El final de la estudiante de honor académico en Hogwarts, Hermione Jean Granger, dio un giro inesperado cuando abandona el ministerio a sus treinta y seis años y se presenta como profesora en el colegio Hogwarts de magia y hechicería.
Años después H...
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Léa Malfoy
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—¿No has estado en el baile?— pregunté.
Mis manos estaban en su cintura, las suyas subían y bajaban por mis brazos mientras jugaba con las tiras de mi vestido.
—He salido con unas amigas— dijo mientras enredaba el tirante en su dedo índice.
—¿Y porqué no ha sido una buena noche?— sus ojos estaban centrados en el tirante que deslizaba lentamente por mi hombro.
—He dicho que no hablaríamos de ello.
—¿Ha pasado algo malo?– tomé su barbilla para que me mirara— ¿Algo va mal?
—Léa– tomó mi mano que estaba en su barbilla y después la deslizó lentamente hasta uno de mis costados. —Todo está bien, solo es una tontería— tomó mi otra mano que estaba en su cintura y la puso en mi otro costado, quedando con mis manos a los lados en la cama.
—Bien...— dije y entreabrí la boca ante la poca distancia, ella sonrió y se incó de rodillas quedando a una altura más baja que yo esta vez.
Mi vestido tenía dos cortes a los lados lo que hacía que las telas dejaran expuestas mis piernas y la tela quedara entremedias. Hermione deslizó sus manos por toda mi pierna hasta dejarlas en mis tobillos mientras los agarraba firmemente. Comenzó a dejar desde abajo pequeños besos húmedos mientras subía por las piernas.
—Hermione qué... ¿Qué haces?— conseguí preguntar, mi cuerpo se había reclinado ligeramente para atrás.
—Terminar con lo de esta mañana— dijo levantando su mirada con aquel brillo especial que solo le veía en estas ocasiones, después volvió a bajar su cabeza y sus besos iban subiendo por mis rodillas, llegando a mis muslos.
Fui a tomar la varita de mi mesita cuando las manos de Hermione aferradas a mis tobillos me lo impidieron.
—No te muevas.
—Pero...
—Ya lo has hecho antes, nadie nos va a escuchar— asentí ante el recuerdo de cuando había formulado aquellos hechizos y dejé que ella siguiera dejando besos por mis muslos, subiendo por mi vientre.
La tela oscura, fina y casi transparente hizo que sintiera mejor la humedad de los besos por el bajo de mis pechos, conforme ella iba subiendo. Sus manos soltaron mis pies y fueron deslizándose por mi cuerpo, yo caía lentamente hacia atrás y ella subía por mi cuerpo.
—Que bien te ves desde aquí abajo— susurró mientras se subía sobre mis caderas y me observaba.
Tiré de sus manos y nos hundí en otro beso, la necesidad de su lengua y sus labios eran superior que a otra cosa en aquel momento. Despejé mi mente mientras sus dientes tiraban levemente de mi labio inferior y lo humedecía entre sus labios, sus manos fueron hacia mis piernas y levantaba lentamente mi vestido.