Capitulo 1

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-¿Qué diablos llevas en la cabeza? -preguntó Lupita tras apretar el botón para llamar al ascensor de servicio.

-Es para que no me caiga polvo en el pelo- contestó Roberta llevándose una mano al pañuelo de flores.

-¿Y desde cuándo sos tan quisquillosa?

Roberta suspiró y decidió ser sincera con aquella mujer

-Hay un tipo que suele quedarse a trabajar hasta tarde en mi planta y... bueno... es...

-¿Se hace notar demasiado? -volvió a preguntar Lupita sin sorprenderse, con un gesto de desaprobación. Roberta podía atraer la atención de los hombres en cualquier circunstancia. Era bella y esbelta, joven, con un cabello pelirrojo hermoso que brillaba y ojos marrones enmarcados por inesperadas cejas y pestañas -. Apuesto a que está convencido de que con una humilde mujer del servicio de limpieza como vos es cosa facil--¿Es joven o viejo?

-Joven-contestó Roberta dejando que Lupita pasara delante en el ascensor-. Y te aseguro que está acabando con mi paciencia. He estado pensando en contárselo al supervisor.

-No, hagas lo que hagas no lo hagas oficial, Roberta -se apresuró a recomendar Lupita con una mueca -.Si ese cerdo trabaja hasta tarde es que es una persona importante. Y seamos sinceros, Roberta de vos pueden prescindir mucho más que de cualquier ejecutivo.

-¿Acaso crees que no lo sé? Seguimos viviendo en un mundo de hombres.

-Pues ese tipo debe de ser bastante insistente cuando está acabando con tu paciencia... Escucha, hace vos mi planta esta noche y yo haré la tuya. Así por lo menos te tomas un respiro. Quizá más adelante alguien quiera cambiar definitivamente de planta con vos.

-Pero no tengo permiso para subir a limpiar la última planta -le recordó Roberta.

-¡No te preocupes por eso! -exclamó Lupita sin darle importancia-. ¿Para qué va a necesitar nadie un permiso especial para abrillantar un suelo y vaciar una papelera? Ahora, eso sí, si el agente de seguridad se da una vuelta justo cuando estás vos apártate de su vista. Si podes, claro. Algunos de esos sujetos serían capaces de incluirnos en su informe. Y no te atrevas a traspasar la puerta doble que hay de frente. Es la oficina del señor Bustamante, y está prohibido entrar allí, ¿de acuerdo?

Roberta sonrió agradecida mientras Lupita empujaba el carrito con los utensilios de limpieza para salir a la planta que normalmente limpiaba ella.

-Aprecio mucho tu gesto, Lupita.

Roberta nunca había estado en la planta superior del edificio Bustamante Intemational. Al salir del ascensor de servicio se dio cuenta de que era distinta de las plantas inferiores. Nada más dar la vuelta a la esquina vio, a su derecha, una lujosa y enorme área de recepción. Más allá de ella todas las luces estaban apagadas, pero a pesar de todo pudo ver una impresionante pareja de puertas en la penumbra.

Sin embargo, al mirar a la izquierda, al fondo del corredor había otra pareja de puertas idénticas.
Roberta hizo una mueca y supuso que la parte en penumbra, más cercana a recepción, albergaba la oficina prohibida. Decidió comenzar a trabajar por el fondo para ir acercándose al ascensor y se relajó. Estaba encantada con la idea de que Javier Alanis no fuera a interrumpirla aquella noche.

Llevaba unas zapatillas de lona que no hacían ruido. Abrió la puerta doble y cruzó toda la habitación para vaciar la papelera. Entonces se dio cuenta de que la oficina contigua estaba ocupada. La puerta estaba entornada, y de ella salían inequívocas voces masculinas.

Por lo general en un caso como aquél Roberta hubiera anunciado su presencia, pero tras la advertencia de Lupita decidió que era más inteligente retirarse en silencio. Lo último que deseaba era causarle problemas a su compañera. Justo cuando estaba a punto de salir escuchó pisadas que se acercaban por el corredor desde la zona de recepción.
Aquello le produjo casi un ataque al corazón. Sin pensar siquiera en lo que hacía se escondió detrás de una de las dos puertas. El corazón le latía acelerado. Las pisadas fueron acercándose, y de pronto se detuvieron justo al Iado de la otra puerta. Roberta contuvo la respiración. En aquel silencio pudo escuchar palabra por palabra la conversación que aquellas dos voces masculinas mantenían en la oficina contigua:

- ... así que mientras yo siga fingiendo que me interesa comprar Danson Components la PalcoTechnic se mantendrá igual -murmuraba una voz satisfecha-, pero en cuanto se abra la bolsa el miércoles por la maña-na moveré pieza.

Roberta escuchó cómo el intruso, cuyas pisadas había oído, contenía el aliento. Era una estúpida. ¿En qué diablos había estado pensando? El carrito con los utensilios de limpieza estaba fuera, delante de la puerta, como prueba evidente de su presencia.

Sin embargo el intruso ni avanzó ni entró en la habitación. Para sorpresa y alivio de Roberta volvió sobre sus pasos por el corredor con mucha más cautela de la que había entrado. Roberta volvió a respirar de nuevo. Estaba saliendo de su escondrijo, de puntillas, cuando la puerta de la oficina contigua se abrió apareciendo un hombre tremendamente castaño de aspecto alarmante. Roberta se quedó helada, se ruborizó y abrió inmensamente los ojos. Unos ojos más marrones la miraron desafiantes y agresivos.
-¿Qué diablos estás haciendo aca? - gritó incrédulo e irritado el hombre.

-Ya me iba...

-¡Estabas detrás de la puerta, escuchando! - arremetió de nuevo lleno de ira.

-No, no estaba escuchando -contestó Roberta atónita ante tanta agresividad.

De pronto lo reconoció y se puso completamente tensa. Nunca lo había visto antes, pero había un enorme e indecente retrato de aquel tipo en el vestíbulo de la planta baja. Aquella foto era el blanco de numerosas bromas y comentarios femeninos. ¿Por qué? Porque Diego Bustamante era terriblemente atractivo.

Diego Bustamante, era el millonario griego, despiadado y falto de escrúpulos, que dirigía la Bustamante lnternational. De pronto Roberta comprendió que se había confundido de puertas y se sintió enferma. Su empleo y el de Lupita estaban en la cuerda floja. Tras Diego apareció un hombre mayor de pelo cano. Al verla frunció el ceño y sacó un celular.

-No es la mujer que limpia siempre esta planta, Diego. Voy a llamar a seguridad de inmediato.

-No hace falta -protestó Roberta muerta de miedo-, yo sólo he venido a sustituir a Lupita esta noche, eso es todo. Lo siento, no pretendía interrumpir... ya me iba...

-Pero vos no tenes por qué subir aquí -dijo el hombre mayor.

Diego la escrutaba con mirada intensa, con sus ojos tan brillantes que la ponían nerviosa.

-Estaba escondida detrás de la puerta, Francisco.

-Un momento, puede que pareciera que estaba escondida detrás de la puerta, pero ¿para qué iba a hacer eso? -argumentó Roberta, desesperada-. No tiene sentido, yo sólo soy del servicio de limpieza. Comprendo que he cometido un error al venir aquí, y lo siento de verdad, pero... me iré ahora mismo.

Una mano la agarró entonces, sin previo avisó, de la muñeca, obligándola a quedarse.

-Vos no vas a ninguna parte. ¿Cómo te llamas?

- Roberta... es decir, Roberta Pardo... ¿qué estás haciendo? -gimoteó.

Pero era demasiado tarde. Diego le había quitado el pañuelo de la cabeza. Todo aquel cabello pelirrojo cayó revuelto por los hombros. El le bloqueaba el camino. Roberta, sintiéndose amenazada por aquella muralla humana, miró para arriba. Sus ojos marrones se toparon con otros marrones relucientes e insondables.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora