Capítulo 9

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–Deja de preocuparte, Genevieve –pidió Gisele, un poco exasperada–. Han sido días en que has estado inquieta y distraída. ¿Por qué no vas de una vez y calmas tu ansiedad?

–¿Ir? ¿A dónde? –preguntó, confusa, dejando de lado el último recipiente que estaba llenando.

–¿A dónde? ¡A ver a Heath, por supuesto! –precisó, acercándose a ayudarla a guardarlos en una canasta.

–¿Por qué iría a verlo? Sé exactamente dónde está y qué está haciendo, además lo veo cada atardecer al regresar y...

–No es a mí a quien debes convencer.

–Gisele... –Genevieve alargó las manos hacia su hermana, una vez concluido el trabajo–. Gracias por tenerme paciencia.

–¿Tengo alternativa? –inquirió, bromista. Genevieve sacudió la cabeza y sonrió–. Genevieve, Heath está bien, progresando. Pronto se recuperará completamente.

–También temo eso –confesó en voz baja.

–¿Lo temes? ¿Crees que se marchará?

–¿Y si no tiene opción? –Genevieve notaba como la angustia trataba de abrirse paso–. ¿Qué tal si lo llevan al frente de batalla?

–Ah... la guerra –dijo Gisele, como si lo hubiera olvidado. Lo cierto es que trataban de no hablarlo, desde que Genevieve trajera a Heath y encontrara a su esposo entre los fallecidos, tácitamente habían dejado de mencionarla. Como si así pudieran lograr que cesara, que no existiera.

Genevieve no sabía por qué lo hacía, pero sí sabía por qué Gisele lo hacía. Ella estaba más en contacto con las secuelas que dejaban las batallas, atendiendo heridas y tratando a jóvenes que habían regresado, pero trataba de que su hermana mayor no supiera de ello. O no en detalle, al menos. Suponía que debería preguntar, pero era cobarde y prefería no pensarlo.

–Lo siento –Genevieve contempló a su hermana con tristeza– debería preguntar y...

–No es necesario, Genevieve –Gisele le dio un abrazo y se separó, con una leve sonrisa– sé que es difícil para ti estar cerca de un conflicto, aun si solo se trata de un residuo de ello.

–Así no suena como lo que es.

–¿Lo que es?

–Cobardía –reconoció, desanimada–. Sé que no debería, pero...

–¿No deberías? –Gisele la miró, incrédula–. ¿Cobardía? ¡Genevieve, eres una de las personas más valientes y generosas que he conocido! ¿Crees que no lo sé? ¿Todo lo que padeciste estos años? Y, aunque no lo digas, sé que lo hiciste por mí, más que por ti, fue por mí. Por protegerme. Y lamenté no poder hacer nada por ti.

–Gisele...

–Así que –continuó su hermana, sin permitirle intervenir más– si puedo hacer esto por ti, escudarte de alguna manera de los efectos de la guerra, lo haré. Daré todo de mí por hacerlo.

–Dioses, ¿cuándo creciste tanto? –murmuró Genevieve estrechando con fuerza a su hermana de nuevo y sintiendo como el orgullo por lo valiente que ella sí era la llenaba.

–Basta ya de lamentos –pidió Gisele carraspeando– y mejor te acompañaré hasta el pueblo a repartir el dulce que has empacado.

–¿Cómo lo sabes?

–¿Qué trabajaste horas para regalar más de la mitad de la cosecha de fruta que hemos tenido estas semanas? Porque te conozco, Genevieve.

–No soy tan práctica como debería.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora