Capitulo 35

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Al llegar a casa le esperaba una sorpresa. El sobrino de su jefe, de unos 40 años, estaba sentado en la oficina de la trastienda revisando las cuentas. Y, lo que era aún peor, le confesó que en realidad lo que quería era verla a ella.
Agustín Barry le informó a Roberta de que su tío se había retirado y de que él personalmente se haría cargo del negocio. Era lo último que le faltaba.

-Pero si usted ya tiene un trabajo... -musitó Roberta

-Voy a acogerme al retiro anticipado. Pretendo invertir bastante dinero en remodelar todo esto, así que... siento tener que comunicártelo, pero no voy a seguir necesitando tus servicios.

-¿Cómo dice? -inquirió Roberta casi en un susurro.

-Que no necesito a ninguna dependienta a jornada completa.

-¿Pero sabe usted que su tío acordó venderme el negocio? -preguntó de nuevo ella.

-Mi abogado me ha asegurado que si no hay testigos ni nada escrito es casi imposible que pruebes que eso es cierto.

-Pero...

-Mi tío debería de habértelo dicho hace semanas, no puedes culparme a mí de que a él le diera miedo contarte que había un cambio de planes. Es natural que la familia prefiera que el negocio quede en casa. Por supuesto te pagaremos todo lo que te debemos. Te estoy avisando con un mes de antelación... ¡Ah!, y... también esperamos que dejes la casa de arriba. Nunca hicisteis contrato de alquiler, y yo la necesito para otros fines.

-Me iré mucho antes -contestó Roberta alzando la cabeza, tensa y temblando.

Tras aquella conversación Agustín se marchó. Eran sólo las seis. Roberta se dejó caer sobre un escalón, al pie de las escaleras. Tras cinco años sin apenas vacaciones y un salario ínfimo ése era el trato que recibía. Había demostrado ser una estúpida concibiendo aquellos sueños. Era el momento de hacer nuevos planes. Comenzó a subir las escaleras y justo entonces llamaron a la puerta. Roberta se volvió y vio a Javier Alanís por el escaparate. No podía creerlo.

-¡Vamos, Roberta... ábrete, Sésamo!

-¿Cómo has sabido dónde vivía? -preguntó ella al abrir.

-Eché un vistazo a los archivos antes de cambiar de trabajo. Llevo años pensando en llamarte, pero ya sabes cómo son estas cosas...

-¿Demasiadas mujeres y demasiado poco tiempo?

-Sí, eso es, bueno, no puedo evitar ser tan famoso. No, seré sincero, la verdad es que he estado saliendo con una chica que...

-Contá, contá... ¿Qué quería?, ¿otra cita?

-¿Podría... quieres que pase dentro?, hace frío.

-No lo creo oportuno, Javier. Te comportaste como un tonto en la empresa. He oído decir que te marchaste en circunstancias no muy claras, ¿es eso verdad?

-¡Por supuesto que no! -la contradijo él sonriendo satisfecho-. He tenido suerte y he conseguido ascender, eso es todo.

-¿Y sigues estando en ese nuevo trabajo? -inquirió Roberta sin poder resistirse, preguntándose si Diego tendría razón.

-¡Claro que no! ¡Me he marchado de allí también! Era una empresa que no me convenía, ya me entiendes. ¿Quieres que demos una vuelta en mi coche?

-Estoy embarazada, Javier.

-¿Que estás... qué? ¡Dios mío!, ¿Qué ha ocurrido?

-Pues...

-¡Demonios! ¿Y quién es el padre? ¿Dónde está? - Roberta se encogió de hombros-. Ya comprendo. Bueno, bien... quizá vuelva a llamarte... el año que viene o algo así -musitó -. O quizá nunca. No estoy para niños en esta época de mi vida.

-Gracias por tu sinceridad -respondió Roberta impotente y divertida, poniéndose de puntillas y besándolo en la mejilla.

Javier rio extrañado, bajó la cabeza y, con las manos sobre los hombros de ella, murmuró algo en su oído. Un segundo más tarde algo lo apartó violentamente de Roberta. Ella levantó la cabeza y llegó justo a tiempo de ver a Diego insultándolo en griego y arrojándolo contra la pared tras darle una piña.

-¡Ya basta! -gritó Roberta.

-¡Apártate de ella! -gritó Diego acorralándolo -.¿Me oyes? ¡O te apartas de mi mujer o te las verás conmigo!

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora