Capítulo 8

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El reflejo que le devolvía el lago era familiar, algo absolutamente normal, pero a la vez no lo era. Hacía que rememorara otros días, en concreto, aquel día venía a su mente, ese en que todos habían ido hacia ese mismo lago, riendo y charlando. Cuando todo era normal... de alguna forma, todo estaba bien en su pequeño mundo.

Los hermanos Drummond, los siete, habían decidido que ese día sería el que todos visitarían el lago y se habían unido los recientes integrantes de la familia, los dos hermanos Saint-Clair y Soleil, tres personas que provenían de las tierras de Artem y que, si todo iba acorde con el plan, en un futuro harían de Savoir su lugar permanente de residencia.

Las risas de aquel día habían ido muy acorde al cálido clima que parecía teñir todo de una colorida alegría, una sensación de bienestar e inocencia que se extinguiría dentro de poco. Dioses, después de aquel día... todo había ido mal. No permanente, pequeños momentos, uno tras otro, a veces más seguidos, a veces no tanto, pero todo...

Cerró los ojos y trató de no pensar más en ello. Hacía días que no podía dejar de pensar y, lo que era peor, no podía hacer nada más por el momento. Solo pensar, cuando lo que quería, lo que necesitaba era ir a buscarlos... pero ¿por dónde empezar? ¿Y si se iba sin un plan que sería de Savoir?

En esos momentos, justamente en momentos así, le gustaría ser más impulsivo. Ser... ser como Heath.

Su hermano.

Su hermano gemelo.

Aquel al que veía reflejado en el agua, aunque no era él. Solo era un reflejo, su propio reflejo el que le devolvía el lago en aquella fría mañana.

–¿Qué haces aquí? –inquirió una voz cercana. Él giró, sorprendido–. ¿Qué?

–¿Qué haces tú aquí? –respondió a su hermano menor. Este se encogió de hombros–. ¿Sucede algo?

–No.

–¿Por qué estás aquí, solo?

–No estoy solo.

–Ah –pronunció, reconociendo que, si su hermano Weston estaba allí, alguno de los hermanos Saint-Clair estaría cerca. Quizá los dos–. Pensé que...

–Sigue resistiendo –anunció.

–Es una locura –musitó, aunque su hermano asintió, perceptivo como siempre–. ¿Qué crees que debemos hacer?

–Ya lo estás haciendo.

–¿Qué?

–Los encontraremos –dijo con seguridad y sonrió levemente–. Ahora, volvamos al Castillo.

–Así que sí sucede algo –exclamó, alcanzándolo a grandes zancadas.

–Es necesario que vengas, sí –confirmó.

–¿Necesario? –arqueó una ceja, curioso.

–Necesario, sí, no creo que te guste lo que vamos a encontrar.

–¿Qué exactamente sucede?

–Tenemos visita.

–¿Visita? ¿En estas circunstancias?

–Hmmm.

Su hermano menor no dijo nada más y siguieron caminando a paso tranquilo. Aun así, Robin se sentía inquieto, porque en esos momentos realmente hubiera querido que Weston dijera más... o quizá realmente no quería eso. Cuando alcanzaron el puente levadizo, no pudo callarse más.

–¿Quién podría...?

Su pregunta se detuvo cuando localizó la cabellera rubia de la mujer que giraba en ese momento, furiosa, hacia él, en mitad del patio de armas. Cerró un segundo los ojos antes de adelantarse y ofrecer sus saludos a Soleil de Grianmhar, la prometida de su hermano gemelo extraviado, Heath Drummond.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora