Capítulo 41

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Mi maldición

Alissa.

La sombría mirada de Christian Black me descompone por unos segundos. A su lado aparece mi madre seguida de mi tío Elliot.

Oh, oh.

—Alissa —me nombra mi madre—. ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en Nueva York.

—Acabo de llegar —miento.

—¿En verdad?

Volteo a ver a mi tío Elliot, sus ojos meticulosos me recorren. 

—Si. 

Esto no me esta dando buena vibra. ¿Será por lo tensa que se ve mi madre, el enojo latente en la cara de mi padre o la mirada inquisidora de mi tío Elliot?

—¿Qué hacen aquí? —gestiono ocultando los nervios.

Solo espero que los chicos los hayan escuchado entrar. Aunque para que me engaño las paredes son los suficientemente gruesas como para que no nos escuchen.

—Nos resulta más fácil trabajar desde aquí. Toda Italia está de cabeza por lo de la explosión, es mejor no llamar la atención —contesta mi madre. 

Asiento colocando mis brazos hacia atrás.

—Alissa... —Nate deja hablar cuando la furibunda mirada de mi padre recae en el.

Cierro los ojos.

Mierda.

Nathaniel los repara sin saber que decir y atrás lo siguen Caden y Nick.

Doble mierda.

—¿Qué hacen ustedes aquí? Deberían estar en Alaska con Michael bus... —las palabras de mi padre quedan a medias cuando Michael aparece tranquilamente con las manos en sus bolsillos—. ¿Alguno de ustedes me podrían decir qué coño está pasando?

—Relájate, Christian, no es conveniente perder los estribos públicamente.

—Estoy en mi casa, con mi familia y un hijo desaparecido, Michael. Puedo perder los estribos cuando yo quiera.

—Eso no sería muy Christian Black de tu parte —el tono burlón de mi tío me pone de los nervios. 

Todos tenemos los ojos entre mi tío Mike y mi padre. 

El rostro de mi madre es claramente interrogativo ¿Ahora qué inventamos? Con los ojos le pido ayuda a Caden quien se repara las uñas, frunce el ceño al captar mi mirada. 

Caden hace un sonido con su garganta dando a entender que piensa hablar, sin embargo vacila cuando mi madre lo atraviesa con la mirada.  

¡Dios!

Esto me esta retrasando del verdadero objetivo, necesito ir Canadá con Caden o sin Caden. 

Muevo los pies para irme, más mis pasos se quedan a medias cuando de la puerta entra un pelinegro en un movimiento brusco.

—¿¡Que carajos!? —exclama Nate.

—No puede ser —suelta mi madre. 

Reparo a Darren de pies a cabeza, cohibida al verlo en una sola pieza, algo golpeado y mugriento, pero vivo y completo. 

Mantengo los labios medio abiertos mientras el ve con seriedad a un punto detrás de mí. 

—Ahórrense las preguntas que no contestare —zanja con dureza—. Eres un estúpido, imbécil de mierda —sisea y yo me siento en otra dimensión.

¿En serio es Darren o estoy soñando? Hasta sus insultos suenan como el.

Cierro mis ojos, los abro y ahí está con la mandíbula tensa. Los vuelvo a cerrar y abrir obteniendo el mismo panorama. 

DARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora