En cuanto Lisa consiguió enviarle su dirección a través de un mensaje de texto, la morena no dudó en montarse en su auto para conducir hasta la casa de la ojiverde. Sus manos apretaban ligeramente el volante mientras mordía su labio inferior con expresión preocupada. Cuando por fin logró dar con la dirección puesta en el mensaje aparcó el coche frente a la casa y se bajó con agilidad caminando el tramo desde la acera hasta la puerta principal golpeando ésta suavemente.
Escuchó pasos flojos del otro lado y alguna que otra maldición por parte de la cirujana quien abrió la puerta casi al minuto después.
Jennie inspeccionó de inmediato su aspecto, sus ojos inyectados en sangre, sus labios escociendo a causa del alcohol, el cabello algo revuelto y traía los primeros botones de su camisa azul desabrochados.
-¿Qué estás haciendo Lisa?.- Preguntó con algo de compasión en su voz.
-No lo sé.- Contestó la rubia bajando la mirada.
La castaña sólo suspiró antes de adentrarse en la casa de la cirujana y cerrar la puerta tras ella. Todo permaneció en silencio y algo de oscuridad, Jennie se quitó su abrigo y guio a Lisa hasta la sala de regreso a uno de los sofás.
-Te prepararé un café.- Anunció mientras se quitaba el abrigo y lo lanzaba sobre el respaldo de un sillón.
-No es necesario que lo hagas.
-No puedo dejarte ir en ese estado a la cama cuando despertarás con dos niños a los que atender por la mañana.- La ojiverde le vio y sólo asintió con resignación sabiendo que la residente tenía razón.
Guió a Jennie hasta la cocina y desde su posición sentada en un taburete alrededor de la isla con superficie de mármol comenzó a indicarle dónde estaba todo. La morena se movió con rapidez bajo la lenta y cansada mirada de la titular quien estaba luchando con todas sus fuerzas para no caer dormida sobre la isla antes de siquiera poder sentir el olor a café, abrió los ojos en su totalidad cuando la castaña deslizó una taza humeante en su dirección. Observó por unos segundos el oscuro líquido dentro de la taza antes de beber un buen trago que quemó un poco su esófago, pero no lo suficiente como para no soportarlo. Jennie tomó asiento justo frente a ella y la miró mientras bebía su café con rapidez.
-Esto.....- Comenzó a hablar con algo de inseguridad- Ya sabes, lo de beber....- Fue interrumpida por la ojiverde.
-¿Si me sucede a menudo?.- Lisa intuyo su pregunta sintiéndose un poco mas lucida que hace unos cuantos minutos atrás- Pues solo cuando los recuerdos me atacan.- Dijo antes de recibir una respuesta mientras sonreía melancólicamente.
-Puedes contarme si eso te ayuda.- Sus ojos conectaron por unos interminables segundos.
-Era tan comprensiva como tu ¿Sabes? Siempre estaba preocupándose por todos.- La morena se removió en su lugar dispuesta a escucharla- Le gustaba la fotografía, tenía un pequeño estudio en el centro donde se pasaba los días enteros haciendo sesiones. No era demasiado grande pero la hacía feliz.
El pecho de Jennie se contrajo ante una lágrima que la ojiverde derramó mientras mantenía la mirada fija en algún punto sobre la superficie. Le sorprendió demasiado ver a la neurocirujana en aquella faceta tan vulnerable dejando de lado aquella postura de flamante respeto e inteligencia que irradiaba al interior del hospital frente a todos los demás, pero la realidad era que el cascarón en el que se había refugiado la rubia ante todos se estaba rompiendo justo frente a ella dejando a la rubia totalmente expuesta.
-Nos conocimos cuando apenas teníamos diecisiete años, yo había conseguido entrar en la universidad y a ella su padre le tenía un futuro prometedor.