Capítulo 11

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–Evie, es muy tarde, entra a la cabaña –pidió Heath, asomando la cabeza por el umbral de la puerta y encontrándola sentada en el jardín, con la mirada perdida–. Hace frío –añadió.

–No lo hace –Genevieve tomó aire y lo miró de reojo–. ¿Vienes? –alargó la mano. Heath se acercó y se sentó junto a ella–. ¿Qué es esto? –preguntó, cuando él le entregó un cuenco con una bebida caliente.

–Lo necesitas. Hace frío –repitió y sonrió–. Te preparé algo de beber.

–Gracias –Genevieve lo bebió y suspiró, satisfecha–. Estoy agradecida por todo, Heath, no solo por la bebida.

–¿Eso qué significa?

–Que no necesitas darme explicaciones ni prometer absolutamente nada. Lo entiendo.

–¿Lo entiendes? –inquirió, confundido–. ¿Qué exactamente?

–Que quieras volver. A dónde perteneces.

–No quiero volver.

–¿No?

–Bueno, no sin ti.

–¿Qué quieres decir? –preguntó Genevieve antes de poder detenerse. Luego volvió a tomar un sorbo y añadió–: no, mejor no me lo digas.

–¿Por qué no?

–Te lo dije. No es necesario que prometas nada, Heath. Fue muy egoísta de mi parte esperar que lo hicieras. No, espera, déjame terminar –dijo, cuando él empezó a abrir la boca para replicar–. Sí, es cierto que te ayudamos, Heath, y quizá no fue tan desinteresado como podría haberlo sido, pero ahora lo es. Lo único que necesito, si es que puedo pedir algo, es que prometas que tendrás cuidado. Heath, eso es todo. No tienes que volver, no tienes que recordarme, solo debes cuidarte y hacer lo que debas hacer.

–¿No te parece que eso suena sospechosamente como a una despedida definitiva?

–No suena como ello. Es eso lo que es, Heath.

–¿No quieres que vuelva?

–Heath...

–Evie, eso es todo lo que me interesa.

–¿Qué quieres decir?

–Respóndeme –pidió, girando hacia ella y tomando su mano entre las suyas–. ¿Quieres que vuelva?

–Heath...

–Evie, responde –insistió.

–Lo sabes –musitó.

–No, no lo sé –Heath alargó su otra mano hacia la barbilla de ella, elevándola para hacer que lo mirara–. Entonces, Evie, ¿quieres que vuelva?

Genevieve clavó sus ojos en él, tragó con fuerza y asintió. Y, antes de perder el valor que sentía, cerró el espacio entre ellos y rozó sus labios con suavidad.


***


–Puedes volver si es lo que deseas, Heath –apuntó Gisele, entre irritada y divertida–. Si sigues así, no lograrás nada.

–¿Por qué lo dices? –Heath se detuvo y la miró–. Apenas hemos estado ausentes un mes y no hemos recorrido ni la décima parte de los lugares de batalla.

–Y esa ausencia parece inquietarte sobremanera –confirmó Edith, quien llegaba de recolectar hierbas–. ¿Estás seguro de que no quieres volver?

–¿Debería volver? –Heath inquirió, aunque más parecía hablar consigo mismo. Las dos mujeres no respondieron; y, en su lugar, se pusieron a clasificar los hallazgos de Edith.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora