Capítulo 54

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Infortuna navidad

Darren.

Neutralizo el coche dándole paso a los autos que están sobre la avenida. Ruedo los ojos al ver a la gente yendo de un lado a otro. Estamos en una de las fechas con mayor controversia en Londres, y el que toda la ciudad parezca la viruela con tanto rojo me hace pensar en lo ridículo que es todo esto.

Ver tantas caras sonrientes me marean.

Es estúpido, la navidad es solo una fecha más.

Créanme, no me apetece plantar el culo en una mesa por dos horas soportando conversaciones que no me interesan. No logro entender cual es el condenado afán de todos por celebrar. Me producen jaqueca y me hartan. Mayormente todo me harta. La vida me harta.

Miranda sonríe a cada nada, sentada en el asiento de copiloto, a un lado de mi, viendo las decoraciones navideñas puestas en la ciudad. Viro los ojos, es como si estuviera viendo a Alissa, solo que con cabello marrón y 20 años de mas. Ojeo la caja que mantiene en sus manos, no me puedo creer que me hizo conducir 66 kilómetros por una maldita estrella, puesto que al parecer tanto la señora Black como su hija demente no pueden estar felices sin su maldita estrella, una reverenda estupidez en mi opinión.

—No comprendo cómo se les pudo olvidar algo tan importante —Miranda niega como si fuera algo inaudito—. No vuelvo a contratar a esa gente... es como si quisieran hacer pastel de chocolate sin el chocolate.

Arrugo las cejas viéndola de reojo.

—Ya pasamos el parque de niños, y no creo poder devolverme.

—Se me olvidaba que eras tan gracioso, hijo —jacta acomodándose el cabello—. Deberías dejar la universidad y entrar a un circo.

Sonrió de lado.

Miranda relaja los hombros soltando un suspiro, sumamente a gusto.

—Amo la navidad —dice lo que me da igual, sin embargo, me callo—. Los adornos, la música, regalos, estar rodeada de las personas que quieres, la comida, sobre todo la comida.

Asiento fingiendo que me importa.

—Cuando yo era pequeña tus abuelos...

Resoplo escuchando las historias que me sé del derecho al revés. Freno ante el tráfico y mis ojos se desvían enfocándose en el artículo que yace dentro de una vitrina, procedente de la tienda que tengo en frente, a un costado del coche.

Detallo el vestido de corcel hecho de pequeños diamantes, no tiene mangas y mi mente se imagina la magnífica vista que tendría de los pechos de Alissa en ese escote corte V. Los pocos diamantes de la cintura me hacen pensar que la piel se transparenta, y ni hablar del placer visual que tendré de sus piernas con esa falda asimétrica color magenta oscuro.

La imagen en mi cabeza de ella con ese vestido se hace tan real que...

—Es un bonito vestido —expone Miranda, no obstante, el tono sugerente de su voz me hace volver la vista a la carretera—. Y muy costoso, por cierto, pero que va, eso es lo de menos.

—No le veo el punto a tu comentario.

Miranda chista negando con la cabeza.

—Tan testarudo... —sus ojos azules me observan—. Christian era igual a tu edad, bueno, no es como que haya cambiado mucho, la verdad...

Estira los labios en una semisonrisa manteniéndose encismada en si misma. Sea cual él sea el recuerdo que se le vino a la mente, debe ser indeleble. 

Miranda medio ladea la cabeza regresando a la realidad.

—La cuestión es, que la terquedad te puede hacer bien o te puede hacer mal, es tu decisión la forma en que la utilizas... —me ve de manera significativa—, y Darren, cariño, aprende a usarla bien.

DARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora