Capítulo 7

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Heath se encontraba sentado desayunando. Había pasado varios días dándole vueltas al asunto de quién era y qué hacía ahí. Si aceptaba la idea de que Genevieve no era su esposa, entonces, ¿quién era y por qué lo ayudaba?

Frunció el ceño levemente. No tenía sentido cuestionarse eso de momento. Lo más importante, quizá lo que más necesitaba, era recordar quién era.

Elevó la mirada cuando los rayos del sol llenaron la habitación de luz. Genevieve, la mujer de sus pensamientos, estaba preparando alguna infusión, muy concentrada, por lo que solo veía su perfil. Sin embargo, en un momento, algo que dijo Gisele hizo que girara y riera antes de volver a su labor.

Pero para Heath, aquel breve movimiento, le provocó un choque inusitado de emociones y cuando pestañeó, la ilusión desapareció.

¿Qué rayos había sido eso? ¿Por qué, por un momento, el rostro de otra mujer se había sobrepuesto al de Genevieve?

Cuando ella había girado, su cabello rubio siendo de un tono más claro por la luz directa que entraba por la ventana, él había visto a alguien más. No, no él, su mente... sus recuerdos... ¿quién, por los Dioses, era esa otra mujer?

–¿Heath, estás bien?

–Sí –afirmó y sacudió la cabeza una vez, con fuerza–. Es solo que...

–¿Qué? –Genevieve ladeó el rostro. Esta vez, Gisele también estaba prestando atención. Heath volvió a negar–. ¿Heath?

–¿Sabes que no importa el pasado, estoy a tu lado ahora y siempre lo estaré, cierto? –soltó, sin saber exactamente de dónde había venido eso.

–¿Heath? –Genevieve miró la mano que le extendía Heath, suspiró y se acercó para tomarla–. ¿Qué está mal?

–No lo sé –susurró y la haló hacia él para abrazarla– pero lo averiguaré.

–¡Por favor, no otra vez! –exclamó Gisele con un gran suspiro–. Iré con Edith –anunció y se escapó rápidamente.

–¿La asusté? –inquirió Heath en tono ligero. Genevieve rió–. ¿Qué?

–Creo que los dos la asustamos –contestó. Y, para alegría de Heath, no hizo el menor intento de alejarse. Continuaron abrazados y ella preguntó–: ¿cómo te sientes, Heath?

–Mejor. Estos días he podido dar unos pasos sin tener que apoyarme en el bastón y he dormido mejor.

–Me alegra saberlo.

–Por eso quería preguntar...

–¿Sí? –inquirió, ante su pausa.

–¿Quieres volver a la habitación? –Heath sintió como Genevieve tomó aire de golpe. Sonrió lentamente–. ¿Qué? ¿No es adecuado?

–Heath, ya te dije que...

–No quiero incomodarte, Genevieve. Si lo prefieres, puedo dormir allí –señaló hacia el rincón opuesto de la estancia, donde había una pequeña chimenea que iluminaba una raída alfombra–. ¿Está bien?

–¿Por qué? –musitó Genevieve y dio un paso hacia atrás, para mirarlo–. ¿Por qué quieres dejarme la habitación, Heath?

–¿No debería?

–Tú...

–Es tu habitación, Genevieve.

–Sí, pero...

–Y la de tu esposo.

–Heath...

–Genevieve –él tomó su mano y la estrechó con fuerza, una vez, antes de elevar la mirada y clavarla en ella– el que no soy yo, ¿verdad?

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora