Capítulo 18

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En el transcurso del día, Genevieve había pensado en la noche pasada. Sabía que se trataba de una tontería por su parte, pero esto podía crear un malentendido a menos que lo hablara con Heath. No quería que algo como el pasado se interpusiera entre ellos, por muy cruel que fuera, tenía que dejarlo atrás.

Y no sabía exactamente cómo hacerlo, pero quizás un inicio sería hablarlo.

Así que se decidió, tras la cena; aunque su resolución parecía menguar un poco con la oscuridad que ya había caído, se sacudió aquella sensación de temor, cuadró los hombros para darse valor y guio a su esposo de la mano hasta la habitación.

Cuando estuvieron ahí, con sus miradas fijas en el lecho que ella ni siquiera recordaba que hubieran compartido, volvió a asentir y se encaminó hacia él. Se sentó, miró a Heath que permanecía de pie, esperando por lo que ella hiciera. Sonrió para sus adentros, más enamorada que nunca de su esposo y con la cabeza señaló hacia su lado, para que él también se sentara.

–Heath, hay tantas cosas que me gustaría decirte... que creo que debería decirlas, pero no sé por dónde empezar. No hay un inicio lógico supongo, no del todo... porque debería ser mi anterior matrimonio, pero esos años son una serie de borrosos recuerdos que se unen uno al otro. Ningún momento se destaca particularmente... –negó lentamente, sabiendo que no era tan cierto lo último– bueno, lo que quiero decir es que, todos son iguales. Llenos de violencia y crueldad. Un despertar tras otro de angustia y temor. Ni siquiera sé que era peor, si su presencia o su ausencia, sabiendo que volvería. Dormía poco, en cualquier caso, siempre con el temor de despertar y, en medio de la noche, escuchar...

Cerró los ojos. Ni siquiera había notado que seguía sosteniendo la mano de Heath. La estrechó con fuerza y él no dijo nada. Se limitó a poner su otra mano, suavemente, sobre las suyas.

–No conocí un momento de paz. Desde que lo desposé, fue una pesadilla de la que no parecía poder despertar. Sí, es cierto que las cosas mejoraban un poco cuando se marchaba, dioses, cómo rogaba, aunque sabía que no estaba bien, que no volviera. Que esta vez, fuera un adiós de verdad. Pero, al final, volvía. Casi siempre durante la noche y yo despertaba sobresaltada, cuando lograba despertar, tratando de no gritar, aunque a veces la presión de sus manos no me permitían tampoco hacerlo. No... no sé cómo explicarlo, Heath, no tiene sentido. He escuchado de hombres violentos, por supuesto, pero él ni siquiera simulaba tener una razón para lo que hacía, o realmente cualquier cosa era una razón. No lo sé. Solo... parecía sentir la necesidad de someterme por la fuerza, de golpearme, de... –tragó con fuerza–; las primeras veces luchaba, trataba de defenderme, pero él era grande y tan fuerte, me llevaba semanas recuperarme de los golpes y temía... luego entendí que, si me esforzaba por no reaccionar, por no demostrar nada más que rigidez, hacía que todo pasara más rápido. Se cansaba de mí. Se marchaba. Pero temía... Gisele estaba creciendo y a veces él la miraba... no sé si lo imaginaba. No quiero siquiera recordarlo –su voz estaba llena de angustia–. Para mí, todo lo que sucede en el lecho conyugal es una pesadilla y, no puedo negarlo, Heath, tengo miedo. No de ti, nunca de ti, pero... de lo que pueda suceder. De mí misma. De no ser capaz de... –sus ojos estaban llenos de lágrimas– siento tanto no habértelo dicho antes. Creo que te he engañado pensando que podríamos... y me siento culpable. Sé que no siempre es así, pero... temo que nunca podré ser tu esposa, Heath. No en el sentido real de la palabra. ¿Podrás perdonarme alguna vez?

Heath no respondió inmediatamente. Solo lo sintió soltar el aire lentamente, sin dejar de cubrir sus manos con una de las suyas, mientras con la otra le pasó un pañuelo. El mismo que ella le había dado antes de que se separaran la última vez. Aparentemente lo llevaba siempre, cerca de su corazón.

Lo tomó, secó sus ojos y luego siguió sosteniéndolo. Él volvió a cubrir sus manos. Al menos no se había retirado, enfadado. Temía tanto perderlo, lo había engañado y...

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora