Capítulo 60

693 57 17
                                    

Suplicio

Alissa.

A lo largo de mi vida siempre he sido menospreciada, subestimada e ignorada, incluso yo lo he hecho. No soy buena en combate, no como mis hermanos, me cuesta seguir los pasos de mi familia, soy necia, insolente, a veces algo inmadura y por lo visto estúpida, estúpida por confiar en personas que no debería.

Sé que nunca lograré cumplir las expectativas de mi padre, tampoco las de mi familia, sin embargo, me niego a ser la presa fácil de Eiden. Es algo que no pienso permitir por más destrozada que este.

Respiro por la boca.

De aquí salgo viva, porque en el fondo este imbécil no tiene ni idea de con quien se ha metido. Y en todo caso de que logre matarme, me aseguraré de llevármelo conmigo.

—Tonta Alissa —se mofa—. Nunca te libraras de mí.

Todavía puedo sentir su asquerosa boca sobre mi piel.

—Entrégamelo —ladea la cabeza, categóricamente serio—. La jeringa, sé que la tienes, dámela.

Me levanto con cuidado, ignorando las arcadas que me contraen la garganta.

—Porque no vienes tú por ella.

Sonríe descaradamente.

—Se que lo piensas... y de una vez te digo que no ganaras, soy más fuerte que tú.

—Con la droga supongo que sí, pero sin ella... —desvió la mirada un momento y luego vuelvo a ponerla en el—. No lo creo.

—Tu cuerpo esta débil, Alissa. Además, por naturaleza humana una mujer nunca podrá contra la fuerza de un hombre.

Me mantengo en mi posición sin permitir que sus palabras me afecten, a decir verdad, no lo hacen, es solo más de lo mismo, tan solo tengo un inexplicable deseo de hacerlo sufrir, dañarlo... destruirlo parte por parte, que no quede nada de él.

—Adelante —verlo me da tanto asco—. Ven por mí.

Una ligera risilla sale de él.

—Te flagelaré como tienes idea, delicia.

Se acerca a zancadas y evado el puñetazo que me lanza. Avanzo hacia la izquierda sin perderlo de vista, tanteando la jeringa que tengo en la mano derecha. Eiden se muerde los labios, mirándome con diversion.

—Eres rápida —bufa—. Pero eso no te salvara.

Esta vez, cuando viene por mí, intento inyectarle la sustancia en el cuello, sin embargo, logra tomarme del brazo, deteniéndome. Nos miramos detenidamente y siento la rabia apoderarse de mí. Con un codazo tiro del brazo que me sujeta, liberándome de él.

Aprovecho su asombro, tirándome sobre él, usando la ira en mi como estimulante para acabar con él. Un grito colérico se escapa de mi garganta cuando le propino un puñetazo, y luego otro y otro... y otro... El intenta ahorcarme, pero soy más rápida al introducir la aguja de la jeringa en su piel. Observo sus ojos abrirse en demasía al sentir la sustancia en su sistema.

Sus manos pierden fuerza y escucho pasos en el pasillo. Mi pecho sube y baja mientras veo la sangre que mancha mis manos.

—¿Eiden? —Alisson abre la puerta y el desconcierto toma su rostro al verme encima del pelirrojo.

Mis ojos se clavan en ella observando como su mano se aferra al picaporte. Noto el cuchillo que tiene en la otra mano.

—¿¡Que le has hecho, maldita!?

Me levanto de forma acelerada, avistando su acercamiento de manera inmediata. En un golpe tiro el cuchillo de su mano y la sujeto del cuello, aporreándola contra la pared.

DARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora