Capítulo 21

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Tomados de la mano, caminaron en silencio un tramo, cada uno organizando sus pensamientos. Finalmente, Heath habló.

–Arrepentirme de una decisión tomada no es parte de mi carácter, Evie. Mi hermano me llamaba impulsivo, y probablemente lo sea, pero eso sólo significa que una vez que tomo una decisión, lo hago eficientemente –sonrió un poco– y siempre respondo por ella – suspiró y se puso serio antes de continuar– casarme contigo puede sonarte como algo impulsivo, pero no realmente; lo medité bastante esos meses, Evie, especialmente porque quería ofrecerte alternativas, una que no tuvieras que tomar apresuradamente o... que vinieras a mí por voluntad propia, ¿sabes? Siempre que pueda, te daré todo el tiempo de ahora en adelante, para que confíes en mí, te acerques y me ames. No presiones, ni obligaciones. Lo que sufriste... mientras viva, nunca más será así, Evie. Esa es una promesa –Heath tomó su rostro entre las manos– te amo, Evie –dijo, mirando fijamente sus ojos.

–Gracias, Heath. Por amarme. Por... –Evie no sabía que más podía decir, así que se puso de puntillas, elevó los brazos hasta el cuello de su esposo y bajó su cabeza para poder besarlo. Él sonrió, antes de corresponderle con entusiasmo.

Cuando se separaron, Evie notó que sus mejillas estaban acaloradas y probablemente estaba sonrojada. Heath le tocó la nariz con un dedo, juguetón, y luego tomó su mano para que siguieran el camino hasta orillas del lago.

–¿Se parece al de tu hogar? –inquirió cuando habían llegado. Él se quedó pensativo y luego negó–. ¿No?

–Debería, ¿no? Es solo un cuerpo de agua, pero... no lo sé –Heath ladeó la cabeza y suspiró de nuevo–. No sé –repitió, con un deje nostálgico.

Heath se quitó la capa que llevaba, la extendió sobre un trozo de tierra relativamente plano y ofreció que Evie se sentara primero. Ella lo hizo, sin soltar su mano, halándolo también para que estuviera junto a ella. Una vez sentados, Heath sintió como Evie apoyaba la cabeza en su hombro y suspiraba, feliz.

Cerró los ojos, apreciando la paz que parecía habitual sentir cuando tenía a su esposa en los brazos o cerca de él, percibiendo aquel aroma a vainilla que no había olvidado desde que lo había rescatado.

–¿Heath?

–¿Hmmm? –abrió los ojos, giró la cabeza y se encontró con la mirada dulce de Evie. Sonrió–. ¿Sí, cariño?

–¿Eres feliz? ¿Por eso sonríes?

–¿Teniéndote cerca? ¿Cómo podría no ser feliz? –exclamó Heath, risueño. Evie rió–. Entonces, tú, mi amada Evie, ¿eres feliz?

–Sí –musitó, como si tuviera miedo de decirlo demasiado alto.

–¿Qué dijiste? Creo que no eres tan feliz después de todo...

–¡Sí, Heath, soy feliz! –soltó con fuerza Evie. Y rompieron a reír.

–Bien –dijo Heath, pasando su brazo por la espalda de Evie, para acercarla más a él–. Muy bien –remarcó.

–Heath –llamó de nuevo.

–¿Evie?

–Quiero...

–¿Sí, cariño? –preguntó, sin dejar de acariciar con suavidad su hombro con la mano.

–Quiero intentarlo –su voz sonaba firme, pero Heath notó que temblaba junto a su cuerpo y sus manos estaban en puños–. ¿Escuchaste lo que...? ¿Quizá no lo dije muy claro y...?

–Lo entendí, cariño –Heath aseguró. Con la mano que tenía libre, tomó una de las que ella tenía en un puño e hizo que extendiera sus dedos, masajeando con suavidad su palma y luego cada dedo. Sintió como la respiración de Evie se calmaba y volvía a relajarse contra él–. Eres muy valiente, Evie.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora