Capítulo 31

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–... Y las historias que contaba, los cuentos que nos narraba... eran maravillosos. Así supe que había mundos mágicos, a los que podía acceder con las palabras y...

Genevieve se cortó, consciente que se había dejado llevar por los recuerdos de esas noches en que Heath les contaba historias a ella y Gisele. Sonrió con añoranza.

–Heath siempre fue el mejor narrador de todos. Hacía que viviéramos los relatos a su lado, especialmente para quienes como yo, no teníamos otra manera de vivir aventuras que no fueran narradas –soltó, con un deje de tristeza–. Y siempre tenía historias que contar –añadió, sonriendo levemente.

–No dudo que sea así.

–Y ahora tiene una más –Weston miró a Genevieve y asintió, antes de incorporarse para dirigirse a un estante cercano–. Aquí –dijo, acercándose y extendiéndole un tomo particularmente grande y con una cubierta hermosamente ornamentada.

–Oh... ¿Weston? –preguntó, sin entender.

–Este es el libro que contiene la mayoría de los relatos que seguramente les narró Heath. Pensé que le gustaría leerlo... –agregó, sintiéndose algo inseguro ante su expresión– o quizá no.

–Bueno... –Genevieve tomó el libro con cuidado, pasando con reverencia la mano sobre las letras– lo cierto es que... no sé muy bien cómo... no sabría... –sintió que enrojecía.

–Ah... leerlo –Weston volvió a su lugar, frente a ella– puedo ayudarle a practicar, si lo prefiere.

–¿Cómo ha dicho? –Genevieve lo miró, sabiendo que debería estar avergonzada, pero sintiendo más emoción que nada. Dioses, leer... leerlo todo. Sería un sueño–. ¿De verdad? –susurró, sin creerlo.

–Sí. Sería un placer ayudarla. Los días encerrado en el castillo pueden ser muy largos... –exclamó, con un suspiro de añoranza. Genevieve lo miró con curiosidad–. ¿Qué sucede?

–Supongo que también usted tiene una historia, Weston.

–¿No la tenemos todos? –Weston se encogió de hombros, restándole importancia–. Entonces, Genevieve, ¿qué le parece si empezamos...? –y Genevieve observó como él volvía a levantarse, dejando la frase a medias y buscando lo que parecía necesitar para escribir.

Letras. Dioses.

Todas las letras. Aprendería a leer. Completamente y con claridad. Bien.

Era, en verdad, un sueño.


***


Heath respiró aliviado cuando vio llegar a Genevieve acompañada por su hermano menor, Weston, mientras charlaban animadamente. La capacidad que tenía Wes para hacer que las personas a su alrededor se sintieran cómodas era una cualidad que en ese momento agradecía a los dioses. Más tarde debería decirle cuanto apreciaba esa calidez que le demostraba a su nueva esposa, a pesar de apenas conocerla.

–Como muchos de los presentes habrán escuchado, he vuelto tras una ausencia imprevista, en compañía de mi esposa y su hermana –Heath habló desde la cabecera de la mesa, donde iba a presidir la comida que les servirían aquel día–. Aunque no existe mucho por lo que celebrar en estos días en el reino, espero que puedan unir sus copas a la mía por mi unión con lady Genevieve Leroux Drummond –culminó su brindis, bebiendo un sorbo, al igual que el resto de los presentes, quienes en su mayor parte eran de la familia. Y algunos miembros del Consejo de Sabios que habían aceptado la invitación, para su gran alivio.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora