Capítulo 57

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Asesino de Blackwood

Alissa.

—Se que tienes algunas preguntas —Ethan sonríe minuciosamente—. Varias, en realidad.

Quiero moverme, quiero moverme más que nada y me frustra no lograrlo. Siento que se me encoge el estómago cuando se acerca lentamente, contemplándome desde arriba con los ojos oscurecidos.

—Una pena que no puedas hablar, pero para tu información es lo que más desteto de la droga, el no poder escuchar.

¿¡Que carajos está sucediendo!?

¿Por qué Ethan...? ¿Por qué...?

—Como he soñado con este momento... —se inclina sobre mí, mirándome maliciosamente—. El tenerte así, indefensa, temerosa y sumisa. Un completo deleite.

No lo reconozco.

No sé a quién diablos estoy viendo.

Este Ethan no se parece en nada al chico torpe y amable que conocí. Tiene un brillo en la mirada que nunca le había visto y prefiero cerrar los ojos, al menos, eso mi cerebro me permite hacer.

—Ethan es un idiota al quererte como amiga y no para otras cosas más... placenteras.

Se me cierra la garganta y cada vez entiendo menos, aunque en realidad, solo quiero poder moverme y salir huyendo, no me importa de qué diablos habla, solo quiero poder correr lejos de él.

Me tenso cuando me levanta entre sus brazos sin dejar de ver mi rostro. La rabia se cuela en mi pecho al no poder hacer nada. Soy como un objeto que puede trasladar de un lado a otro, no puedo moverme, no puedo hablar, ni gritar, solo llorar ante lo impotente que me siento.

Entramos a una habitación que desconozco, sin embargo, me cohíbe de mala manara horrorosa. El temor se hace más fuerte cuando me deja sobre la cama y limpia mis lagrimas con sus dedos, el solo toque es detestable y el pavor me toma cuando empiezo a unir cabos.

—No llores —susurra en mi oído, puedo sentir sus labios sobre mi piel—. No tienes nada que temer. No conmigo.

Se aleja y mis ojos lo siguen, enfocada en cada uno de sus movimientos. Cierra las cortinas ensombreciendo la alcoba, generando las lágrimas que se aglomeran en mi retina. Vuelve a mi sentándose a un lado de mis pies, contemplándome de forma pensativa, como si estuviera sospesando algo.

De la nada suelta una risa de estupefacción al mismo tiempo que alza las cejas.

—Vaya... ¿Nunca hasta sentido esa sensación de cuando obtienes lo que quieres y luego ya no sabes qué hacer con ello?

Se pasa las manos por el cabello, revolviéndolo, sus expresiones se vuelven más marcadas dándole un toque aterrador a su mirada.

—Como me encantaría oír tu voz...

Posa sus manos sobre mi garganta, apretando de manera suave.

—Siempre he querido escucharlas, las voces, los gritos, los gemidos... —tuerza los ojos—. Pero a las mujeres siempre les encanta sufrir, les gusta las cosas a las malas para luego hacerse las víctimas. Fingen asco cuando en realidad se mueren por ser folladas, es naturaleza Alissa, naturaleza y la de muchas más, para eso han nacido.

Se me revuelve el estómago mientras entro en pánico ante el vómito que quiero vaciar y mi cuerpo no me permite. Me estremezco y no de buena manera cuando su mano va bajando hacia mi corcel, sin embargo, antes de llegar la quita, negando con la cabeza. Lo escucho soltar un largo suspiro y sin miramientos se yergue sobre mí, posando sus labios sobre los míos. Las lágrimas se tornan más pesadas ante lo asqueroso que me resulta el acto.

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