Capitulo 48 ANTEPENÚLTIMO CAPITULO!

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-Un periodista cantó. Mia había estado investigándote.

-Eso podría habértelo dicho yo.

-Concertó una cita con un periodista y le entregó el informe completo. Se lo dio bajo la condición de que el artículo debía humillarte. Incluso fue tan arrogante que ni siquiera se molestó en tratar de borrar su rastro.

-Quizá pensara que era demasiado arriesgado confiarle el trabajo a otro -sugirió Roberta con las mejillas llenas de lágrimas, sin dejar de descolgar ropa del perchero.

-¿Viste la entrevista que hice sobre vos?

-No... -respondió Roberta sorprendida.

-Esperaba que eso te hiciera volver a casa. Sabía que le habías prometido a Anita encontrarte con ella, pero me advirtió de que le costó bastante que accedieras -confesó Diego tenso-. Y eso de que sólo quisieras fijar tu cita con ella con una semana de antelación sinceramente, tenía pocas esperanzas de que aparecieras hoy por el parque.

-Yo no le haría nunca eso a Anita, es una buena persona.

-Al principio, cuando hablé con Mia la primera vez, ella no dejó de mentir. Luego mencioné el comentario que Anita le había oído hacer el día de nuestra boda y...

-¿No es maravilloso comprobar que crees a todo el mundo menos a mí? Crees al periodista, a Anita... - lo condenó Roberta con amargura.

-Honestamente, no podía creer que Mia fuera capaz de ese comportamiento -respondió Diego apretando los dientes-. Es decir... hasta hace dos semanas, cuando fui a verla y finalmente ella perdió los nervios al comprender que había perdido.

-Ella nunca perdió, Diego, ha salido victoriosa todo el tiempo -lo contradijo Roberta con sencillez mientras las lágrimas corrían por sus mejillas-. Vos y yo no teníamos mucho en común para empezar... pero cuando ella terminó su trabajo ya no teníamos nada. Sin embargo no debes engañarte a ti mismo creyendo que la culpa es de ella.

-Sé de quién es la culpa. Sé que te defraudé y que te hice infeliz. Me odias, ¿verdad?

-A veces... como por ejemplo ahora mismo, ¡sí! - soltó Roberta de pronto dando la vuelta por donde estaba él-. Aquel día me asustó de verdad. ¡Hizo todo cuanto estuvo en su mano para persuadirme de que abortara! Insultó a mi madre, me insultó a mí de todos los modos en que se le ocurrió, ¡Y vos ni siquiera me escuchaste!

-Roberta... yo -comenzó a decir Diego dando un paso adelante.

-¡Cállate! -lo interrumpió Roberta furiosa -. ¡Fui una estúpida casándome con vos! Ese día estaba tan enfadada que...

-Tenías todo el derecho del mundo a estarlo. Lo único que sé es que nunca he estado tan cerca de la violencia como el día en que me enfrenté a Mia -declaró Diego con crudeza-. ¡La forma en que habló de vos era casi como para pegarle!

-¿En serio? -preguntó Roberta, contenta por fin de poder gobernar sus emociones para escuchar gozosa aquel detalle-. Entonces, ¿significa eso que no va a haber una reconciliación? - Diego la miró perplejo-. Quiero decir, ¿Ya no vas a casarte con ella después del divorcio?

-¿Vos estás loca? ¿Casarme con ella? -exclamó Diego incrédulo-. ¡Pero si es una lagarta!

-Bueno, te ha costado toda una vida darte cuenta, pero al fin lo has comprendido. Enhorabuena. ¿Podrías darme una maleta?

-¿Una maleta?

Roberta se sentía poseída por una necesidad imperiosa de mantenerse ocupada. Diego estaba minando su resistencia, y ella estaba decidida a que eso no ocurriera. Roberta dio un paso adelante y estuvo a punto de caer ante una montaña de ropa tirada en el suelo. Miró para abajo y vio que era de Diego. La sorteó y pasó al lado de él. Pero entonces Diego la agarró de la mano.

-¡Tenes que escucharme!

-¿Me escuchaste a mí? ¡No, cuando trataba de explicarte lo que ocurría vos siempre decías o que estaba celosa o que estaba irritada a causa del embarazo! ¿Pues quieres que te diga algo, Diego? Ahora no me ocurre nada de eso, ahora lo que me ocurre es que estoy al límite de mi paciencia. ¡Soltame!

Diego la soltó. La ira coloreaba sus duras y masculinas mejillas, pero era el dolor escondido en sus ojos lo que emocionó a Roberta y la dejó atónita.

-Siento todo esto mucho más de lo que jamás imaginarás -respiró él.

Pálida y temblorosa, Roberta comenzó a buscar una maleta. Era una locura, era absolutamente irracional seguir haciendo la maleta en medio de aquel torbellino sentimental, pero no podía soportar ver a Diego herido. Y todo por culpa de aquella lagarta, que le había sorbido el seso. Roberta se estremeció. Por fin encontró las maletas.

-Deja que te la baje yo -se ofreció Diego quitándosela de las manos.

-¿Sabes?...aún no sos consciente, pero antes o después te darás cuenta de la suerte que has tenido librándote de mí -musitó ella en voz baja, apresurándose a volver al dormitorio que nunca compartirían.

-Roberta... por favor, séntate para que podamos hablar -insistió Diego con una humildad casi patética-. Necesito contarte cosas sobre Mia.

Roberta se sintió tan perpleja ante aquel ruego que se derrumbó al borde de la cama. Quizá Diego necesitaba un hombro en el que llorar, ¿pero por qué tenía que ser el de ella? Entonces lo comprendió. Diego quería hacerle una confesión completa. Su conciencia no se conformaba con menos. Estaba a punto de escuchar una confesión que la deprimirían durante los próximos treinta años. Diego la observó en silencio y dejó la maleta.
Luego se aclaró la garganta.

-Yo...

-¿No podrías tratar de abreviar? -rogó Roberta. Diego se puso aún más tenso. Su aspecto era tan lamentable que Roberta se compadeció. Tenía que enfrentarse, por fin, a aquella declaración. Diego había amado a Mia. Quizá en ese momento sintiera repulsión hacia ella, pero la había amado.

-Mi padre me dijo por primera vez que Mia sería una maravillosa esposa para mí cuando yo tenía cinco años.

-¿Cinco años? ¿Y cuántos tenía ella?

-Ocho.

- ¡Cinco años! ¡Dios de mi vida, eso es lavar el cerebro! -exclamó Roberta.

-Mis abuelos murieron en un accidente automovilístico cuando mi padre era aún joven. Él se crió con la familia de su padre. Y tienes que comprender que a él le enseñaron a sentirse avergonzado de la familia de su madre, que era más humilde.

-¿Queres decir que lo criaron para que fuera un completo snob? - Diego asintió-. Y él quería asegurarse de que vos no fallaras en ese sentido, ¿no es eso? - Diego volvió a asentir-. Así que desde pequeño te adoctrinaron en la creencia de que Mia sería tu futura mujer.


-Sí, en un futuro que yo no dejaba de posponer - respiró Diego hondo-. No podía ni siquiera confesarrne a mí mismo que no me gustaba Mia...

-¿Que no te gustaba Mia? -lo interrumpió Roberta atónita.

-¿Es que a vos te resultó agradable cuando la conociste en Chindos?

-No, pero...

-Nunca supe entender su comportamiento -continuó Diego endureciendo su expresión-. Todos se pasaban el día halagando su comportamiento ante de mí, y es cierto que tiene muchas virtudes. Forjaron mi mente de modo que siempre creí que tenía que casarme con ella.

-Así que decidiste casarte con ella y tener una amante que te resarciera.

Diego comprendió que aquello era una rabieta de Roberta y la miró con una expresión de reproche.

-Ese tipo de matrimonios no es tan raro en el mundo en el que yo vivo. Nunca supe qué me iba a perder hasta el día en que te conocí.

-Eso no puedo creerlo -suspiró Roberta

-Bueno.. es cierto que hubo unas cuantas mujeres en mi pasado -admitió Diego-, pero ninguna me llegó tan hondo como vos. Vos y yo tuvimos aquella primera noche mágica y luego yo lo eché todo a perder. Pero no podía permanecer lejos de vos...

-Así que te casaste conmigo y volviste a echarlo todo a perder -terminó Roberta por él.

Diego se acercó a Roberta y levantó los ojos para observarla. Luego alzó las manos tratando de tomar las de Roberta, pero ella las retiró. Diego torció la boca.

-La noche en que me dijiste que estabas embarazada comprendí que estaba enamorado de vos... completamente loco por vos.

-Serías capaz de decirme cualquier cosa con tal de no perder a tu hijo, ¿ verdad? -musitó ella medio sollozando.

Los brillantes ojos de Diego temblaron. Tomó las manos de Roberta y las agarró con fuerza.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora