Capitulo 28

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-¿Cómo puedo confiar en un tipo que me ha pedido que sea su amante? -exigió saber ella con fiereza.

-¿Y qué tiene eso que ver?

-¡Todo! Cuando me dijiste eso estabas pensando en vos mismo, no en mí. ¿De verdad crees que soy tan estúpida, Diego? ¿Cómo voy a confiar en vos? Si estoy embarazada la solución que me vas a proponer es terminar discretamente con el niño...
¡exactamente lo mismo que planeó mi adorable padre para mí!

Diego se quedó helado. Roberta rompió a llorar y sus ojos se nublaron, girándose a otro lado. Pero él volvió a tomarla en su brazos. Roberta trató desesperadamente de soltarse, pero él era mucho más fuerte.

Por fin Roberta cedió, sintiéndose débil. Se dejó caer sobre su pecho y escuchó los latidos de su corazón. Su fragancia le resultaba familiar. Cerró los ojos con fuerza y deseó que el mundo se detuviera.

-Te prometo que no voy a sugerirte esa solución - respiró Diego con espeso acento griego.

-Es sólo que no quiero sentir esa presión... no es justo -musitó ella temblorosa, sintiendo que el nudo de su estómago se iba desatando.

-Tu madre sí que soportó bien esa presión...

-Sólo porque le asustaba terriblemente lo que hubiera podido ocurrirle de haberlo hecho -rió Roberta-. Ni siquiera se daba cuenta de que mi padre no quería que yo naciera. Él le dijo que no iba a poder soportar verla como a una madre soltera, y ella lo creyó.

-Nunca terminaste de contarme la historia.

-No tuvo un final feliz.

-¿Y bien?

Roberta levantó la cabeza y lo miró. Luego contestó:

-Mi madre fue su amante durante dieciséis años...- Diego silbó-. Así que no diste en el clavo precisamente cuando me hiciste esa oferta - señaló Roberta con una leve sonrisa -. Aunque al menos vos no estás casado con otra... - Diego estaba perfectamente inmóvil, con los párpados entrecerrados-. Bueno, no era eso lo que yo hubiera deseado oír, pero supongo que fuiste sincero,
cosa que él nunca fue...

Diego se puso tenso y apretó el abrazo. Roberta se sintió de nuevo completa. Y comprendió que el lazo que la unía a Diego era más fuerte de lo que pensaba.

-Tenes razón - murmuró él-. Cuando te pedí que fueras mi amante no estaba pensando en vos. Sólo quería que volvieras a mi cama, ésa era la razón.

-Bueno, pues no quiero ser tu amante -susurró ella temblorosa, hambrienta del roce de su piel-. Pero sí que quiero estar con vos esta noche...

Diego no fue capaz de ocultar su sorpresa. Atónita ante su propio atrevimiento, Roberta se ruborizó sin saber muy bien de dónde
salía aquella confesión.

-No te merezco, Roberta -aseguró Diego tomándola en brazos.

Roberta enterró el rostro en su hombro y se vanaglorió de su fuerza física. En aquel instante lo único que deseaba era estar con él. Diego la dejó sobre un diván en un dormitorio escasamente alumbrado y le quitó las botas. Luego se enderezó con gracia y
comenzó a desvestirse. Roberta, observándolo, ardía en deseos de estar con él. Se quitó la blusa y lo escuchó decir:

-Espera, eso quiero hacerlo yo.

Roberta sintió que se le secaba la boca viéndolo acercarse desnudo, con su sexo completamente excitado. Diego le desabrochó el corpiño. Los ojos marrones de él ardieron de tentación ante aquella carne rosada. Pero de pronto Diego gimió:

-¡Cristos... no debería de estar haciendo esto!

Roberta frunció el ceño. Tras aquel ataque de rabia Diego levantó la mirada y contempló sus labios abiertos y la expresión confusa de sus ojos .

Y de pronto pareció tomar una decisión. Tomó las manos de ella y la estrechó entre sus brazos. Y poseyó su boca con crudó, ardiente anhelo. Roberta jadeó. Después él comenzó a quitarle el resto de la ropa.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora