Capitulo 7

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Roberta se quedó paralizada ante los ojos que la miraban fijos como si hubiera cometido un crimen. El rostro de Diego se fue tensando mientras se acercaba. Y Roberta, que sabía muy bien qué se sentía cuando un miembro del sexo opuesto la aburría o molestaba, descubrió lo que se sentía cuando la atemorizaba...

Unos peligrosos ojos escrutaron el pálido rostro de Roberta.

-¡Te pierdo de vista un instante y te pones a llamar por teléfono! ¡Estabas filtrando la información! ¡Has traicionado mi confianza! -la condenó Diego sin disimular su ira.

A pesar de estar temblando y de tener el estómago agarrotado Roberta no pudo dejar de sentirse fascinada ante aquel temperamento mediterráneo explosivo, volátil y lleno de dramatismo. Le resultaba completamente extraño.

-Señor Bustamante... -comenzó a decir tratando por todos los medios de hacerle comprender que no debía de suponer siempre lo peor.

-Has hecho tu elección, así sea. ¡Voy a destruirte por esto! -añadió Diego letal.

-Lo has malinterpretado -protestó ella febril-. ¡Sólo he podido llamar a la operadora!

Diego la miró despreciativo y se alejó a grandes pasos. La ira se expresaba en cada movimiento de su cuerpo.
Por un instante Roberta se quedó paralizada, desconcertada. Ramiro la había arrastrado hasta el aeropuerto, la había maltratado y de pronto la dejaba ahí, tirada y sin dinero. Sólo el miedo a lo que pudiera sucederle a Lupita la hizo correr tras él.

-¡Apártate de mi camino! -gritó él al verla.

-¡No es lo que vos pensas! -explicó Roberta acalorada. Diego continuó andando sin hacerle caso-. ¡Sos un necio! ¡Lo único que estaba haciendo era una llamada a cobro revertido a mi jefe de la librería, ¿vale?

-¿De qué librería estás hablando? -preguntó Diego de mal humor, volviéndose hacia ella de mala gana.

Roberta se quedó mirándolo con el ceño fruncido, notando de repente que faltaba algo.

-¿Qué diablos has hecho con las bolsas? ¡Por el amor de Dios, has salido corriendo y te las has dejado tiradas ahí en medio?

Roberta se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos. Vio las bolsas en el suelo y se apresuró a recogerlas para volver junto a él.

-¿Qué librería? -repitió Diego sin inmutarse al verla llegar cargada.

-Trabajo en una librería durante el día. Y además vivo justo encima...

- Roberta hizo una pausa para recuperar el aliento-. Tengo que hablar con el señor Barry para avisarle de que mañana no iré, si desaparezco de repente llamará a la policía...

-¡Tonterías! Pensará que te has escapado con tu novio. Los empleados de tu edad son de poco fiar - aseguró Diego sin dejarse impresionar.

Ofendida ante aquella respuesta, Roberta respiró hondo y trató de mantener la calma, pero no funcionó.

-¿Sabes? ¡Estoy hasta aca de vos! -exclamó llevándose la mano a lo alto de la cabeza-. Yo no tengo ningún novio, y además soy una empleada de fiar. No me subestimes ni me hables en ese tono, yo nunca falto a mi trabajo. Llevo cinco años en el mismo empleo, y durante los dos últimos se puede decir que casi he llevado sola el negocio...

-¿Y entonces qué estás haciendo limpiando pisos por la noche? -preguntó él incisivo.

-Necesito el dinero ¿Es que es asunto tuyo?

-Tu insolencia me pone de mal humor.

-Vos a mí tampoco me gustas... ¿qué esperabas? No he hecho nada malo, sólo he cometido un error, y me estás tratando como si fuera un criminal. Me haces chantaje para que haga cosas que no quiero y... además... no me gusta esa idea de que como soy pobre no debo de ser muy honesta.

-¿Has terminado ya? - Roberta se puso colorada y apretó los labios-. No estoy de humor para soportar estas tonterías, hoy menos que nunca. Vamos, ya hemos perdido suficiente tiempo.

-Entonces... ¿me crees? -preguntó Roberta unos segundos más tarde mientras trataba de caminar a su paso.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora