabeza desesperado. Los chicos solo miran la escena que estamos montando frente a ellos, solo les faltan las palomitas.
Me sorprendo cuando Leo se levanta y se pone detrás de mí con una mano apoyada en mi hombro.
— Miren— comienza—, se que yo no me tengo que meter— mi madre pone los ojos en blanco—, pero Sam me contó toda la historia y creo, que si ustedes quieren lo mejor para ella, deberían dejar que se quede.
— Tú no sabes nada de mi hija— le dice mi padre algo enfadado.
— Igual los que no saben nada de ella son ustedes dos.
Me sorprendo mirando hacia atrás al ver su cara, está completamente serio.
— Papá, no sabes lo que sabe y lo que no.
— No saben lo que ha conseguido su hija estando aquí en esos meses. Si se dignaran a ver todo lo que ha trabajado y todo lo que hecho... cambiarían de opinión, dejarían que se quedara sola aquí, junto a nosotros. Deben confiar en su hija.
— Tienes razón joven.
Me sorprendo al escuchar esas palabras salir por la boca de mi madre.
— No te tienes que meter— dice secamente.
¿Por qué me sigo ilusionando cada vez que parece que va a salir algo bueno de su boca? Está claro que no es así.
— Mamá, no quiero volver, estoy bien aquí con mis amigos y con... mi novio. Por una vez soy feliz, realmente feliz. Tengo 20 años y por primera vez en mi vida soy feliz. ¿A caso entiendes que es eso para mí?— respiro hondo antes de seguir hablando—. No me puedes arrastrar ahora a España, no cuando soy feliz, se que queréis que esté junto a vosotros, pero tenéis que aceptarlo yo no soy feliz, nunca lo he sido. Hasta ahora.
Mis padres se miran mutuamente, como si se comunicaran con la mirada. Antes de que ellos puedan decir nada me giro hacia los chicos que siguen mirando el panorama.
— Chicos...¿Os podéis salir un rato? Por favor— les pido.
Todos se levantan del sofá y se dirigen hacia la puerta pero Leo se para a mi lado. Me pone una mano en la espalda para girarme hacia él y que lo mire.
— ¿Estás segura?¿No quieres que me quede?
Se que está algo preocupado.
— Sí, lo que siga a esto... es mejor que lo enfrente yo sola, ve con los chicos.
— No permitas que te lleven de nuevo, por favor— me suplica.
— Ve.
Él me hace caso y se va detrás de todos siendo el último y cerrando la puerta a su paso.
— Ya estamos solos, ya podéis gritarme— digo seria.
— ¿Ese último era tu novio?— señala hacia la puerta.
Miro un momento la puerta y me vuelvo a girar hacia ella.
— Sí, ¿tienes algún problema?
No dice nada.
Nos pasamos veinte minutos más discutiendo, los temas han ido de un lado ha otro, hemos pasado de estar hablando de cuando estábamos en Miami a cuando estábamos en España y yo era pequeña y casi no me acuerdo de nada. Preferí borrar esos recuerdos de mi mente. Ahora estamos hablando de mi trabajo.
— Que sepas que con eso no vas a llegar a una mierda, lo más seguro es que acabes en un callejón, sin dinero, sin nada... pidiendo a extraños, y muriéndote de hambre.
— ¿Sabéis qué os digo?— mis padres se quedan mirándome sorprendidos por mi tono de voz—. Que os dén.
Me dirijo hacia mi habitación a coger el teléfono y las llaves de casa y justo cuando paso por su lado los oigo decirme algo.
— Tú antes no eras así— dice mi padre muy serio.
— Me he cansado de ser la niña buena, paso, voy a vivir mi vida— digo mientras camino hacia la puerta—. Avisarme cuando os vayáis.
Nada más salir doy un portazo.
ESTÁS LEYENDO
¿Y Si Tienen Razón? #2
Ficção AdolescenteSam no se esperaba la noticia que le darían sus padres al llegar a Miami tras el año que ha pasado en Los Ángeles. No sabe a lo que se va a tener que enfrentar este nuevo curso que comienza pero sabe que no va a ser fácil, y más sin el apoyo de sus...