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Betty respiró profundo y tocó el timbre del apartamento de su madre. Segundos despues, ella abrió la puerta.

-Betty -dijo y la abrazó- estás enorme.

-Crecí mientras no venías a verme -murmuró-

-Lo siento -besó su frente- vamos, pasa, te mostraré el cuarto de invitados.

Las dos entraron y fueron a una habitación la cual estaba pintada de blanco, con una cama de dos plazas y una televisión enorme frente a esta.

-¿Almorzaste?

-No.

-¿Que te gustaría comer? Tenemos sopa, nuggets, pasta, lo que tu quieras.

-Nuggets -diji tallandose un ojo- porfavor.

-Claro, cariño. Oye ¿Porqué no vas a saludar a tu papá? Esta en su oficina, es la habitación de alado.

Betty negó y sus manos conenzaron a temblar.

-Vamos, te acompaño si quieres.

-Él me asusta.

-Ya no es como antes, cambió.

La menor suspiró y tomó la mano de su mamá para entrar al cuarto continuo.

-Hal, Betty ya llegó.

-Betty -dijo el hombre volteando a verla- hola, hija.

Se levantó de su silla y caminó hacia ella, haciéndola temblar cada vez más con cada paso que daba. La abrazó, y una lagrima brotó de los ojos de la rubia.

-¿Por qué huiste así? Me preocupé.

-Era una niña y me estabas golpeando cada día más fuerte. Creí que me ibas a matar.

-Eres mi hija, no haría eso.

-Yo no soy tu hija desde el momento en el que me fui de esa casa. Y no soy tuya tampoco -dijo mirando a la mujer- desde que me llamaste esa vez. Solo estoy en esta casa para que el jefe de mi mamá sepa que quedarme con ustedes no es una opción, y deje que me quede con mi familia de verdad. Ustedes no son mi familia, son una mierda.

Hal la tomó del brazo, y la acercó a él.

-Vuelve a hablarme así. Vamos, hazlo.

-Suéltame -dijo forcejeando- mamá, dile. Haz algo.

Ella cruzó los brazos mirando con frialdad.

-Tu mamá no está aqui -dijo alejandose hacia la ventana- preparé todo para que quieras quedarte ¿sabes?

-Me estás lastimando, Hal -soltó la rubia con fragilidad, intentando alejarlo-

-Cállate y escucha a tu madre -dijo y le dio una bofetada-

La menor rompió en llanto y Hal suspiró.

-Nosotros en serio lo intentamos. Podrías haber intentado también.

Betty logró soltarse e intentó correr, pero su padre la tomó del cabello y la lanzó contra la pared.

-¡Déjame! -gritó- ¡ya no soy una niña! ¡quiero irme!

-Si no eres una niña levántate y defiendete. No llores.

Ella miró hacia los costados, si era rápida podía entrar a su cuarto y llamar a Jughead, pero sino,no sabía lo que Hal le podía hacer.

Se levantó y entró a la habitacion cerrando con llave, y tomó su teléfono.

-Hola, princesa ¿cómo va todo?

-Vengan por mí. Por favor no puedo estar otro segundo aquí dentro, Hal ya me golpeó y ni siquiera estuve aquí por diez minutos. No me dejen aquí, Juggie.

-Shh. Tranquila, princesita. Respira, estamos yendo ¿si?

-Rápido -dijo en un hilo de voz-

-Ya, mi amorcito, no puedo oirte así. Respira, no estamos tan lejos.

En ese momento, Hal derribó la puerta.

-Corta esa llamada.

-No -dijo llorando- déjame.

-Princesa, escúchame. Finge cortar la llamada, pero no lo hagas, y deja el teléfono cerca.

-B-bien. Adios, Juggie.

-Te amo, pequeña.

Ella dejó el teléfono a un lado mientras las palabras de Jughead retumbaban en su cabeza.

-Por favor, déjame. No te hice nada.

-Cállate, Betty.

Betty sollozó y él se acercó y la tomó del brazo para lanzarla a la cama, la rubia gritó y pataleó, queriendo alejarlo.

-¡No! -sollozó- ¡Basta!

Jughead del otro lado del teléfono, estaba a punto de llorar, oyendo como la rubia gritaba y rogaba por que pare.

Fueron diez minutos los que Betty tuvo que resistir, pero se sintieron como diez horas, hasta que se oyeron tres golpes en la puerta.

Hal suspiró y la soltó para ir hasta la puerta.

Un policía lo arrestó, mientras le hablaba, y Gladys y Jughead corrieron hasta ver a Betty, quien lloraba en una cama, abrazando a Canela.

-Mi pequeña -dijo Jughead y la abrazó, al igual que su madre-

-Quiero ir a casa -sollozó- ¿ahora vamos a casa?

-Tranquila -dijo la mayor acariciando su cabello- ya iremos a casita. Primero debes calmarte.

Mientras la respiracion de Betty volvía a la normalidad, cerró los ojos y abrazó al pelinegro.

-Yo también te amo, Juggie.

Little BettsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora