Prólogo

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Estaba desesperado. Había acudido al campo de batalla en busca de su hermano, pero el humo, el número de cuerpos esparcidos por todas partes, algunos quizás aun agonizando y otros muertos hacía horas, o lo que le parecían siglos, los ruidos atronadores que aún lo perseguían... todo, todo parecía confirmar lo que le habían dicho. Era una pérdida de tiempo, de, probablemente, más que su tiempo si los rumores que se esparcían eran ciertos.

Volverían. La batalla aún no había terminado.

Siguió su camino, intentando localizar alguna señal, pensando que quizá su conexión familiar podría guiarlo. Era vano, todo intento, parecía que solo hacía que se adentrara más en territorio peligroso.

Y, aunque lo sintió antes aún de saberlo con certeza, se obligó a mirar en derredor y luego a arrojarse al suelo, pero no lo suficientemente rápido. Cayó antes de que las flechas lo impactaran de lleno, y, en sus últimos momentos de conciencia, lo único que llenaba su mente era su hermano.

No había logrado encontrarlo, aun cuando era el mayor de todos, quien debía protegerlos, el que siempre debería saber dónde estaban. Había fracasado.

Dioses.

No lo había encontrado.


***


Genevieve miró cuidadosamente a los hombres que habían traído del campo de batalla, anhelando y a la vez temiendo que él se encontrara entre ellos. Dioses, no estaba segura de si era mejor que no regresara... Sintió un escalofrío, sabiendo lo que eso significaría. No, lo mejor era que sí regresara. Debía hacerlo. ¿Qué sería de ella y de Gisele si él no regresaba?

Podía soportarlo. Un poco más, sabía que podía hacerlo aún.

Y sí, admitía que lo que para muchos era una sucesión de desgracias, para ella era una bendición disfrazada de desgracia. Sí, porque que la guerra se lo hubiera llevado lejos durante casi cuatro años era lo mejor que le había sucedido en los últimos años.

Cierto, era complicado abastecerse y su calidad de vida no era la mejor, pero, realmente, Dioses, cómo había llegado a amar la tranquilidad que le había envuelto. Paz en su propio hogar, algo que no debería ser tan difícil de hallar, pero que, desde su matrimonio, había sido imposible. Un infierno.

Así que sí, la guerra, aun cuando ella la tuviera relativamente cerca, era una perspectiva más esperanzadora que cualquier otra. Y, aunque él había vuelto en un par de ocasiones, no había aparecido demasiado por la casa y ella había estado en guardia, esperando en cada ocasión que esta vez volviera.

Observó de nuevo a los hombres, cada uno de ellos con personas que los atendían excepto uno, en un rincón, que parecía haber sido olvidado por todos. Dioses, ¿podía ser que...?

Se acercó con paso lento, sin decidir aún si quería verlo o no. Si necesitaba la certeza de que Edmond había sobrevivido.

Luego recordó las miradas largas a que había sido sometida por más de un hombre mayor del pueblo y decidió que, después de todo, tenerlo de vuelta era una ventaja. Si estaba convaleciente por años, quizás era una mejor perspectiva que soportar atenciones no deseadas.

Como mujer casada estaba segura. Como una viuda joven, con solo una niña de catorce años como compañía, no tanto.

Así que se acercó hasta el hombre, se arrodilló y lo miró con atención. Su rostro lucía irreconocible, probablemente había sufrido más de una caída, su cabello enmarañado podría ser del color correcto... o quizá no. La altura estaba bastante aproximada a la de su esposo, suponía. Hacía tanto tiempo que no lo veía, ¿podría ser...?

Buscó el medallón que la ayudaría a identificarlo y no lo encontró entre sus ropas. Nadie se había molestado siquiera en vendarle las heridas o asearlo o...

Pero, si él no era su esposo, significaba que...

Cerró los ojos, tomó aire profundamente y, en el impulso del momento, decidió que era infinitamente mejor y más seguro para ella, y Gisele, ser una mujer casada con un esposo convaleciente que una viuda joven que no tenía nadie de quien depender.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora