Capítulo 40

406 89 15
                                    

Apenas habían terminado de reír cuando Gisele entró apresuradamente en la estancia. Los dos hermanos giraron a mirarla y Heath lo supo instantáneamente. Se trataba de Genevieve.

–¿Está bien? ¿Dónde está? –preguntó, dando rápidas zancadas hasta Gisele.

–Sí, la subieron a la habitación. El hijo de ustedes está por nacer, Heath –anunció Gisele, compartiendo una sonrisa con él y por sobre su hombro, con Wes–. ¿Quieres esperar aquí o venir...?

–¿Esperar? ¡Voy inmediatamente a su lado! –exclamó Heath, ya de camino.

–No esperaba nada menos de ti –soltó animada Gisele, siguiéndolo–. ¿Vienes –preguntó, volteando hacia Wes que no se había movido.

–No. Creo que habrá suficientes personas agobiando a mi pobre cuñada. No necesita otra más, peor aún, alguien que desconoce totalmente del asunto.

–Tienes razón. Y, como yo sí lo conozco y sospecho que tu hermano mayor no, me retiro para ayudarlos a todos por allá.

–Sabia decisión –acotó Wes. Se despidieron con un gesto de la cabeza.

–Le gusta –dijo alguien desde el fondo. Wes ni siquiera se molestó en preguntar a qué exactamente se refería– y lo sabe.

–Jordane, lo hemos hablado y... –empezó Wes, pero ella elevó la mano para que se detuviera–. ¿Qué?

–No necesita explicarlo. De todas maneras, quien está aquí, siempre estará aquí, soy yo. –Y tu hermano. No excluyas al pobre Garrett. O no hasta que se case al menos –bromeo.

–¿Casarse, él? Dioses, milord, parece que no lo conociera. Primero se casa usted que él.

–Casarme, yo... eso sí que suena como una completa locura –Wes negó– no, no solo eso. Es imposible.

–Pero, yo...

–Imposible, Jordane Saint-Clair. Yo nunca me casaré.

–Las cosas pueden cambiar –alegó, tercamente.

–No para mí y no sucederá. Al menos, no por voluntad propia ni con alguien mucho más joven que yo. Así que dejémoslo estar y mejor vayamos a esperar por verdaderas noticias, aquellas sobre el nuevo heredero de Savoir.

–Hmmm, puede evadirlo todo lo que quiera, milord, pero no importa lo que suceda nunca se librará de mí. Juro que estaré a su lado.

–Dioses, a ti y a tu hermano les encanta hacer promesas –Wes se refirió a aquella promesa del pasado–, de cualquier manera, dejemos el tema por favor y acompáñame a la cocina a pedir algún té por si tienen hambre.

–¿Cree que alguien quiera comer en esta situación?

–Bueno, no inmediatamente, pero si tarda, quizá sí.

–Lo que diga, lord Weston –pronunció resignada, Jordane, con ese tono que implicaba que lo creía loco, pero que lo seguiría hasta el fin del mundo si se lo pidiera. Solo porque era él, a quién consideraba su Drummond personal.


***


–Acérquenlo, por favor –pidió Genevieve, en voz baja y cansada.

Edith, que era quien la había atendido y había venido especialmente por ella en cuanto se había enterado de que estaba pronta a tener a su primer hijo, la tranquilizó informándole que estaban limpiando al pequeño.

Pequeño. Dioses, había tenido un niño.

Un perfecto, adorable y sano bebé. Con unos pulmones fuertes, a juzgar por cómo había anunciado su llegada al mundo.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora