Capítulo 4

591 130 14
                                    

–¿Qué debo hacer? –Genevieve trataba de no verse desesperada ante su hermana menor en ninguna ocasión, pero esta vez era diferente–. Debo hacer algo.

–¿Sobre qué? –inquirió Gisele sin hacerle mucho caso, mientras extendía unas plantas medicinales al sol–. ¿Genevieve?

–¿Y si le digo la verdad? ¡No! Eso no ayudaría, ¿qué haríamos luego? No es como si pudiera ayudarlo ni él pueda ayudarnos a nosotras. No, no puedo decirle... pero ¿y cómo respondo si tiene más preguntas? ¿Quizá necesite una historia?

–¿Una historia?

–Sí. Una historia, algo que suene... real. –Genevieve suspiró–. Dioses, estoy loca.

–Sí, desde el día que declaraste que un desconocido era tu esposo, sin duda que la razón salió huyendo de ti.

–¡Gisele, por favor, no bromees! –pidió, mortificada. Su hermana rió.

–¿Bromeando? Genevieve, tú siempre has sido optimista, sí, pero práctica. Muy práctica. ¿Recuerdas por qué te casaste? ¿Recuerdas por qué continuaste aquí a pesar de todo? ¿Por qué has seguido aquí, aunque sabes que tu esposo no volverá?

–No tenemos otro lugar a donde ir. Tener un techo, aunque precario, es mejor que nada. Además, no está tan mal, ¿cierto?

–Exacto. Esa eres tú. Miras el lado práctico de cualquier situación y a continuación le añadas unas gotas de optimismo –Gisele la miró de reojo–. No, no trates de protestar, sabes que es cierto, lo acabas de hacer.

–Traer a Heath también fue una decisión práctica –se defendió.

–No digo que no –Gisele se encogió de hombros– pero hay algo de optimismo en aquello, ¿cierto?

–Nada. No hay optimismo. Solo quería... ayudar.

–¿Ah sí? ¿A quién? ¿A él? ¿A nosotras?

–No importa, Gisele, solo que Heath está aquí, ha despertado y no sé qué decirle.

–No la verdad.

–No –concordó, aunque se sentía culpable. Admiraba la tranquilidad de su hermana menor, la verdad–. ¿Cómo logras estar así? ¿Despreocupada?

–¿Y por qué no? De todas formas, no es como si yo tuviera que decirle que es mi esposo.

–¡Gisele!

–¿Vas a decir que te costará seguir con esa historia?

–No permitiré que me mortifiques con eso –dijo Genevieve, tratando de adoptar un tono indignado. En la realidad, su voz salía a susurros, para que Heath no las escuchara, y se había empezado a sonrojar.

–No creo ser yo la que te mortifica.

–¡Gisele!

–La idea de Heath... –dijo, fastidiándola un poco más.

–¡Me rindo! No puedo contigo cuando adoptas esa actitud.

–¿Cuál?

–La de adolescente –exclamó con dignidad. Gisele rió y Genevieve también lo hizo–. Estaremos bien.

–Por supuesto que lo estaremos –contestó automáticamente Gisele–. Ahora, ve por él.

–¿Por qué?

–¿No piensas llevarle algo de comer?

–¡Tienes razón! –Genevieve se marchó rápidamente y, aunque no la vio, pudo adivinar la sonrisa traviesa de su hermana menor.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora