El final de la estudiante de honor académico en Hogwarts, Hermione Jean Granger, dio un giro inesperado cuando abandona el ministerio a sus treinta y seis años y se presenta como profesora en el colegio Hogwarts de magia y hechicería.
Años después H...
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Léa Malfoy
Sabía que estaba fatal lo que iba a hacer, pero las normas de Hogwarts hacía un tiempo que me dejaron de importar bastante.
Quité lentamente las sábanas y observé cómo Anne dormía tranquilamente, sin hacer ruido salí de la cama, me puse solo una sudadera que llegaba a tapar mis pantalones cortos con los que solía dormir.
Salí de la habitación sin hacer el más mínimo ruido, me dirigí hacia la sala común comprobando que no había nadie, aunque bueno, eran las una de la madrugada y como era de esperar, estaba desierta.
Salí de la sala común, no sin antes llevarme una mirada juzgadora por parte de el hombre del cuadro.
Con sigilo caminé pegada a la pared, para que nadie me pudiese ver.
Llegué a las escaleras y las subí casi corriendo, justo cuando pensé que iba a tropezar en el último escalón me choqué contra alguien.
Mierda, mierda y mierda.
—No debería estar diambulando a estas horas por los pasillos, Léa— la voz baja y suave del profesor Neville fue fácil de reconocer.
Levanté la cabeza, me mordí la mejilla interior, frustrada con mi torpeza.
—Yo, –lo miré y supe que no era capaz de darle una mala contestación —No tengo excusa profesor Neville.
—Lo dejaré pasar por esta vez– sonrió de lado y señaló las escaleras— Vamos, la acompañaré a su sala común.
Asentí decepcionada por mis cambios de planes, cuando al final de la escalera pude ver que justo el objetivo que yo buscaba esta noche se encontraba subiendo en nuestra dirección.
—Vaya, ¿Qué hace aquí a estas horas, señorita Malfoy?.
—La iba a llevar ahora a su sala común, una vez se lo podemos perdonar— Neville sonrió casi con ternura.
—Oh, no se yo si se podría perdonar... lleva muchas detenciones y faltas últimamente— Hermione se cruzó de brazos y me miró como si realmente pareciera seria.
—Lo que usted considere, profesora...— la última palabra la solté de forma más suave.
Ella me miró un segundo, casi divertida y después soltó aire y miró a Neville.
—Sigue tú con la guardia, yo la llevaré a su sala común— habló Hermione recorriendo su mirada desde mis pies que solo estaban protegidos por unos calcetines negros que me llegaban hasta los tobillos, hasta mi pelo arreglado en una suelta trenza.
—¿Segura?— preguntó Neville echándome una rápida mirada.
—Si... Por allí es por donde tengo la guardia, me viene bien— Neville asintió y después me dio las buenas noches, me despedí de forma cortés de él y bajé las escaleras en silencio junto a mi profesora.