Capítulo 1

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Ese hombre no era su esposo.

Lo había sospechado, por supuesto que lo había sospechado, pero después de despojarlo de sus ropas, lo había sabido con certeza absoluta.

No importaba cuánto hubiera cambiado durante esos años, la cicatriz que tenía desde que había sufrido un accidente no podía haberse desvanecido.

Pasó los dedos con suavidad por su brazo, donde la pronunciada marca debería estar. Cielos, ¿qué se suponía que debía hacer ahora?

No podía dejarlo morir, ¿cierto? Pero... ¿y si era peligroso?

Miró dudosa al hombre que no había reaccionado siquiera cuando lo movieron hasta su casa y lo dejaron en la cama para que ella lo desvistiera y atendiera. Por un momento, incluso, había pensado que estaba muerto.

Pero su respiración, aunque superficial, era constante. Seguía vivo.

No por mucho si ella decidía abandonarlo. Porque, si alguien fuera a reclamarlo, ya habrían venido por él, se escucharía comentarios, al menos Gisele ya lo sabría y se lo habría dicho.

No, lo que había era silencio sobre quien era este hombre y qué hacía ahí. Porque, definitivamente, tampoco era de Flumen, el pequeño poblado siendo lo suficientemente pequeño para que ella lo reconociera de haber sido de ahí.

Entonces, ¿quién era? ¿Parte de los soldados que habían llegado de Glenley? ¿O quizá de la guardia real?

Pero, si era así, ¿qué hacía en medio de un campo de batalla donde ningún oficial se encontraría? Porque eso sí que lo había escuchado, muchas de las pequeñas batallas en la guerra habían sido libradas por los pobladores reclutados como soldados provisionales.

Eso es lo que no entendía. ¿No se suponía que había un poblado completo que se dedicada a entrenar soldados? ¿Por qué el rey había decidido acudir a los poblados y ordenar que se enlistaran jóvenes, de dieciocho a treinta años, para servir en la guerra? ¿Qué era lo que realmente se escondía detrás de todo?

Ella no lo entendía, pero eso no significa que no lo agradeciera. Bueno, quizá, en el caso de sus tierras, se debía a que no contaban con una guardia propia, o eso es lo que había escuchado. El centro de poder de las tierras de Artem estaba tan lejano del pequeño Flumen que no podía saberlo con certeza, ni le importaba mucho, si era franca.

Volvió a su tarea de asear con cuidado al hombre que tenía en su casa, el que había asegurado era su esposo. Ella... no sabía qué iba a hacer después, pero de momento, se concentraría en lo que estaba haciendo y dejaría que las preocupaciones del mañana vinieran en su momento.

Lo único que interesaba era que, en esas semanas en que lo atendería, estaría segura de cualquier atención indeseada. Cualquiera que fuera, se encontraría con un gran impedimento cuando se corriera el rumor que su esposo, aunque malherido, había regresado del frente de batalla.


***


–¿Estás segura de que es él? –inquirió Gisele dudosa, mirando fijamente al hombre en la cama. Genevieve hizo un sonido que pretendía que pasara por una afirmación–. Está muy... cambiado.

–¿Quién sería si no? –exclamó Genevieve, tratando de sonar segura, añadió–: por supuesto que es él.

–¿Viste lo que llevaba?

–¿Qué llevaba?

–Sus ropajes... –Gisele arqueó una ceja cuando su hermana la miró–. Tú...

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora