Capítulo 26

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Sam

Estoy en el pasillo del edificio hasta que miro mi teléfono y decido llamar a Leo.

— ¿Estás en tu casa?— pregunto en cuanto noto que contesta.

— Sí, ¿estás bien?— dice preocupado.

— ¿Puedo ir?— digo sin responder a la pregunta.

— Sí, claro— dice sin pensarlo ni medio segundo.

— Estaré ahí enseguida— cuelgo.

Decido bajar por las escaleras para despejarme un poco antes de ir a su casa. Antes de lo que me lo espero ya estoy caminando por el pasillo de su planta. Llamo al timbre sin pensarlo ni un segundo.

En cuanto veo que Leo abre la puerta avanzo hacia él y lo abrazo. Este día está siendo de locos.

— ¿Qué ha pasado?— pregunta con una mano en mi espalda y la otra en mi cabeza haciendo que no la despegue de su pecho.

— Prefiero no hablar de eso ahora mismo— me separo un poco de él para mirarlo a los ojos—. ¿Puedo quedarme a dormir unos días?

— Todos los que quieras— me da un pequeño beso en la frente.

Cierra la puerta y tomándome de la mano me guia hasta su cuarto.

Noto como mis ojos se llenan de lágrimas y poco después puedo notar como mis lágrimas recorren mi cara. Sabía que no iba a estar todo bien en tan poco tiempo hablando las cosas pero tenía que imaginarlo, mis padres nunca me entienden ni me entenderán, eso está claro.

Ahora mismo lo único que quiero es estar tranquila, poder ser felíz al igual que lo fuí el curso pasado cuando estuve aquí, pero ahora mis padres tras aceptar después de muchas discusiones me han dejado quedarme me dicen que tengo que dejar el trabajo de mis sueños, un trabajo que me lo he ganado yo, que de verdad me gusta y mi madre quiere obligarme a dejarlo, cosa que no me hace ninguna gracia, y me obliga a buscarme otro que sepa que voy a poder conseguir dinero y pagar yo sola todo porque la única condición que hay para que yo me quede aquí es que me pague yo todo.

***

Tengo muy claro que no voy a volver a España, y menos a la fuerza, quiero vivir mi vida y disfrutarla, he pasado cinco años en un lugar que no quería y ahora que puedo elegir por mi misma donde quiero estar o donde me quiero quedar, mis padres no me dejan. En su día me sacaron a la fuerza por ser menor de edad, tan solo tenía quince años, pero ahora que tengo veinte años también me quieren llevar con ellos, pero esta vez yo no me voy a dejar.

Al despertar veo a Leo con el pelo mojado, mirando el armario y con una toalla atada a la cintura, supongo que hace poco que habrá salido de la ducha.

— Buenos días— dice al ver que abro los ojos.

— Hola— digo algo desanimada mientras me estiro—. ¿Qué hora es?

— Es temprano, son las nueve.

— ¿A qué hora hay que estar?— digo incorporándome para quedarme sentada.

— A las doce— se sienta en el borde de la cama clavando su mirada en la mía.

— Creo que será mejor que suba y coja algo de ropa de mi armario, ayer con las prisas no me dio tiempo— digo mientras le doy una pequeña sonrisa.

Llevo puesta una de sus muchas camisetas, la ropa que llevaba puesta era muy incómoda para dormir y, la verdad, me encanta ponerme sus camisetas y sudaderas.

Leo me mira confuso.

— ¿Estás segura de que quieres subir? Porque sino creo que Clara, Sara o mi hermana te podrían dejar cualquier cosa— me asegura.

Aunque no estoy tan segura de que su hermana me vaya a dejar nada de ropa, agradezco la oferta.

— Gracias, pero prefiero subir, no quiero ser ninguna molestia para nadie, ya he molestado mucho esta noche.

— Ahí te equivocas, no nos has molestado.

Me río de su comentario.

— Eso lo dices tú, pero estoy segura de que Axel no opina igual.

— Bueno pero eso no es solo cosa tuya...

Va acercando su cara a la mía hasta que pega sus labios con los míos y puedo notar su pearcing frio del labio que me hace cosquillas y consigue sacarme una pequeña risa.

— Creo que lo mejor será que suba ya, intentaré estar el menor tiempo posible en el piso, así que enseguida bajo— digo mientras lo aparto.

Tengo claro que no les voy a decir a mis padres que he dormido en casa de Leo, les daría algo, pero no puedo decir que he dormido en casa, porque no es cierto y ellos han estado para comprobarlo.

Mientras camino por el pasillo me planteo si es buena idea el ir a casa, por lo menos ahora que están mis padres y más cuando están cabreados.

Me armo de valor cuando meto la llave en la cerradura y respiro hondo.

Cuando entro la única que está despierta es mi madre. Está en la cocina desayunando.

— ¿Donde has dormido hoy?— dice en cuanto oye la puerta cerrarse.

— En casa de Sara— digo seria.

— ¿Y eso me lo tengo que creer?— dice con tono irónico.

— Pues deberías porque es la verdad y ahora si me dejas tengo que coger unas cosas para irme a trabajar— paso de largo y voy a mi cuarto a por la ropa.

Escucho los pasos de mi madre detrás de mí.

— Sabes perfectamente que a eso no se le puede llamar trabajo— la ignoro—. No vas a ser nadie en ese mundo y lo sabes— me mira de arriba a abajo varias veces—. Y menos con ese aspecto.

Siempre he estado acostumbrada a que mi madre se meta con mi aspecto físico, pero desde que me vine a Los Ángeles no soporto más eso. Es como si me taladrara la cabeza cada vez que me lo dice.

— Igual sí que soy alguien y lo único es que tú no quieres admitir que me va bien haciendo algo que me gusta— tiro la ropa que tengo entre las manos a la cama.

— Tienes que volver con nosotros a España— dice tranquilamente.

— No, este es ahora mi lugar y no me vais a mover de aquí, así que sino me vais a apoyar en esto es mejor que os vayáis, y no solo de aquí, sino de mi vida, no quiero personas que no me apoyan en lo que hago— digo casi gritando.

Mi madre se va a la cocina de nuevo y me deja sola en mi cuarto.

Pongo en un bolso grande algo de ropa y pijamas para llevarme durante unos días, los que ellos estén aquí, y vuelvo a salir por la puerta sin decirle nada a mi madre.

¿Y Si Tienen Razón? #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora