El final de la estudiante de honor académico en Hogwarts, Hermione Jean Granger, dio un giro inesperado cuando abandona el ministerio a sus treinta y seis años y se presenta como profesora en el colegio Hogwarts de magia y hechicería.
Años después H...
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Léa Malfoy
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Hermione me miró y por un momento su mirada tembló al hacerlo, pero no se permitió derrumbarse. Siguió guardando sus cosas y no me miró al hablar.
—Vete, Léa.
Fruncí el ceño y me acerqué a ella. —No, Hermione, no pienso irme a ninguna parte, no después de todo.
Ella negó con la cabeza y tampoco me miró, guardó sus últimos libros más rápidamente que antes, como si temiera estar a mi alrededor.
—¿Pero qué es lo que te pasa, puedes mirarme a la cara?— estallé, perdiendo los nervios.
Ella por fin me miró a la cara y pude ver cómo era presa del miedo. —¿Que qué me pasa, Léa? Que tu jodido hermanastro nos ha descubierto y ha terminado con todo— habló de forma frenética.
—Sabíamos que podía pasar— traté de parecer más tranquila, aunque yo en aquel momento era como un volcán activo al punto de la erupción.
—Ninguna de las dos estaba preparada para que esto ocurriera, y lo sabes.
Cerré la boca ante aquello, tenía razón, nunca habíamos barajado ni hablado aquella opción, porque no entraba en nuestros planes ser descubiertas y menos de aquella manera tan malévola como había hecho Neit.
—¿Por qué nos has delatado sin más?— pregunté, mi tono más bajo, pero más cerca del colapso, con miedo a su respuesta.
—¿Qué querías que hiciera?– habló desesperada —Mcgonagall usaría veritaserum para asegurarse de que no mentía, además de que la sonrisa de ese niño demostraba que nos había ganado– negó con la cabeza, exhausta y volvió a alejarse de mi —Tu padre me aseguró que la prensa no sabría nada de esto si decía la verdad de una vez y contaba todo, cada detalle de nuestra historia.
Fruncí el ceño, aún más confusa. —¿Lo has... Hecho?— Hermione no contestó y eso fue más que suficiente. Me di la vuelta, llevando mis manos a la cabeza, pasándolas por mi pelo, en un gesto lleno de estrés.
—Lo siento, Léa– habló, yo aún seguía de espaldas a ella —Pero como exministra no me convenía negarme y mentir.
Me giré y la miré, en gran parte con enfado, pero en el fondo de mi estaba la profunda presión de la decepción. —¿Así que lo has hecho tan fácilmente solo por tu jodida reputación?
Ella frunció su ceño, en una mueca de ofensa y sorpresa. —Y no solo por la mía, Léa... Imagina todo lo que podría haberte afectado que algo así fuese descubierto por todo el mundo mágico, y no solo tú, tu familia, vuestro apellido— su tono fue más suave, la sinceridad brillaba en sus ojos pero yo no me la creí, ahora quién no podia mirarle era yo.
—A la mierda con mi apellido, se suponía que lo nuestro superaba todo eso.
No pude resistirlo más, mi voz se quebró, Hermione jadeó y cerró los ojos por un momento, sin poder mirarme, dio un paso hacia mi y su mano tembló al agarrar la mía.
—Yo también lo pensaba, lo siento, Léa, de verdad...– sus ojos destellaron por las lágrimas contenidas en ellos — Quizá lo mejor sea no volver a vernos, aunque eso suponga renunciar a lo que de verdad me hace feliz.
Negué con la cabeza y no pude retener más mis lágrimas. —No has dicho eso, no vas a renunciar a mi tan fácilmente— mordí mi labio inferior para tratar de contener mi llanto, aunque era inevitable.
Un lágrima rodó por la mejilla de Hermione, soltó el agarre de mi mano y se la limpió rápidamente, aunque rodó otra por su otra mejilla. —Ojalá hubiese sido distinto, Léa– me dio la espalda y volvió a limpiarse las lágrimas —Ojalá hubiésemos tenido otra opción que no fuese renunciar a nosotras.
Le tomé del brazo para que se diera la vuelta, no quería que se siguiese alejando. —Hermione, no... Nos veremos a escondidas, seremos muy cautelosas, lo que sea, pero no renuncies a mi– no me dejó seguir hablando, mis manos trataron de agarrarla cuando quiso apartarse.
—Léa, no, entiéndelo, es muy difícil y delicado— habló pero yo no quería seguir escuchandola, porque ahora lo único que hacía era estremecerme con cada palabra que dejaba salir de su boca.
—No me dejes, Hermione, tú no— le rogué en un jadeo. Por un momento nos quedamos en silencio, sus manos me agarraban para mantenerme lejos y yo temblaba en consecuencia de mi llanto silencioso.
—Lo siento, Léa, lo siento— repitió y eso me rompió aún más.
—¿Y qué pasa con todo lo que hablamos...– ella me dio la espalda y yo la seguí —... Con todo lo me prometiste, con todos nuestros planes de futuro y...?— quise seguir hablando, en mi tono de voz aún persistía la esperanza de que podria hacerla cambiar de opción, pero ella me detuvo, por la forma en la que me miró era como si mis palabras le hubiesen hecho daño.
—Se terminó, Léa– había elevado su tono de voz, pero después lo suavizó, aunque la firmeza siguió presente en él —Se acabó, por mucho que nos duela, se acabó.
Me quedé congelada en el sitio. Ella había renunciado a nosotras sin pensárselo dos veces, ni siquiera intentó pelear, ni en el despacho frente a mi padre, ni allí dentro donde habíamos pasado los días juntas haciéndonos promesas que acaban de romperse en aquel mismo lugar, junto a mi esperanza.
Ella tomó sus cosas y vi como una vez más pasó sus manos por el borde de sus ojos. Las cajas desaparecieron, se colgó su bolso en el hombro y no me miró, incluso trató de girar su rostro hacia otro lado para que no pudiese mirarla.
Pasó por mi lado y la brisa que provocó su cuerpo al pasar fue lo más cercano a ella que recibí por última vez. Su aroma exquisito llegó a mí, pero duro en el ambiente lo que ella tardó en abrir la puerta y alejarse completamente de mi, como si en parte quisiera hacerlo, como si no le costase, tomando la opción fácil. Cuando yo, en cambio, estaba allí, con mis pies arraigados al suelo sin permitirme salir de aquel lugar, porque si lo hacía, todo lo que habíamos sido moriría allí dentro, y no quería, me negaba a salir allí fuera, hacer frente a la realidad que tanto me daba miedo asumir.
En aquel momento todo lo que habíamos sido se había roto en mil pedazos, dejando nuestra esencia en cada lugar en el que habíamos estado, siendo lo único a lo que podía aferrarme en ese momento, eso y los recuerdos que ya se sentían completamente lejanos.
Lo peor de todo fue que no vi que dudase cuando decidió girar el pomo de la puerta y atravesarla, para luego marcharse.
Sin un adiós, sin una última mirada. Hermione desapareció tan rápido como había aparecido en mi vida, de un momento a otro, y todo tras haber puesto mi mundo patas arriba, llevándose con ella todo la esperanza y el amor que había crecido en mi durante los meses anteriores, dejándome vacía.