Capitulo 32

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Al día siguiente, por la tarde, una limusina se detuvo delante de la librería. Roberta creyó que Diego había vuelto antes de lo esperado, pero enseguida se puso tensa al ver que Mia salía del vehículo y entraba en la tienda.

-¿Hay algún lugar en el que podamos hablar? - inquirió la griega a modo de saludo.

Roberta, desconcertada ante aquella exigencia desdeñosa, se ruborizó.

-Lo siento pero, ¿de qué se trata...?

-Podemos hablar en mi coche -continuó Mia girándose y saliendo de la tienda, esperando, evidentemente, que Roberta la siguiera.

Roberta vaciló. No le gustaba que la trataran de aquel modo, pero al fin y al cabo Mia era pariente de Diego, y si se había molestado en buscarla era porque conocía la situación y tenía algo que decir. Roberta tomó su chaqueta y salió. El chófer le abrió la puerta. Mia la escrutó durante unos instantes antes de decir:

-¡Dependienta de una librería y mujer de la limpieza! ¡Diego debía de estar verdaderamente perturbado aquella noche en Chindos! Confieso que no me gustó que te llevara el otro día al funeral de su padre, pero en tan penosas circunstancias estaba dispuesta a hacer la vista gorda sobre una pequeña indiscreción...

-¿Pequeña indiscreción...? -inquirió Roberta ruborizada, elevando el mentón -. ¿Y por qué ibas vos a hacer la vista gorda en relación al comportamiento de Diego

-Los hombres siempre serán hombres. Yo quiero mucho a Diego, por supuesto, pero no soy una persona celosa. Ni soy tampoco posesiva en lo relativo al sexo. Siempre supuse que Diego tendría una amante después de nuestro matrimonio...

-¿matrimonio? -la interrumpió Roberta incrédula.

-No lo sabías, ¿verdad? -rió Mia observando su confusión-. Diego y yo estamos comprometidos prácticamente desde la cuna. Toda nuestra vida hemos sabido que algún día nos casaríamos...

-No... ¡eso no es verdad! -la interrumpió Roberta temblorosa-. Diego me lo hubiera dicho... -añadió mientras su voz se iba debilitando y recordaba la conversación que había tenido con él en la playa.

-¿Y por qué iba a decírtelo a vos? Vos no sos sino una más de la larga lista de diversiones de Diego, ninguna de las cuales tiene verdadera importancia para su vida -replicó Mia-. Si pertenecieras a nuestro círculo social sabrías que nuestras familias llevan tiempo esperando el momento de anunciar formalmente nuestro compromiso.

La neblina de la confusión se había aclarado por fin en la mente de Roberta. Se sentía absolutamente hundida, traicionada, enferma de dolor y de mortificación. Mia no era la pariente cercana que ella había supuesto. Diego tenía concertado su matrimonio. Y sólo él podía haber llamado a eso «escoger a una compañera con inteligencia». su padre, por supuesto, tenía
a una candidata en mente cuando presionó a su hijo para que se casara. Y Diego le había contestado que «aún no estaba preparado». Estaba demasiado ocupado pasándoselo bien con bellas y apasionadas mujeres como para casarse. Y mientras tanto Mia esperaba pacientemente.

-Lo que no comprendo es cómo podes aceptar que Diego esté... con otra mujer -tartamudeó Roberta impotente.

-Diego y yo tenemos lazos que vos nunca podrías soñar. Compartimos el mismo estatus, la misma cultura, expectativas. Somos la pareja perfecta -le informó Mia con aires de superioridad -. Por desgracia Diego se siente atraído por cierta idea muy tierna, aunque destructiva. Cree que tiene que casarse contigo por el bien de su hijo.

-¿Diego te lo ha dicho...? -preguntó Mica horrorizada ante la indiscreción de Diego, sintiéndose avergonzada.

-Ayer viajó a París y pasó la velada conmigo. ¿Es que eso tampoco lo sabías? -sonrió la rubia-. Pues créeme, estaba destrozado. ¡Se siente tan culpable! Sin embargo yo soy una mujer práctica. ¿Cuánto me costaría persuadirte de que un aborto sería la mejor solución? ¿Quinientas mil libras? - Mica miró incrédula a Mia-. ¿Un millón? Soy una mujer muy rica, y estoy dispuesta a ser generosa. Siempre puedes decirle a Diego que tuviste un accidente. Ni siquiera voy a insistir en que te alejes de él. Puedes seguir siendo su amante. ¡Porque, en serio, no durarías ni cinco minutos como su mujer!

-¡No quiero tu dinero... y no voy a librarme de mi hijo! -aseguró Roberta inquieta ante la frialdad de la otra mujer.

-¡Pero no puedes casarte con él! ¿Te imaginas los titulares? «Diego Bustamante se casa con una mujer de la limpieza» -sugirió Mia con un gesto de repulsión-. Diego es un hombre muy orgulloso, y vos no vas a ser para él más que motivo de vergüenza. Te odiará mucho antes de que los diarios terminen de contar las circunstancias en que naciste y toda la larga lista de tus amantes.

-¿Y qué sabes vos de las circunstancias en que yo nací? -exigió saber Roberta.

-Sé todo lo que hay que saber sobre vos, Roberta. El dinero compra información. Estás enamorada de Diego. Gracias a Dios yo nunca he sentido la necesidad de mezclarme en esas intrincadas emociones. Bien, decídete. Si te casas con Diego acabará en divorcio. Cierto, serás su primera mujer, pero lo perderás sin remedio.

-No voy a casarme con él.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora