Capítulo 25

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Al despertar, Heath se sorprendió de encontrar a Genevieve aún a su lado. Generalmente se levantaba al alba, ocupándose inmediatamente y rehusándose a quedarse en sus brazos. Así que, esta vez, aprovechó para estrechar su cuerpo cálido y ella se acurrucó en respuesta, por lo que no pudo evitar sonreír ante la confianza que le volvía a demostrar.

Dioses, cómo amaba a esa mujer. Su mujer.

Cerró los ojos, suspiró y pensó en dormir un poco más. Pero, en lugar de eso, su mente se desvió a asuntos apremiantes a los que había dado poco pensamiento. Como la travesía de regreso, que podía ser peligrosa. O el papel que asumiría al llegar a Savoir. O la mujer a la que tendría que enfrentar y explicar que no podría desposar, no cuando su corazón le pertenecía por completo a Evie.

En verdad, de todo lo que le esperaba, eso último era lo más difícil. Porque lo sabía, aunque no lo habían hablado frecuentemente, sabía que para Soleil Saint-Clair su compromiso era mucho más que un matrimonio arreglado. Ella podía estar un poco enamorada de él... y nunca había sentido la necesidad de desalentar ese apego porque iban a casarse. Él no le había correspondido, era cierto, pero no parecía importar porque al final terminarían juntos. Bueno, eso habían asumido todos. Y ahora... ya no era así.

¿Qué debía hacer? De hecho, lo que creía pasaría si llegaba luego del tiempo en que el compromiso expirara, ¿era lo correcto? ¿Tenía el derecho de pedirlo, de esperarlo? ¿O simplemente estaba siendo egoísta?

Sus reflexiones se vieron interrumpidas cuando Evie empezó a removerse y, ante su sorpresa, aun murmurando medio en sueños, lo abrazó.

–¿Evie, cariño? –llamó Heath, sonriendo.

–¿Heath? –su voz sonaba pesada, pero con un toque risueño–. Hmmm –murmuró apreciativamente, deslizando las manos sobre su espalda. Él rió–. ¿Qué?

–Me gusta la manera en que despiertas, cariño –soltó Heath, besándole en la frente. Luego encontró sus ojos–. Buenos días, lady Genevieve Drummond.

Evie sonrió brillantemente ante sus palabras y respondió:

–Buenos días lord Heath Drummond... mi amado esposo.

–Creo que por mucho prefiero el título de esposo tuyo, mi Evie.

–Así como yo... tuya, de verdad, siempre –Evie depositó un suave beso en su pecho, sobre el lugar en que latía su corazón, antes de incorporarse– pero es hora de levantarse. Es muy tarde –dijo, con un toque indignado al observar la luz que se filtraba por la ventana–. Dioses, ¿cómo pude quedarme dormida?

–No te preocupes, Evie. Te ayudaré antes de marcharme a ver a Gaspard. ¿Eso ayudará a tranquilizar tu conciencia al haber dormido unos minutos más?

–Por cómo se ve la luz, no creo que sean solo minutos –lamentó, pero a continuación sonrió levemente–. No recuerdo haber dormido tan bien en mucho tiempo... quizá nunca. Heath, no quiero dormir sino es en tus brazos.

–Así será cariño, como tú digas –contestó, risueño, mientras se incorporaba y procedía también a vestirse, para afrontar el nuevo día tratando de ultimar cualquier pendiente antes de marcharse.

Cuando salió de casa, Gisele decidió acompañarlo para saludar a Gaspard, antes de ir tras Edith al bosque cercano.

–Sé cómo encontrarla –le recordó a Heath, restándole importancia a su preocupación– y no me alejaré demasiado –prometió.

–De acuerdo. Pero, de todos modos, ten cuidado.

–Heath... –gruñó con impaciencia, poniendo en blanco los ojos.

Una oportunidad (Drummond #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora