Capitulo 39

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Después se giró y vio a Mia de espaldas, acercándose a charlar con otra pareja a cierta distancia. Sin embargo Anita,a solo un paso y con la boca abierta, lo había oído y comentó:

-Venía a despedirme de vos antes de que te marcharas y... ¿será cierto que he oído lo que he oído? ¡Dios mío, nunca pensé que esa mujer pudiera ser tan malévola!

-Pues ahora ya lo sabes -respondió Roberta.

-Ve a decírselo a Diego inmediatamente -añadió Anita seria.

-No, prefiero arreglármelas sola... -respondió Roberta mortificada-. Supongo que le he robado a su hombre, así que... no la culpo si me odia.

-¿A su hombre? -repitió Anita frunciendo el ceño-. ¡Pero si ni siquiera salían juntos, no estaban comprometidos! No creerás que ha estado en casa todos estos años esperando a que Diego le pidiera el matrimonio, ¿no? ¡Te aseguro que si hubiera podido cazar a otro antes no lo habría dudado!

Roberta se sintió incómoda. No quería discutir sobre Mia. Sin embargo Anita parecía tener cuerda para rato:

-Mia es toda dulzura cuando Diego está delante, me gustaría que la viera cuando se da la vuelta. ¡Los hombres son tan ciegos a veces!

-Sí -confirmó Roberta deseosa de cambiar de tema.

-¿De qué hablan? -preguntó Diego acercándose con una sonrisa y estrechando a su mujer entre los brazos. Roberta se puso pálida-. ¿Qué ocurre?

-Creo que estoy un poco mareada -contestó Roberta con sinceridad.

-En cuanto subamos al avión te irás a la cama. No debería de haber invitado a tanta gente, se me olvidaba que estás embarazada -comentó Diego decidido.

-¡Pero si estoy bien! -protestó Roberta deseando que la besara en lugar de tratarla como a una inválida.

No obstante nada más subir al avión que los llevaría a Grecia, en donde pasarían un par de semanas, Diego llevó a Roberta al camarote y ella se quedó profundamente dormida.

-¡Basta! -musitó Roberta al sentir, bastante rato después, que alguien la molestaba.

-Hush -susurró Diego.

Roberta, adormilada, deslizó una mano por debajo de su chaqueta. Extendió los dedos posesivamente por la camisa de seda y suspiro. Y creyendo que Diego estaba en la cama, a su lado, volvió a dormirse.
Finalmente, al poco rato, se despertó y desperezo, abriendo los ojos y comprendiendo que Diego la llevaba en brazos.

-¿Que... a dónde?.

-Has dormido bastante para no estar cansada, te has pasado el viaje durmiendo -explicó Diego satisfecho.

Roberta vio entonces que estaban llegando a la villa griega.

-¡Por el amor de Dios! ¡Bájame!

-No puedo. Me he dejado tus zapatos en el avión.

-¿Y cómo diablos hemos pasado por el aeropuerto de Atenas?

-Igual que ahora -rió Diego-. Hubo un momento en el que se me ocurrió pensar que el hecho de que no tuvieras la estatura de Mia era una ventaja. ¡Con vos sí que puedo todo el camino!

Roberta se quedó helada ante aquella desconcertante comparación. Diego lo había dicho casi sin pensar. Se puso tenso, cerró los ojos y rugió en voz alta, comprendiendo lo que acababa de decir.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora