Capitulo 25

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A mediados de la semana siguiente Roberta le dijo al señor Barry que había fijado una cita con el encargado de la sucursal del banco.

-¿Y eso?

- Para pedir el crédito y comprar la librería - explicó Roberta sonriendo.

-Deja eso para más adelante, Roberta.

-Bueno, supongo que puedo cancelar la cita - murmuro ella molesta.

-Sí, es lo mejor -aconsejó el señor Barry mirando unos libros y marchándose enseguida a casa sin más explicación. Roberta frunció el ceño. El señor Barry siempre había estado deseoso por retirarse.
¿Acaso había cambiado de opinión? Alejo Barry le había dado a entender que si le hacía una buena oferta para finales de ese mismo año la librería era suya. Sin embargo Roberta no quería hacer una montaña de un grano de arena. No le haría ningún daño esperar.

Pasaron dos semanas más. El señor Barry siempre había sido una persona callada, pero durante ese tiempo se mostró incluso evasivo. Distraída y preocupada, Roberta miró una noche el calendario.
Fue entonces cuando, con retraso, notó que tenía otra cosa más importante de la que preocuparse. Posiblemente fuera el estrés y las noches en vela lo que le habían provocado aquel retraso en su ciclo menstrual. Llevaba una semana de retraso. Pero cuanto más pensaba y se preocupada por la posibilidad de estar embarazada más fácil le parecía.

Aquella misma noche, al entrar en el edificio de Bustamante International, Roberta vio a Diego por primera vez en el plazo de casi tres semanas. Alto,lindo bien vestido, se dirigía al ascensor con otros tres hombres. El susto la obligó a dejar de respirar. Se detuvo de pronto, involuntariamente, y comenzó a sudar.

-¿Qué tal estás, Roberta? -inquirió él con la mayor naturalidad.

Roberta parpadeó con la mirada fija en el suelo y levantó el rostro lentamente. Su enormes e incrédulos ojos se centraron en Diego, parado junto a ella, mientras el corazón le latía como un loco. Unos ojos marrones la miraban insondables.

-Parece como si acabaras de ver un fantasma - continuó Diego en un murmullo.

Roberta observó que los tres ejecutivos esperaban a Diego sujetándole la puerta del ascensor, atentos a la escena. Aquello la hizo reaccionar.

-¡Vete, por el amor de Dios! ¡Se supone que no me conoces!

-¡Da igual lo que haga, todo te parece mal! ¿Por qué tendrán que ser las mujeres tan irracionales?

-¿Y por qué serán los hombres tan increíblemente estúpidos? -respiró Roberta apresurándose a pasar por su lado con la cabeza gacha.

Antes de escapar, no obstante, Roberta notó que había cerca otras mujeres de la limpieza. Y todas la miraban. Entonces sintió que se hundía. Cuando más tarde bajó a disfrutar de su descanso habitual se sintió muy incómoda. Nada más llegar ella se produjo un silencio, y hubo miradas y murmullos cuando se marchó. ¿Pero qué otra reacción hubiera podido esperar de sus compañeras de trabajo? Lupita la siguió hasta el ascensor.

-¿Podemos hablar vos y yo? -Roberta asintió-. Roberta, las chicas han estado atando cabos y han llegado a ciertas conclusiones antes incluso de que comenzaras hoy a trabajar. Todo el mundo sabe que cambiamos de planta aquella noche y que desapareciste una semana.

-Pues no creí que le interesara a nadie.

-Por lo general no, pero algunas chicas habían comentado precisamente cómo te parecías a la pelirroja que salió en los diarios con el señor Bustamante. No es que nadie sospechara, pero hoy... esa forma de detenerse el señor Bustamante y de acercarse a vos... es tan sospechosa...

-Yo haré que dejen de murmurar.

-Hace un par de semanas el señor Bustamante pasó por mi lado y me saludó. ¡Me llamó por mi nombre! Fue la primera vez en la vida. Algo ha cambiado, de alguna forma. Antes hubiera jurado que ni siquiera sabía cómo me llamaba, te aseguro que siempre he pensado que ni siquiera me veía - suspiró-. No tengo tiempo para los rumores, Roberta. Sos vos quien me preocupa...

