Capítulo 3

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Con cada día que pasaba, Heath se encontraba mejor. Aún no estaba del todo consciente, pero Genevieve se sentía optimista con su progreso. Lo miraba y no podía evitar esbozar una pequeña sonrisa cuando pronunciaba su nombre y él parecía buscar el origen de la voz, girando su rostro hacia ella, o al lugar del que provenía su voz sería lo más preciso.

Le gustaba hablarle, encontraba que la relajaba hacerlo. Había visto que Gisele hablaba constantemente cuando estaba con Heath, así que pensó que sería buena idea intentarlo. Y quería creer que lo era, al menos podía decirle lo importante que sería que despertara.

–Probablemente te esperen, Heath –dijo Genevieve una mañana, mientras dejaba de lado la sopa que había preparado y había logrado que tomara más de la mitad–. Sin duda sé que será así –añadió, mirando al rectángulo de tela que estaba cuidadosamente doblado en una pequeña mesa cercana.

Se había tomado el tiempo, un día, para mirarlo atentamente, dándole vueltas y verificando cuidadosamente los detalles, por si encontraba alguna pista sobre este hombre. Había descubierto que, en una de las esquinas, en letras pequeñas, estaban las iniciales H.R.D, lo que le hacía suponer que se trataba del nombre completo de Heath. ¿Cuál sería? De hecho, ¿sería su nombre Heath? ¿Le pertenecería ese pañuelo?

Volvió sus ojos hasta él, observando atentamente su rostro, como si así pudiera encontrar la respuesta, aquella que le dijera que, en efecto, él podía llamarse Heath.

–Si despiertas... no, cuando despiertes –se corrigió inmediatamente– podrás contarnos toda clase de aventuras, ¿cierto? De cómo llegaste aquí y quién eres. Hmmm... ¿quizá eres un príncipe? ¿un soldado? No, definitivamente un soldado no. ¿Tal vez un noble? Y no, no creas que me importa, solo que así es como luces, sin duda, un caballero...

Genevieve estaba consciente del peligro que entrañaba tejer ilusiones e imaginar aspectos de la personalidad del desconocido, pero no podía evitarlo. Su hermana muchas veces le había dicho que era una optimista sin remedio, pero prefería serlo, en ocasiones era lo único que le quedaba para poder seguir... en aquellos meses horribles tras su boda, la ilusión de que un día vendría algo mejor era lo que la había ayudado a sobrevivir, a sonreír animadamente a quienes se cruzaban en su camino y a continuar haciendo lo posible por proveer de alimento y techo a su hermana menor.

Así que sí, podía ser peligroso para su corazón, pero tampoco era demasiada su preocupación en ese aspecto. Si no implicaba un peligro a su integridad física o la de Gisele, no tenía la menor importancia que pudiera causar un daño emocional.

–¿No soy patética, Heath? Pensando en que pudieras causar un daño a mi corazón cuando ni siquiera has hablado conmigo desde que llegaste. ¿Sueno superficial? Probablemente. Pero, lo admito, luces muy diferente a los hombres de por aquí. Bueno, no que queden muchos, con lo de la guerra... ¿por qué estabas en el frente de batalla? Eso me pregunto. Y ¿por qué aquí? Es decir... ¿quién eres?

–Pensé que eso lo sabías tú.

Genevieve elevó la mirada inmediatamente hasta el rostro de Heath. Había estado limpiando su brazo con un paño mientras hablaba y él... ¿había despertado?

–¿Heath?

–Agua.

–¡Oh! –Genevieve le sirvió, ayudó a que bebiera un poco y se quedó mirándolo aturdida. Sus ojos grises estaban fijos en ella. Había despertado, en verdad, había despertado–. ¡Gracias a los dioses! –exclamó, aturdida.

–No, gracias a ti –Heath habló con voz baja y lentamente–. ¿Había alguien más...?

–Sí, Gisele. Mi hermana.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora