El final de la estudiante de honor académico en Hogwarts, Hermione Jean Granger, dio un giro inesperado cuando abandona el ministerio a sus treinta y seis años y se presenta como profesora en el colegio Hogwarts de magia y hechicería.
Años después H...
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Léa Malfoy
Me tiré sobre mi cama, tomé la almohada y ahogué en ella un fuerte grito.
Suspirando me coloqué boca arriba, observando el techo.
En cierto modo, la presencia de la profesora Granger me había hecho sentir un poco más relajada, su voz había sido compresible y en ningún momento había cuestionado o se había burlado de mi situación.
Ni siquiera había preguntado que pasaba, lo cual me gustó ya que no quería hablar de ello, solo se preocupó en saber si estaba bien.
La mujer no me desagradaba pero tenía otra imagen de ella por lo que me había contado mi padre, ahora en cambio me parecía más tolerable.
Odiaba a Noder, odiaba a aquella estúpida chica con la que había estado coqueteando y seguramente ahora se la estaba follando e igual que odiaba con las otras muchas que había hecho lo mismo, odiaba aquella estúpida fiesta y odiaba aquel estúpido colegio.
Odié todo de ese día, menos cuando por un momento en esa noche estrellada junto a aquella joven mujer, me sentí comprendida.
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Me levanté a la mañana siguiente con mi cabeza dando vueltas, Anne se encontraba a mi lado sentada con la espalda descansando en el cabecero leyendo un libro.
Me froté los ojos lentamente.
—Buenos días—murmuré, la morena se giró hacia mi y me dedicó una pequeña sonrisa.
—Buenos días –me puso un mechón de cabello detrás de mi oreja —¿Que tal has dormido?—
—Me metí en las sábanas y me quedé dormida como un bebé— reí de forma vaga mientras me incorporaba para ponerme sentada como ella.
—Me alegro —sonrió de lado, yo suspiré.
—Lo siento por lo de anoche— miré hacia otro lado.
—Tranquila, lo entendí cuando vi a ese imbécil haciendo lo que hace siempre –rodó sus ojos y dejó el libro a un lado —Pero cielo no puedes seguír más años así, tienes que quitar ese apego emocional que tienes hacia él— su tono fue suave, no acusador.
—Lo sé, anoche hubo un momento en el que bueno, reflexioné –la miré —Y quizás esté sitio no está tan mal, solo que las personas incorrectas lo hacen enfermizo y una de ellas es... Ese idiota –suspiré —Y no debo dejar que alguien como él ensucie un sitio así —sonreí de manera inconsciente al recordar los ojos de la profesora cuando me dijo palabras parecidas.