-Yo estoy bien... estoy más triste, y soy más madura -le confió Roberta mientras el ascensor de servicio llegaba a su planta.

-Me gustaría poder ayudarte... -añadió Lupita con una mueca.

-Ya no soy una niña, Lupita.

Una sola noche podía cambiar el curso de una vida. Su madre había sido una madre soltera, y nadie mejor que ella sabía lo difícil que era criar a un hijo en esas condiciones. Pero probablemente estuviera siendo demasiado pesimista. Roberta decidió comprar un test del embarazo y hacérselo al día siguiente. Sería más rápido que esperar a la cita del ginecólogo.

Estaba saliendo de uno de los ascensores de la octava planta cuando se abrió otro en la zona de recepción. Volvió la cabeza esperando ver al guardia de seguridad y se quedó helada. Diego caminaba a grandes pasos hacia ella. Roberta se dio la vuelta y comenzó a abrillantar el suelo con el aparato eléctrico, decidida a seguir con su trabajo.
La máquina se puso en marcha pero de pronto se paró, como sin fuerzas. Roberta se volvió. Diego la había desenchufado y la miraba con ojos desafiantes.

-Deja de huir de mí.

-No sé de qué estás hablando -tartamudeó ella, poco preparada para un ataque como aquél.

-Sí, lo sabes muy bien. Estás tratando de esconderte tras el hecho de que trabajas para mí, pero es demasiado tarde -continuó él con una fría ironía.

-Yo sólo quiero que me dejes en paz.

-Cada vez que me miras tus ojos me dicen lo contrario -respondió él sosteniendo su mirada tranquilo y alcanzando la mano de Roberta antes de que ella pudiera darse cuenta de cuáles eran sus intenciones - .Tienes el pulso acelerado. Estás temblando...

-¡De ira! -respondió ella soltándose y dándole la espalda-. Sé lo que quiero en la vida y, créeme, vos no estás incluido en el lote.

-¿Y qué hay en ese lote?

-¿De verdad queres saberlo?

-Sí, de verdad quiero saberlo.

-Muy bien. Pues quiero comprar una librería. Ésa es la razón por la que tengo dos trabajos. Llevo mucho tiempo ahorrando y pronto pediré un crédito.

-Te lo doy yo ahora mismo, con contrato legal -se ofreció Diego.

Roberta dio un grito de frustración, entró en la oficina más cercana y vació la papelera.

-¿Es que no lo entendes? -preguntó saliendo de nuevo-. No quiero ningún favor, no necesito ninguna ayuda.

-Pero estás dejando que tu trabajo aquí sea una barrera entre nosotros dos.

-Diego... serías incapaz de reconocer que una sólida muralla de ladrillo es una barrera.

-No debería de haberte pedido que fueras mi amante -murmuró Diego.

Roberta estuvo tentada de mirarlo a los ojos. La tensión de su cuerpo se desvaneció ligeramente.

-No...

-Era demasiado pronto -añadió Diego.

-¡De verdad que sos lento a la hora de comprender!

Un brillo divertido cruzó los ojos asombrados de Diego.

- Te he echado de menos,pethi mou.

Aquella sonrisa era como el calor del sol. Roberta apartó los ojos de él como si se quemara.

-Así que estás aburrido de tanto servilismo y necesitas algo nuevo. ¿Se te ha ocurrido alguna vez llamar a una agencia matrimonial?

-Pronto terminarás tu trabajo aquí. Déjame que te lleve a cenar a algún lugar.

Roberta lo observó, apoyado contra la puerta, como un depredador que se hubiera tomado un rato de descanso. Diego era capaz de hacer surgir en ella el hambre y la pasión más poderosas. Roberta recordó todas las noches pasadas en vela, tratando de olvidarlo a él y odiándose a sí misma por su debilidad. Y sin embargo ahí estaba de nuevo esa excitación, ese anhelo doloroso que iba mucho más allá del mero deseo físico...

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora